Es curioso lo bien que les ha ido a algunas series de habla no hispana en Netflix. 3% estrenó su primera temporada en 2016 para terminar en el segundo puesto de las series más maratoneadas de ese año en la plataforma. Tal vez sea porque el público estadounidense ahora es más tolerante a lo extranjero o porque Netflix se consume más en otros países, la razón no importa. Lo cierto es que esta distopía creada por Pedro Aguilera nos supo cautivar con su primera temporada sin frenos, y no nos dejó ir en la segunda, menos maratoneable, pero más inteligente en planteos filosóficos. Ahora, su tercera temporada sigue la estela de la anterior y comienza con un capítulo que abre varios horizontes.
La evolución de la trama y de los personajes es tan abrupta entre la primera y la tercera temporada de 3% que nos cuesta creer estamos frente a la misma distopía. En el buen sentido, claro. Michele (Bianca Comparato) y Fernando (Michel Gomes) terminan forjando un tercer mundo llamado La Concha –yo hubiese sugerido otra traducción para hispanoamérica–, y con él, todo un nuevo conjunto de planteos morales, con drama de por medio.
3% siempre planteó su premisa como una crítica fuerte a la meritocracia. Recordemos que en el mundo de la serie, solo un pequeño porcentaje de la población está destinada a vivir en Alta Mar, el mundo paradisíaco al que solo se accede completando el Proceso, mientras que el 97% restante vive en la pobreza y el olvido en lo que llaman “El Continente”.
La segunda temporada huye por arco argumental del “golpe de Estado”, encabezado por un grupo revolucionario llamado “La Causa”, que quiere eliminar el Proceso y que todos sean iguales. Aunque es una salida predecible en el género distópico, la serie ocupa un ángulo interesante en la medida en que es muy consciente de lo que significa la desigualdad social en Latinoamérica.
La tercera, por suerte, comienza con un capítulo que da a entender que no va a volver sobre esas cuestiones. Sino más bien, incluso en un tono irónico, crítica la utopía de Michele, instaurando un nuevo Proceso en La Concha. En este sentido, la primera y la tercera temporada terminan siendo dos caras de una misma moneda, un bucle que cierra por todos lados y que nos vuelve a atrapar, desdibujando por completo la idea de personajes “buenos” o “malos”.
Muchas de las problemáticas políticas en 3% llegan bastante diluidas, ya que la serie tiene el tono muy propio de los dramas adolescentes como The 100 con las que tanto se las comparó. Sin embargo, que no cunda el pánico, porque dentro de sus virtudes están sus personajes, que viven en un gris constante (y por ende no son tan estereotipos), y sus metáforas sociales, más críticas de las que vemos en la serie teenpromedio.
Lo que sigue siendo interesante de 3% es que es un híbrido raro, una producción que aprendió muchísimo de la TV estadounidense, pero aplica la retina cruda de Ciudad de Dios, sin tener miedo de ser bien pop, porque algunos de los planos de este S03E01 parecen salidos de Star Wars. Es un episodio debut que no incita la maratón instantánea como nos tiene acostumbrados Netflix porque tiene un ritmo lento, pero que sí nos deja ganas de seguir mirando por la frescura de sus ideas.