Algún día alguien le hará justicia a lo que Just Cause siempre ofrece a nivel jugabilidad. Algún día un estudio va a terminar de dar en la tecla y aprovechar al máximo el control soberbio de las habilidades de Rico Rodriguez como paracaidista adicto a las explosiones. Algún día un grupo de personas encontrará el tono indicado, el humor apropiado y una estructura de misiones adecuada que vaya de la mano con el hecho de poder hacer levitar tanques, meterles propulsores y así tener nuestro propio medio de transporte improvisado. Porque hasta que ese día llegue, Just Cause seguirá en la intrascendencia de una saga que le pide demasiado al usuario para que interactúe con sus mecánicas pero que nunca termina de motivarlo más allá del disfrute propio de romper todo en un arenero gigante.
Just Cause 4 es un juego de mundo abierto y de acción en tercera persona que se vuelve a dar la cabeza contra la pared con los mismos inconvenientes que han atormentado a la franquicia en sus pasadas ediciones. La principal de ellas es su historia que, incluso con lo ridícula de su premisa, no nos termina de enganchar del todo o aunque sea sacarnos una sonrisa. Resulta que hay un gobierno dictatorial que domina la ficticia región latina de Solís y para asegurar su control utiliza una máquina que controla el clima. Sí, una locura hermosa con la que no hacen realmente nada copado. La misión de Rico Rodríguez es desestabilizar a la Mano Negra, las fuerzas comandadas por Oscar Espinosa y para eso contará con la ayuda de un grupo de rebeldes cuya vestimenta aprovecha la moda de que todo sea color fluor.
Ningún personaje es divertido, ninguno es interesante o memorable, Rico como protagonista no tiene onda alguna y por momentos el juego se toma demasiado en serio así mismo. Los ingredientes están como para hacer una The Expendables versión gaming, sin embargo se termina enrollando con mucho melodrama que no lleva a ningún lado, con cinemáticas que cortan el ritmo del juego y que no hacen más que aburrir al usuario. Porque lo único que vamos a querer hacer cada vez que dos personajes estén dialogando, es adelantar esa secuencia y seguir destruyendo todo en el mundo abierto. Las actuaciones de voz no ayudan a que esto sea más llevadero y el doblaje latino deja mucho que desear con frases traducidas de manera dudosa y con mucho desgano en su ejecución. Desde lo narrativo, Just Cause 4 es otra oportunidad desperdiciada de explotar el potencial de la saga.
Cuando nos detenemos en lo estrictamente jugable, esta aventura comienza a ser mucho más disfrutable. El control del personaje es superlativo, aunque quizás nos cueste un poco entrar en ritmo y entender todo el abanico de posibilidades que nos ofrece. Rico Rodríguez es el medio de transporte definitivo; con nuestro gancho podemos llegar a donde sea y lo vamos a tener que combinar con nuestro paracaídas y con nuestro “wingsuit”. Una vez que ya le encontramos la vuelta, vamos a marcar cualquier punto en el mapa y ni vamos a querer agarrar un vehículo. Simplemente siendo astutos y con viento a favor (que tiene su propio motor y que cambia aleatoriamente generando un realismo interesante), vamos a llegar a todos lados. El efecto que se genera es aquel de sentirse en control total de la situación y de dominar por completo el escenario, a pesar de los muchísimos choques que vamos a tener en un principio con nuestro traje aéreo.
Lamentablemente el escenario que vamos a estar recorriendo combina buenas con malas. Si bien hay una interesante variedad de biomas y regiones (una parte con nieve, otra más desértica y también zonas selváticas o urbanas con mucho poder adquisitivo), cómo están diagramadas o la alevosa cantidad de texturas y modelos que se repiten hacen que pierdan personalidad y no pasen a ser muy distintivas. Porque no sólo se reitera una y otra vez el mismo tipo de asentamiento de las fuerzas enemigas o la misma base militar, sino que son los mismos satélites, tanques de gas o generadores que estaban en Just Cause 3. Incluso si el equipo de desarrollo se tomó un trabajo enorme a la hora de recrear esos mismos modelos en este nuevo motor, la impresión que queda en el usuario es que no hubo demasiado cuidado ni cariño puesto en darle vida a este mundo.
Se preguntarán porqué a esta altura todavía no hablé de aquello que fue la principal arma de promoción de este juego: los tornados, las tormentas y todos los efectos climáticos. Bueno, quizás sea porque no están tan presentes en el juego como pensábamos. Primero y principal, tardan una eternidad en aparecer misiones que involucre algunos de estos fenómenos naturales (o en este caso artificiales). Es insólita la cantidad de horas que vamos a jugar y las muchas misiones que vamos a completar hasta que un tornado se cruce en nuestro camino. Ni siquiera lo utilizaron en la secuencia inicial del juego como para empezar con un trompada efectiva. Si bien el impacto y la gracia de cómo un misil empieza a girar alrededor de un tornado o cómo debemos eludir un rayo de una tormenta eléctrica en algún momento empieza a diluirse, son bastante espectaculares y algo distintivo del juego. El problema es que las misiones en las que los incluyen nunca terminan de tener demasiada creatividad.
