Bueh, parece que los guionistas de “Supergirl” se terminaron de despabilar para traernos algunos de sus mejores episodios. Después de presentar a Lex Luthor en sociedad con “O Brother, Where Art Thou?”, la serie nos lleva de recorrido por los planes de este mega villano, los cuales no tienen nada de improvisados y se vienen gestando desde hace más de seis meses. “The House of L” arranca tres años atrás durante el juicio a este megalómano que no puede desprenderse de su obsesión por Superman, o cualquier kryptoniano, un viaje sin escalas a la prisión Stryker donde debería cumplir sentencia hasta el resto de sus días.
Así descubrimos que Eve Teschmacher fue su groupie y ayudante desde el primer momento, junto a Otis Graves. El juego de Lex se pone verdaderamente en marcha cuando en Kaznia aparece Snowbird (Melissa Benoist), esta doble de Supergirl, producto de la manipulación del Harun-El, y una vueltita de tuerca al clásico cómic de Mark Millar y Dave Johnson, “Superman: Hijo Rojo” (Superman: Red Son). Cuando el Ministro de Defensa local y sus hombres ya no pueden controlar a esta visitante caída del cielo que no recuerda nada más que el nombre de Alex, deciden contactar a Luthor, todo un experto en la materia.
Sí, los contactos, las amenazas y la constante manipulación de este maloso le permiten abandonar su celda y hacerse un viajecito hasta Kaznia donde entabla relación con la kryptoniana y empieza su adoctrinamiento para que odie todo lo que tenga que ver con el suelo norteamericano. Que el nombre de Lex sea parecido al de Alex no es azaroso, logrando una conexión que no siempre le juega a su favor, pero al final rinde sus frutos. Igual, Snowbird necesita un empujoncito y ahí es donde entra en escena el agitador que Luthor tiene bajo la manga: Ben Lockwood, el mismísimo Agent Liberty, odiador (como él) de los seres de otras galaxias.
Y así es como todas las piezas y acontecimientos de esta temporada se empiezan a acomodar (¿o les salió de casualidad?), demostrando que todo es parte de un plan mayor del hermano de Lena para tener bajo su poder a esta Hija Roja, su campeona contra sus enemigos. La idea de Lex es que, tarde o temprano, Snowbird se haga pasar por Kara, demostrando sus verdaderos colores. Para ello, y muy de a poquito, la introduce en la vida de Danvers -porque Luthor sí conoce su la identidad real de la superheroína- y la población de National City, metrópoli que debe ser castigada por su banalidad, su consumismo excesivo y sus empresas fabricantes de armas responsables de la violencia del mundo.
El mensaje comunista hace mella en la Hija Roja, aunque la chica no tiene ni un pelo de tonta y empieza a dudar de las intenciones de Luthor. Al mismo tiempo descubre que Kara no es ese monstruo que reconstruyó en su mente, sino una persona con sentimientos que parece preocuparse por el bienestar de los otros. Por ahí va a venir el cambió de doctrina y los métodos extremos de Lex, sobre todo, cuando decida sacrificar lo único por lo que se interesa esta kryptoniana. No se preocupen que el pequeño Mikhail sale bastante vivo del ataque (ay, Otis, resultaste ser un blandito), pero la actitud temeraria de Snowbird ya no le cae tan bien.
Y bueh, los hijos suelen decepcionar a los padres, y los padres muchas veces deben hacer sacrificios para ayudar a sus pequeños. Cuando la chica cae enferma, Lex sabe que la única salvación está en las manos de Lena y sus experimentos con el Harun-El y la kryptonita negra. Claro que relación fraternal no está en los mejores términos, de ahí que decida irradiarse hasta el borde de la muerte para conseguir la dichosa cura por parte de su hermana. Así, “The House of L” cierra el círculo, dándole sentido a todos esos pequeños fragmentos que se fueron acumulando a lo largo de la temporada, y a cada una de las acciones de Luthor, aunque no necesite tantos justificativos para ser malvado.
El episodio dirigido por Carl Seaton es redondo y sabe mantener su ritmo más allá de tantos saltos temporales, y a pesar de que no tenemos a Kara en plan superheroico, Snowbird y su viaje “iniciático” llenan ese vacío para que el malo no acapare todo el centro de atención. Jon Cryer vuelve a darle en el clavo a la interpretación de este pelado maldito, demostrando que no hay obstáculos para una mente tan brillante y cruenta como la de Lex Luthor.
La cosa se queda ahí, con Lex reviviendo a su Hija Roja y demandando lealtad, Lena “desaparecida” -aunque creemos que van a querer fingir su “suicidio”-, y un enfrentamiento de kryptonianas en puerta, las dos caras de una misma moneda que sirven a intereses (propios y ajenos) tan parecidos como diferentes. Para destacar: el cambio de apertura “soviética”, toda la secuencia de “A Mí Manera” y el sinfín de referencias comiqueras que nos trajo uno de los mejores episodios de esta cuarta entrega.