Si algo demostró esta segunda parte de la quinta temporada de “Vikings”, es que la serie creada por Michael Hirst brilla mucho más cuando se centra en las fortalezas y debilidades de sus personajes, humanizando a estos guerreros, muchas veces bárbaros (bah, vikingos), más afectos al hacha que a las palabras. Este preconcepto queda de lado en “Baldur”, un episodio que no puede alejarse del legado de Ragnar Lodbrok.
Helen Shaver se vuelve a parar detrás de las cámaras para este capítulo cargado de tensión que nos obliga, en algún punto u otro, a preocuparnos por el bienestar (presente y futuro) de casi todos los protagonistas, preguntándonos quien va a llegar con vida, y quien no, para la sexta y última entrega del show. La saga vikinga tiene un contexto histórico que la avala, pero los realizadores siempre pueden tomarse sus licencias narrativas, corriéndose un poquito de los hechos reales. De ahí que, por las dudas, no nos vamos a encariñar con ningún personaje… ni llorar antes de tiempo alguna de sus pérdidas. Ni que esto fuera “Game of Thrones”, che.
Arrancamos bien el Norte con Hvitserk y su viaje “diplomático” a los dominios del rey Olaf. Para evitar acabar con su vida y sacárselo de encima, Ivar envió a su hermano bien lejos, con la misión de convencer a este aliado para sumarse a una nueva invasión de las tierras británicas. El recibimiento para el hijo de Ragnar no es el mejor, pero Hvitserk tiene sus propios planes que pueden costarle la vida. Su idea: poner a Olaf de su parte para destronar al Deshuesado y apoderarse de Kattegat, algo que, al parecer, quieren la mayoría de los norteños.
Como cualquier hijo de Lodbrok, Hvitserk no le teme a la muerte, aunque para nuestro contento, al rey Olaf le termina gustando esta alternativa al plan original. ¿Será una señal que el gobernante se parezca a esa extraña figura de Buda que tanto trata de descifrar y que viene cambiando su pensamiento desde hace varios capítulos? El tiempo dirá si el pibe se consiguió un nuevo aliado o enemigo, pero está claro que las cosas con Ivar se van a calentar en el momento que sepa lo que su hermano le hizo a su querida Thora, y al resto de su familia.
La chica no sólo tuvo el descaro de profanar la estatua de Ivar, sino su orgullo, al resaltar las diferencias entre su reino tiránico y la forma en que gobernaba su padre. Un peso que cae directamente sobre los hombros del Deshuesado, que no acepta las críticas de su pueblo de buena manera. Thora y los suyos pagan el precio del desacato de la forma más brutal, pero el karma no va a dejar de perseguir al hijo de Ragnar.
Llegó el momento tan esperado del nacimiento de su bebé. Baldur (llamado así en honor al segundo hijo de Odín, dios de la paz, la luz y el perdón) aterriza en este mundo entre los gritos de su madre Freydis, convencida de que las deidades son perfectas a su manera. Sí, el argumento le sirvió para convencer a Ivar de lo significativo de su incapacidad, pero no funciona a la hora de presentarle a su (deforme) heredero. Él, mejor que nadie, entiende las dificultades que el pequeño Baldur deberá atravesar, por eso decide darle la espalda y abandonarlo a su suerte con apenas algunas horas de vida.
Ivar no es el único perseguido por el karma. En Wessex, Judith empieza a pagar las consecuencias del asesinato de su propio hijo, al darse cuenta que padece de cáncer de mama (claro que no sabe exactamente lo que es, pero queda bien implícito). Su último recurso es asistir a una curandera, la misma que lleva dándole refugio a Lagertha desde que desapareció en medio de la batalla. La escudera vikinga no parece estar en sus cabales tras atestiguar la masacre y la muerte de su amado, pero en estos momentos de locura y desesperación, es el recuerdo de Ragnar el que le da la bienvenida al Valhala. Pero este todavía no es su momento, y aunque Lagertha parece haber bajado los brazos, el destino le puede tener reservada alguna que otra sorpresa.
Desde el primer episodio de la primera temporada, “Vikings” dejó bien en claro que, acá, hombres y mujeres van de la mano, compartiendo ideales, el campo de batalla y la cama, si ambas partes están de acuerdo. Los personajes femeninos juegan un rol más que importante, algo que vuelve a quedar demostrado en “Baldur”, ya sea en la conversación entre Judith y Lagertha; el casamiento de Bjorn y Gunnhild; o Torvi, poniéndole los puntos a los daneses.
Ubbe y su compañera deciden ir a negociar con los tres reyes invasores y ofrecerles un pedazo de la tierra británica para evitar la masacre en el campo de batalla. El trío está de acuerdo a medias, y ahora el vikingo convertido va a enfrentar en combate al monarca que no tiene ganas de acatar estas medidas. Una vez más, el nombre de Lodbrok hace su magia, pero no la suficiente como para que estos guerreros bajen las armas.
Ragnar también está presente en York durante la unión de Bjorn y Gunnhild ante lo más que celosos ojos del rey Harald. Sabemos que nadie puede confiar en este norteño con ansias de poder y romance, dos cosas que parecen esquivarlo desde hace rato. Un tipo rencoroso es un tipo peligroso, y no podemos hacer otra cosa que dudar de cada una de sus “buenas intenciones”. Ambos hombres decidieron unirse para derrotar a Ivar y reconquistar Kattegat, aunque nada de esto le asegura a Harald el reinado de Noruega. Un futuro demasiado incierto que, suponemos, no va a acatar tan fácilmente. No olvidemos que este vikingo fiero mató a su propio hermano, y haría lo que sea para conseguir sus objetivos.
Así queda el panorama de un gran capítulo que no da tregua y no para de crear conflictos, que no siempre van a terminar tan bien como quisiéramos. “Baldur” se centra en los legados, el que dejó Ragnar para sus hijos y el que ellos mismos están construyendo. En el medio están las conquistas, las batallas y la búsqueda de los dioses, pero todo se resume a estos seres humanos imperfectos cargados de dudas y ambiciones que, ante el más mínimo descuido, pueden perderlo todo.
PUNTAJE: 8.5