Ese es otro de los problemas de Just Cause 4; cómo están diagramadas las misiones no ayuda a tener una experiencia llevadera. Muchas veces los objetivos son confusos o simplemente se tratan de destruir tal o cual base enemiga. Las misiones a modo tutorial no nos enseñan bien las mecánicas y si bien se nos lleva de la mano en los menúes, no se nos enseña realmente cómo interactuar con estos sistemas. Para colmo el mapa es un vómito de letras e iconos mal jerarquizados que hacen confusa la experiencia y que a veces nos dejan pensando cuál se supone que es el próximo objetivo a seguir. Todas las misiones principales se sienten similares y las secundarias tampoco ofrecen demasiada variedad. Ni siquiera unas que involucran a una pseudo directora de películas de acción que te pide que le generes secuencias espectaculares pueden salvar la monotonía de Just Cause 4. Las que sí resaltan son aquellas que involucran todo un costado arqueológico en Solís, con un personaje que nos demuestra que los habitantes indígenas de las región fueron injustamente acusados y cómo Espinosa manipuló el relato. Estas misiones involucran puzzles para ir descubriendo cuevas desparramadas por todo el mundo abierto y así obtener recompensas.
Más allá de ir completando la historia, vamos a querer completar estos objetivos por un par de motivos principalmente. El primero de ellos tiene que ver con cómo se irá llenando un medidor que nos irá dando batallones de refuerzos rebeldes que se convierten en un item consumible para liberar regiones de Solís. Cuando abrimos el mapa, vemos que hay regiones controladas por la Mano Negra y otras que fueron liberadas por nosotros. Para progresar en la historia vamos a tener que ir consiguiendo cada vez más sectores e ir liberándolos. Esto pasa a poblar las bases con aliados y a sentir su presencia en las distintas rutas; la sensación de progresión está atada a cuántas regiones del mapa vamos acaparando.
El otro motivo tiene que ver con ir mejorando nuestro gancho y sus habilidades. En este cuarto juego, la herramienta favorita de Rico está más completa que nunca. Vamos a tener globos al estilo fulton para hacer levitar cosas, vamos a poder meter propulsores, atraer ciertos objetos uniéndolos, entre varias otras funciones. Pero los desarrolladores elaboraron un sistema en el que podemos customizar por completo hasta tres configuraciones de gancho distintas y cambiar a cada una de ellas sobre la marcha: podemos elegir qué función se activa automáticamente, cuál apretando una vez la flecha para arriba y cuál manteniéndola. Podemos combinar eso de la manera que queramos, también decidir la intensidad de cada parte, etc. Como si fuera poco, también podés desbloquear efectos especiales para cada uno de estos modos del gancho: globos que explotan de cierta manera, hacer volar por los aires a dos objetos cuando se chocan, etc. El grado de customización que ofrece el juego y las infinitas posibilidades que nos da este gancho son una delicia y terminan generando los momentos más divertidos de esta experiencia. Lo mejor llega cuando nos ponemos a experimentar y dejamos nuestra imaginación volar para ver cómo gira una y otra vez un tanque flotando en el aire. ¿Se imaginan lo que sería un sistema de juego así en un título con una historia bien desarrollada, con un humor apropiado y con un mundo que da placer recorrer? Just Cause 4 podría ser mucho más de lo que es, pero agota todos sus recursos en su jugabilidad y se olvida del resto.
El mundo abierto podrá tener biomas variados pero carece de alma, de corazón, de identidad. Cada casa, edificio, auto, animal o persona que nos cruzamos termina siendo ultra genérico y no ayuda a la inmersión. Cada vez que terminemos pisando tierra vamos a querer volver al aire de manera automática no para no perder ritmo, sino porque nos vamos a espantar con lo que vemos. Nada de esto es ayudado por lo flojas que se ven las texturas y la iluminación en general en una PS4 base (versión con la que fue realizada este análisis); a nivel visual mejora en PC pero tampoco termina siendo un juego increíblemente atractivo. Lo que sí se puede destacar es que a diferencia de Just Cause 3, este por lo menos mantiene 30 cuadros por segundo estables en consola.
Just Cause 4 es ese juego que siempre promete pero que nunca puede despegar del todo. Es su peor enemigo y cada buena decisión es desalentada por otros sistemas que no terminan de hacer pie. Por cada genialidad que podemos hacer con el gancho, tenemos una cinemática innecesaria que nos quita ritmo y nos aburre. Por cada base en la que hagamos explotar todo mientras planeamos con nuestro paracaídas, tenemos que soportar chistes mal ubicados y poco graciosos. Rico Rodriguez no tiene carisma alguno como protagonista y los personajes que lo rodean tampoco nos van a enamorar. Un diseño de misiones insulso terminan tirando para abajo a una jugabilidad con muchísimo potencial y recursos. Just Cause es una saga que viene en declive y que se somete la inevitable comparación con otros juegos recientes de mundo abierto tanto en aquello que entrega como producto (donde sale perdiendo por goleada) y en el hecho de ser un juego de precio completo pero que no ofrece un paquete de contenido adecuado a 60 dólares. Sus mecánicas quizás se merecen otra chance, pero los días parecen contados para las aventuras de Rico Rodriguez.