Es difícil explicar el encanto de Deadly Premonition. Para muchos existe esa condición de “es tan malo que es bueno”; en lo personal, prefiero escapar de esas etiquetas porque, si algo convence a tanta gente y se vuelve una sensación, algo genuinamente bueno tiene que tener. En el caso de Deadly Premonition, creo que se trata de uno de esos videojuegos en los que la propuesta es más que la suma de sus partes. Disfrutarlo no se trata de apreciar su historia, su jugabilidad, gráficos, personajes o el apartado que sea, por separado, y ver qué nos deja cada uno porque no resiste un análisis así. Tal como sucede con juegos como Vampire The Masquerade: Bloodlines, hay una magia detrás de este juego, imposible de explicar, que supo calar hondo en muchas personas que pudieron disfrutarlo muchísimo sin importar que tenía un apartado técnico atrasadísimo.
El primer Deadly Premonition llegó hace 10 años y se llevó el récord Guinness al videojuego que más polarizó a la crítica. Se trató de un survival horror diseñado por Swery, el apodo cariñoso con el que se conoce a Hidetaka Suehiro, un creativo nipón que siempre buscó enamorar a las audiencias occidentales con sus juegos y que recién lo logró con la primera entrega de esta saga.
En su momento, Deadly Premonition dividió las aguas en todo sentido porque es un juego que se queda cortísimo en muchos aspectos: gráficos, optimización, controles (son tosquísimos) y un mundo abierto que parece vacío. Con todos estos problemas y más, sigue recibiendo amor una década después de su lanzamiento. ¡Y ese amor es tan que nos llegó una secuela!
Deadly Premonition 2: A Blessing in Disguise es una de esas continuaciones que también funciona como precuela. El excéntrico agente del FBI, Francis York Morgan, está de vuelta, esta vez de vacaciones en un pueblo pequeño, a orillas del Río Mississippi. ¿Nueva Orleans? No, pero casi. El pueblo que protagoniza esta nueva entrega se llama Le Carré y tiene todo lo que hace única a la región más francesa del sur de Estados Unidos: vudú, cocina cajú, mucho calor y humedad, y una atmósfera macabra difícil de explicar.
En esta nueva aventura, York sigue la pista de un asesino que parece estar conectado con el caso de Greenvale, el que resolvemos en la primera entrega. Los métodos de este detective no son tradicionales y, para encontrar pistas, necesita hacer patito lanzando piedras al río o anotar un pleno en una bolera, así su cabeza hace clic y termina dando con un dato crucial para el caso, casi como en una epifanía.
York también pasará tiempo con los lugareños. Los conocerá de las formas más casuales e insólitas, y terminará entrevistándolos como todo buen agente del FBI.
El primer Deadly Premonition es un claro homenaje a la serie Twin Peaks. Nadie puede negarlo, ni su propio creador. Tiene mucho de la serie, pero también es una obra muy personal. En su afán por conquistar a las audiencias occidentales, pero sin dejar de lado su visión japonesa, Swery nos dio un videojuego difícil de encasillar.
Es difícil apostar por el homenaje sin caer en el plagio, pero en este caso se consiguió. Y les traigo buenas noticias porque la secuela no se queda atrás. Toybox Inc y Rising Star Games, junto con Swery, vuelven a la carga para traernos una continuación que solo piensa en los fans. Deadly Premonition 2 es un juego de investigación con varios elementos de survival horror que nos termina enganchando por su historia y sus personajes, y por la atmósfera que trasmite su mundo abierto. Acá no vamos a alejarnos de la misión principal porque queremos llenar nuestras ansias de sandbox, lo vamos a hacer porque el juego le da muchísima importancia al paso del tiempo y las actividades de Le Carré, tal como pasaba en el primer juego, se ajustan al horario.
En Deadly Premonition 2 hay un ciclo de día y noche del que estaremos pendientes. Por un lado, porque no queremos irrumpir en la tranquilidad pueblerina y, para interrogar a un sospechoso, vamos a esperar que abra su negocio en horarios normales o a que vuelva a su casa después del trabajo. Por el otro porque tenemos un apartado de simulación de vida que funciona con el reloj también.
En el juego vamos a tener que pasar el rato ¿Cómo? Hay varias formas. Como suele suceder con muchos juegos japoneses de mundo abierto, detrás de Deadly Premonition 2 hay un amor por los minijuegos estilo arcade y por lo mundano. El juego busca que nos sintamos cómodos, que queramos volver a pasar tiempo con él porque sentimos que su atmósfera, el pueblo y sus personajes nos reciben con sus brazos abiertos.
En el primer capítulo de la historia no está disponible todo lo que ofrece Le Carré. Tengan paciencia porque Deadly Premonition 2 es un juego que se va desbloqueando de a poco. Es algo que no tengo que explicar si jugaste la primera entrega. En esta continuación, se vuelve a repetir el encanto de disfrutar los pequeños momentos. Podemos jugar a los bolos, navegar en el río tranquilizando cocodrilos –ningún animal fue lastimado durante la creación de este juego (¿)– o arrojar piedras al agua para ver cuántos patitos hacemos.
