La segunda película de Gonzalo Tobal -“Villegas” (2012)-, se mete de lleno en el drama legal y los pormenores del juicio contra Dolores Dreier (Lali Espósito), joven estudiante de indumentaria que, hace poco más de dos años, fue acusada de matar a su mejor amiga Camila, quien fue hallada con heridas fatales tras una fiesta de despedida organizada en su propio departamento.
Dolores fue la última que la vio con vida, y sin otros sospechosos a la vista, se convirtió en la única responsable ante los ojos de las autoridades (que no siguieron investigando), de la sociedad (la primera en juzgar), los medios (los primeros en condenarla), algunas de sus amigas y su propia familia, a la que no parece importarle tanto la verdad, como que su hija se libre de la cárcel.
Desde el hecho, Dolores no sale de su casa, y si lo hace es bajo la estricta vigilancia de su mamá Betina (Inés Estévez) y su papá Luis (Leonardo Sbaraglia), que empeñaron hasta lo que no tenían para contratar al mejor abogado defensor, Ignacio Larocca (Daniel Fanego). Los días son un suplicio para la joven que consume su tiempo entre tardes de juego con su hermano menor, visitas de sus compañeras y un “noviecito”, que parece creer en su inocencia.
Se acerca el juicio, el circo mediático la rodea, y Dolores empieza a sentir la presión y los miedos ante la perspectiva de ser encontrada culpable. La evidencia parece irrefutable y son sus propias dudas (y sus recuerdos enmarañados) los que empiezan a jugarle una mala pasada.
Tobal pone a los Dreier en el centro de la escena, y sobre todo a Dolores, una chica imperturbable que fue juzgada antes de tiempo, justamente, por no demostrar sus sentimientos en público y el dolor por la pérdida de su amiga, como todos hubieran esperado que lo hiciera. El hermetismo familiar no ayuda, y así se construye una trama donde, al final, cualquiera puede resultar culpable del hecho.
El director, y co-guionisa junto a Ulises Porra, logra crear buenos climas y sembrar algunas dudas en el espectador, pero falla en varios puntos: si bien hay veracidad desde el marco legal y los procesos que se ven a lo largo del juicio, la historia deja un montón de detalles librados al azar y “errores” que rompen con ese realismo que nos tratan de vender a cada rato. Como si no pudieran justificar ciertos baches argumentales y ahí aparece el tan mentado “un hechicero lo hizo”.
Será que tenemos mucho drama detectivesco encima (culpamos a “La Ley y el Orden” y “C.S.I”) y suponemos un montón de cosas, pero igual nos choca que, por ejemplo, la policía haga un allanamiento en la casa de la acusada recién durante el juicio y encuentre pruebas que estuvieron ahí, a la vista e inmutables, dos años y medio después del asesinato. Un poquito agarrado de los pelos, pero al final a “Acusada” (2018) no le queda otra, porque no puede encausar una trama que se apresura demasiado a cerrar todos esos cabos sueltos, dejando más interrogantes que respuestas.
Suponemos que la idea de Tobal es dejar una historia abierta para que el espectador saque sus propias conclusiones. Pero a los que estamos de este lado nos faltan datos y momentos cruciales, sobre todo cuando se trata de la víctima, olvidada entre tantos dramones familiares. Camila es apenas un recuerdo en la mente de los realizadores y en la lucha de su mamá para encontrar al culpable de su muerte. Nunca podemos identificarnos con su causa, y ese distanciamiento crea una nebulosa cuando se trata de Dolores.
Todo gira a su alrededor y, sobre todo, la relación con su entorno: sus padres (y un matrimonio que se está yendo al cuerno), la confusión de su hermanito, sus amigas… todos divididos al no estar convencidos de su culpabilidad o inocencia. Y ahí está el segundo gran error de la película, delegar todo el peso y dramatismo sobre los hombros de la protagonista. Lo sentimos Lali, pero con una sola expresión (se supone que es esta imperturbabilidad), no convencemos a nadie.
Se entienden las intenciones, aunque en la práctica, y después de hora y media de metraje, esa cara de nada aburre un poco. Y no se trata de prejuicios, ya que la actriz hace su mejor esfuerzo, pero este tipo de historias requiere un poco más profundidad para calar con el compromiso de la audiencia.
“Acusada” funciona la mayoría del tiempo, entre el presente turbulento de los Dreier, flashes de esa noche desgraciada (confusos, ya que salen de los recuerdos todavía más confusos de la protagonista), los alegatos del juicio y la espera del veredicto.
Puertas adentro, la dinámica familiar en un tanto extraña. Estévez y Sbaraglia lo hacen de taquito, pero sus personajes no terminan encajando y, muchas veces, sus actitudes son tan frías como las de su hija de la ficción. Claro que interesan más las apariencias y el qué dirá la gente, pero en el caso de mamá Dreier no hay ni un atisbo de consuelo, mucho menos conocer la verdad de los acontecimientos.
Antes del desenlace, “Acusada” ya se va quedando por el camino, en parte por las interpretaciones, pero mucho más por esos baches narrativos e incongruencias que se van interponiendo a lo largo de la trama. No es una mala película, sólo que no es brillante, y aunque trata de transmitir toda esa angustia y claustrofobia por la que atraviesa la protagonista, nunca termina de concretarlo realmente. Igual, es una buena alternativa para los amantes del drama legal sin muchas pretensiones.
LO MEJOR:
– La trama judicial en sus primeras instancias.
– Que el foco esté puesto en la acusada, aunque se olviden de la víctima.
– La interacción con el entorno familiar.
LO PEOR:
– A Lali le falta drama.
– Mucho bache e incoherencia argumental.