Si nos quedaba alguna duda de que a Ivar se le subió la megalomanía a la cabeza, “The Lost Moment” lo termina de confirmar con un episodio que empieza a poner en duda su cordura y su poder sobre ciertos sectores de Kattegat, fieles a Lagertha, que andan con ganas de rebelarse. Claro que los motines duran poco ya que el hijo de Ragnar sabe cómo cortar los problemas de raíz sin mucha diplomacia de por medio.
Su “consagración como Dios” no tuvo el efecto teatral tan esperado, en cambio, el engaño -la falsa Lagertha que terminó en la hoguera- no cayó tan bien entre sus súbditos y el pobre de Hvitserk, que está cada vez más confundido y dudoso de sus elecciones, y del bando que tomó cuando se unió al Deshuesado.
Parece que todos los hijos de Lodbrok tienen un propósito y un destino que cumplir. Todavía no sabemos cuál es el del joven Hvitserk, pero va a tener que tratar de descubrirlo por sí mismo tras pasar por las enigmáticas visiones del Seer. Al que no le gusta para nada lo que el vidente tiene para decirle, es al maquiavélico Ivar que, tras no obtener las respuestas -y la validación que esperaba-, decide acabar con el oráculo de Kattegat, liberando quien sabe qué tipo de maldiciones para su futuro. ¿Hay traiciones en ese porvenir? No lo sabemos todavía, y el deshuesado está demasiado cegado por el poder como para darse cuenta.
Lejos de todos estos problemas, el rey Harald, Jarl Olavson y su ejército de norteños siguen firmes enfilando hacia Wessex casi con la seguridad de que también van a enfrentar a Lagertha, Bjorn y Ubbe, y la esperanza de reclamar la ansiada venganza por la muerte de Astrid. Las distancias parecen cada vez más grandes, pero solo es u truquito de la trama para estirar la inevitable batalla que se viene entre los vikingos y las fuerzas del rey Alfed.
El monarca de Wessex tiene que demostrar que no es el blandito que todos creen, y decide unirse a la batalla, sin antes tomar unas clases de combate junto a Ubbe y cortarse el pelito muy al estilo de papá Athelstan… ¿o es al estilo vikingo? Lo que sí es seguro es que la conspiración en su contra sigue en marcha, al menos hasta que Aethelred se acobarda o, simplemente, tiene un cambio de actitud hacia su hermano. Esta panquequeada no parece pasar desapercibida para los norteños de la corte que están a punto de unirse a Alfred en contra de su propia gente.
El hecho de que sea Harald el enemigo a vencer facilita un poco las cosas, al menos para Lagertha y Ubbe. Bjorn todavía no sabe para qué lado tirar, y sigue sin ver con buenos ojos esta “alianza” con los sajones. No ayuda a su causa que Magnus, el “supuesto” hijo de Ragnar con Kwenthrith de Mercia, no sea bienvenido en la familia, primero porque casi todos saben que papá no procreó con la princesa, y porque este marginado sólo anda en busca de venganza contra Alfred y los que lo desterraron de su propio reino.
Confiamos en que Ironside se avispe un poco y deje de estar tan a la defensiva. Esta vez estamos del lado de Ubbe, que entiende un poco más de diplomacia y ya se ganó el favor de Alfred, más allá de ese asuntito del bautismo y renunciar a los dioses paganos.
Es obvio que “Vikings” está preparando el terreno para la gran batalla entre los norteños de Harald y el ejército de Wessex. A este regreso de temporada le viene faltando ese tantito de épica, pero bien lo vienen suplantando con las intrigas, las alianzas y traiciones, y los diferentes movimientos del tablero antes de terminar la partida.
Algo que subsana “The Lost Moment” es la trama de Floki y todos sus quilombos en Islandia. La muerte de Thorunn es la gota que rebalsa el vaso, y para evitar futuros derramamientos de sangre en el asentamiento, nuestro Skarsgård favorito (¿?) decide desterrar a Eyvind y los suyos. Si nos preguntan, lo que debería haber hecho desde hace rato. Igual, todavía nos gustaría saber que le depara la serie a esta subtrama tan poco significativa.
“Vikings” sigue bien firme y bien encauzada en esta segunda parte de su quinta temporada. La idea es demostrar quienes son los personajes más fuertes, y quienes van sucumbir ante la presión y las traiciones. Nos la jugamos y presagiamos un futuro encontronazo entre Alfred e Ivar.