En el año 2005 Kevin Feige tuvo un sueño: la creación y desarrollo de una mega franquicia comiquera compartida, que reuniera a todos (o casi todos) los héroes de la ‘Casa de las Ideas’. “Iron Man – El Hombre de Hierro” (Iron Mna, 2008) fue la patada inicial del Universo Cinematográfico de Marvel (o MCU), un éxito instantáneo que elevó hasta la cima, incluso, a personajes de la B de las páginas de los cómics. Nadie puede ser lo suficientemente miope para ignorar el suceso de este modelo, una fórmula que muchos quisieron imitar, pero pocos lograron, porque acá siempre hubo una visión clara y a futuro de lo que se pretendía para la franquicia.
La suerte consiguió que más temprano que tarde, Tony Stark, Hulk, el Dios del Trueno, Capitán América y Spider-Man, entre tantísimos otros, se agruparan bajo el mismo paraguas de los estudios Marvel y Disney, una movida que, obviamente, les permitió a los realizadores mantener el control de sus criaturas cinematográficas, sin tener que rendirles cuentas a otras compañías. El marketing, los presupuestos elevados y el talento delante y detrás de las cámaras hicieron su magia para que, después de más de diez años y 22 películas, el MCU se convirtiera en la franquicia más exitosa de todos los tiempos, una marca imborrable dentro del género y un elemento esencial de la cultura pop que unió a varias generaciones.
Tenemos historias brillantes, otras muy buenas y unas cuantas irregulares (bah, bastante flojitas), pero todas cumplieron un cometido: presentar en sociedad a estos personajes tan queridos y contribuir constantemente a la construcción de este universo cada vez más expandido. Desde que Nick Fury (Samuel L. Jackson) se le acercó a Tony Stark (Robert Downey Jr.) con la famosa “Iniciativa Avengers” en la cabeza, Feige sabía que tenía algo grande entre manos y puso todo su esfuerzo para llevarlo a buen puerto.
Pero hay algo que trasciende los números de taquilla o los puntajes de la crítica, y esa es la inversión que hicieron los fans, y el público en general, a lo largo de esta década de aventuras superheroicas donde, muchas veces, eligieron un bando y apoyaron a sus personajes favoritos. Cada una de las instancias los trajo hasta acá, la conclusión de una etapa (ahora conocida como la Saga del Infinito) que pretende cerrar este ciclo y abrir uno nuevo para los protagonistas y las historias que traerán a cuestas. Porque claro, esto no se acaba.
“Avengers: Endgame” (2019) es el fin de muchas cosas, de entrada, la resolución de una trama que (seamos sinceros) quedó bastante abierta después de los sucesos de “Avengers: Infinity War” (2018) y el temido chasquido de Thanos (Josh Brolin). Tras juntar las seis Gemas del Infinito, el Titán logró su propósito: balancear el universo erradicando a la mitad de la población. Un hecho que, ante sus ojos, tiene la debida justificación, pero no deja de carecer de unas cuantas aristas morales. En resumen, todos salieron perdiendo, incluso más los que sobrevivieron a esta caprichosa selección natural.
Esta nueva instancia encuentra a varios de los supervivientes lidiando con lo que acaba de pasar y buscando una solución inmediata para intentar revertir lo sucedido entre la pena y el dolor. Unos veinte días después del suceso, Steve Rogers (Chris Evans), Black Widow (Scarlett Johansson), Thor (Chris Hemsworth), Rocket (Bradley Cooper), Rhodes (Don Cheadle) y Bruce Banner (Mark Ruffalo) creen tener un plan entre manos, pero el fracaso parece inevitable porque el destino no es algo que se pueda torcer así, tan fácilmente. Si para ese entonces, los Avengers ya no estaban quebrados (física y emocionalmente), esta es la gota que termina rebalsando el vaso, dispersando sus destinos para intentar reconstruir, junto con el resto del mundo (y la galaxia), un futuro que parece bastante esquivo.