Hay una misión de conseguir que nos devuelvan el agua caliente en el cuarto del hotel y toda una cadena de misiones secundarias en torno a una taxista amante de la velocidad que nos lleva a puntos de interés insólitos dentro del pueblo. Lo que tienen en común los minijuegos y estas misiones, en principio, superfluas es que tienen un gustito único. Las vueltas que hay que dar para arreglar el agua caliente de la ducha del hotel son infinitas y en el medio nos vamos a morir de la risa con los personajes. Algo similar pasa al jugar bolos. Podemos perder horas con los bolos, tal como pasa en el póker de Red Dead Redemption, aunque acá la recompensa es incluso más insólita porque no necesitamos realmente los ítems que nos dan. ¿Pero quién puede resistirse?
Algo similar sucede con el skate, el nuevo medio de transporte favorito de York. En la primera entrega podíamos llegar a tener varios dolores de cabeza con la conducción. En Deadly Premonition 2 eso está resuelto gracias a que no conducimos (al menos hasta la parte que llegué que es, más o menos, la mitad del juego). En su lugar, nuestro protagonista se surca el pueblo y sus alrededores montando una patineta. Y créanme cuando les digo que tiene un encanto indescriptible surcar las calles así: es cómodo, sentimos la velocidad y no es complicado de conducir.
En lo personal, me parece que lo más entrañable de Deadly Premonition, que se repite en esta secuela, es recorrer esos espacios que parecen vacíos: una plaza, un cementerio, una plantación o una iglesia, y descubrir que ganan por el lado del valor humano. Cada uno de estos lugares está habitado por personajes inolvidables que van a tener algo para decirnos que será central para la trama. Pero a veces ni eso. Si los visitamos a lo largo de todo el juego, en distintos horarios, vamos a toparnos con conversaciones hilarantes que consiguen que empaticemos con sus extraños modos de vida. Al final terminamos queriendo a todos, incluso a los que se plantean como villanos.
York, además, es un cerebrito de la cultura pop como lo es Swery. El amor que tiene el creativo por el cine de Cronenberg, por la música de David Bowie y por el propio David Lynch se siente a lo largo de toda la obra. Ya sea en alguna referencia, a veces sacada de la galera durante una conversación o de fondo en un escenario o en los imperdibles soliloquios del protagonista. York se la pasa hablando con Zach, quien no necesita presentación si ya jugaste la primera entrega. Zach y York tienen conversaciones larguísimas mientras estamos andando en patineta y son tan disfrutables como si estuviésemos escuchando nuestro podcast favorito. Los tipos te analizan la cultura ochentosa mientras te resuelven un crimen.
Como es de esperarse, York no está solo en la investigación. En Deadly Premonition 2 estará acompañado de Patricia Woods, una niña del pueblo tan irreverente como divertida que tiene las conversaciones más impensadas con nuestro protagonista. La niña es el cable a tierra, la que saca a nuestro agente de la nube de pedos en la que se mete a veces, tal como hacía Emily en la primera parte. Se suma también Melvin, el padre de Patricia y Sheriff del lugar. El tipo es tan ridículo que habla como si fuese el locutor de un trailer para una película de clase B. Padre e hija serán centrales en la investigación y a ellos se les suma un elenco de personajes secundarios impecables como el gerente del hotel que tiene tres personalidades, o eso parece, y la señora Carpenter, una anciana que juega bolos más de 10 horas por día desde que falleció su marido.
Y como estamos ante un survival horror, hay secuencias de combate y momentos en los que nos metemos a un mundo de pesadillas, una combinación entre el “otro mundo” de Silent Hill y la logia negra de Twin Peaks. El combate no tiene profundidad y se vale de ideas que tienen más de 10 años; además, muchas de estas secuencias pesadillescas son pasilleras. Pero lo importante es que no recae en querer ser frustrante. Todo en Deadly Premonition, tanto en esta entrega como en su predecesor, se siente arcade y puramente lúdico. No hay una intención de buscar realismo o de suspender la incredulidad. La idea del juego es que vivamos con incredulidad, que nos cuestionemos todo. Y hacer algo divertido, y único, muy único, con ello.
Cuando termine la aventura, que es tan larga como sucedía con la primera entrega, volveré a traerles mis impresiones finales. Les hablaré más en profundidad de la historia, el diseño de jefes y del rendimiento técnico, que es precario como pocos… Sí, otra vez. Por ahora les comento que, siendo el primero uno de mis juegos favoritos de toda la vida, esta secuela me viene encantando. Habrá muchísima gente a la que no le va a gustar, pero, como pasa con el primero, es cuestión de estar dispuesto a comerse el cuentito. Quienes lleguen a Deadly Premonition 2 sabiendo lo que tienen que buscar, no van a encontrar más que magia. De esa que no se puede explicar con palabras, pero que se siente con el joystick en las manos.
Deadly Premonition 2: A Blessing in Disguise llega el 10 de julio. Es exclusivo de Nintendo Switch.