La tragedia y las consecuencias se apoderan de cada rincón de la serie de Michael Hirst. “The Buddha” nos dejó con un final digno de cualquier intriga palaciega donde el poder es lo más importante y las traiciones están a la orden del día, pero ahora hay que ver cómo siguen adelante estos personajes, lidiando con sus culpas y sus consciencias. Judith la tiene más que clara, y ningún miedo a la hora de confesar su acto más atroz: el asesinato de su hijo Aethelred.
El pobre Alfred se recuperó a tiempo para asistir al entierro de su hermano que, a los ojos de todos, falleció de forma repentina y de causas naturales. El rey termina consiguiendo su verdad, y otras tantas “realidades” por parte de su madre, siempre dispuesta a justificar sus medios. Podemos no estar de acuerdo con sus acciones extremistas, pero cada una de las palabras que salen de su boca están destinadas a convertir a su hijo en un monarca justo, respetado y temido que, cuando llegue el momento, también deberá tomar decisiones que pongan en juego su moral. Así son las reglas del juego en Wessex, un reinado constantemente amenazado por fuerzas externas (los norteños) e internas, conformadas por los opositores resueltos a derrocarlo cuando sus políticas no coincida con sus intereses.
Judith es una fuerza que no para de manipular las acciones y decisiones de Alfred, algo que pudo ser beneficioso en el pasado, pero puede cambiar con el arribo de los daneses. Y sí, los noruegos no son la única amenaza a las islas británicas, y ante el ataque inminente, Ubbe se ofrece a comandar las fuerzas de Wessex. Una decisión arriesgada para el joven rey que, si es mínimamente inteligente, sabe que no siempre puede ganar en el campo de batalla, y algunas veces hay que hacer concesiones. Es un temita de confianza, y desde acá creemos en el honor del vikingo.
Mientras Alfred se pone los pantalones y deja de ser tan blandito, en Kattegat, Ivar debe decidir si acepta ser lo contrario. Su reinado cada vez es más totalitario, y ante sus miedos de ser traicionado, le suma un poco de vigilantismo. Su mayor problema sigue siendo Hvitserk, una pieza que todavía no encaja en su juego. El hijo más jodido de Ragnar Lodbrok sabe que puede eliminar a su hermano y nadie va a decir ni pio, pero semejante acto de violencia no le va a reportar nuevos seguidores, sino unos súbditos más temerosos.
Si Judith es una mina que tiene la posta, Freydis no se queda atrás. Ivar parece escuchar sus consejos, aunque todavía no está seguro qué clase de monarca quiere ser. Sabemos que no le va lo compasivo, pero como se cree un dios, este sería el mejor camino a adoptar para ganarse el cariño del pueblo, uno que no siempre está tan dispuesto a apoyar a su rey.
De esta manera, para Hvitserk, la única forma de salvar su vida y la de su querida Thora, es aceptar la propuesta de su hermano y partir en viaje diplomático para ganarse el favor de otros gobernantes. La idea es que no permanezca en Kattegat, por un lado, para que no se le metan ideas de traición en la cabeza, y por el otro, para no poner a prueba las ganas de asesinarlo de Ivar. ¿Qué le tiene preparado el destino al menos trascendente de los hijos de Ragnar? Todavía está por verse, pero no aseguramos que ande acumulando amor fraternal.
Hvitserk no es el único personaje perdido en medio de “Vikings”. Desde su partida hacia Islandia, tratamos de entender los motivos de la trama de Floki, y un asentamiento que estuvo destinado a fracasar casi desde un principio. Las familias de Eyvind y Kjetill nunca se llevaron bien, y al no encontrar lo que buscaban en esta tierra perdida de Odín, empezaron los desacuerdos, seguidos de varias muertes de un lado y del otro. Parece que los vikingos no son de perdonar fácilmente, y al final, Kjetill encontró el momento para su venganza. Admitimos que Eyvind y su actitud siempre nos cayeron mal, pero nadie merece semejante trato. De ahí, el “The Most Terrible Thing” del título -aunque también aplica a la muerte de Aethelred-, un acto de barbarie sin sentido, del que no hay retorno para estos colonos, ni para Floki, quien se cree responsable.
¿Será esta la gota que rebalse su vaso? ¿Lo veremos retornar incrédulo a Noruega o terminará sus días culpándose por lo sucedido? No olvidemos que fue la culpa y el dolor de la perdida lo que lo trajo a este fin del mundo en busca de respuestas por parte de los dioses, pero nadie más parece haber sentido su presencia en esta tierra tan inhóspita y poco amigable.
Esperemos que esta trama tenga un giro que valga la pena, ya que nada interesante surgió de este éxodo desde que las familias accedieron a dejar Kattegat para seguir a Floki. Aunque sea que tenga una muerte digna, y se reencuentre con Ragnar en los salones del Valhala.
Por su parte, en York se cocinan otros conflictos. Bjorn accedió a hacer yunta con Harald para retornar a Kattegat, derrotar a Ivar y reclamar el trono que le pertenece por derecho. La ciudad es una de las más importantes del reinado vikingo, y Harald tampoco va a perder su oportunidad de convertirse en el rey de Noruega., una promesa que parece cada vez más lejana. La impaciencia de Ironside puede jugarle en contra, sobre todo porque no estamos realmente seguros para qué lado está jugando Gunnhild, viuda del fallecido Jarl Olavson, y la “pretendida” de ambos guerreros.
La chica tiene sus ambiciones, pero también parece congeniar con el lado más sensible de Lodbrok. La desaparición de Lagertha hizo mella en el espíritu de su hijo que ahora busca llenar ese vacío y la soledad, pero depositar su confianza y su cariño en Gunnhild, podrían convertirse en su peor error a futuro. Se meten con Bjorn y se pudre todo, eh.
Lamentablemente, esa decisión no nos corresponde a nosotros, y como tantos personajes, los días de Ironside están contados, no porque sepamos su destino, sino porque la cadena ya le puso fecha de vencimiento a la serie, y se vendrá el final junto con la sexta temporada. Hasta entonces, mucho puede pasar, y esperemos que entre esas cosas esté el regreso de Lagertha