Y sí, “Avengers: Endgame” es un spoiler detrás de otro, y en estas escuetas líneas vamos a omitir una infinidad de detalles (más o menos como los tráilers de la película, je). Lo concreto es que la historia de Anthony y Joe Russo (y el guión de Christopher Markus y Stephen McFeely) nos traslada cinco años después, donde la población todavía intenta sanar sus heridas y seguir adelante, al igual que nuestros héroes, muchos concentrados en su trabajo justiciero, y otros tantos en sus nuevas y mundanas vidas, alejados de las aventuras y las misiones peligrosas.
Pero entre la desesperanza de algunos, la perseverancia de otros y una vueltita de tuerca, surge una nueva posibilidad y ahí es cuando el equipo se TIENE que volver a juntar y confiar en este plan mucho menos improvisado que podría lograr invertir el juego… o empeorar muchísimo más las cosas. El tiempo no siempre sana las heridas, y la confianza no siempre sobresale entre los Vengadores, pero acá se trata de dejar de lado cualquier diferencia, culpa y baja autoestima para permitir que los héroes sean héroes una vez más, cueste lo que cueste.
Los hermanos Russo, fieles a su reputación, entregan algo más que una aventura superheroica. A ellos les tocó tomar la posta de Joss Whedon para seguir desarrollando el camino de estos personajes, cada vez más complejos y humanos, con sus fallas y sus virtudes. “Endgame” es la conclusión perfecta para “Infinity War” y estos primeros diez años, dejando que cada protagonista tenga su momento de lucimiento, pero sobre todo de redención e introspección para confrontar sus miedos y sus errores, y encontrar esa nueva (o vieja) razón por la cual luchar. Estamos ante algo que no es simplemente una secuela o una película superheroica que puede analizarse fuera de contexto (sorry, espectador casual), es la parte de un todo, la última pieza de este gran rompecabezas, el evento que debe amalgamarlo todo y salir bien parado.
Ahí es donde reside su épica y donde se lucen sus mejores elementos, entre ellos, la destreza de los directores a la hora de la acción y los grandes enfrentamientos (acá grande debería ir con mayúsculas); el timing para la comedia de sus guionistas, demostrando una vez más que no hace falta ser solemne a cada momento (aunque no todos los chistes son bien recibidos y a veces la exageración gana la pulseada); la profundidad de sus personajes principales porque este es su recorrido, y la habilidad de mezclar géneros y mantener el ritmo a lo largo de casi tres horas de película.
En medio del drama y el dolor de gran parte del primer acto, terminamos disfrutando de una clásica y entretenida historia de atracos -donde el plan se desarrolla, se ensaya y se ejecuta muy al estilo y la cacheres de “La Gran Estafa” (Ocean’s Eleven, 2001)-, para luego volver a la épica de la batalla que un desenlace como tal se merece, manteniendo un perfecto equilibrio entre las partes. No todas las decisiones narrativas se aplauden de pie, ni los efectos especiales funcionan -algunas elecciones son un tanto “polémicas”-, así como ciertos momentos grandilocuentes, tan celebrados como forzados (los charlamos en una review con spoilers). El saldo siempre es positivo y hasta se siente una película menos apresurada que su antecesora. Los Russo toman sus pequeños riesgos, sobre todo cuando se trata del tono que quieren imponer y el cierre que le quieren dar a sus protagonistas, pero no dejan de jugar un poquito a lo seguro. Claro que esto tampoco es tan malo, es el modelo al que se apegaron y el cual les devolvió el éxito.
Seguramente, muchos de ustedes saldrán lagrimeando del cine por el simple hecho del espectáculo atestiguado. Una reacción más que válida porque, en definitiva, “Avengers: Endgame” lo es. Es una recompensa a la lealtad, una fiesta para el fan, para el amante de los superhéroes y para aquellos que vienen bancando este proyecto desde el año 2008, en las pelis y en la tele.
Y ahí es cuando surge mi disyuntiva a la hora de poner un puntaje, un numerito que no dice mucho más de lo que ya está escrito más arriba, sino que lo resume. La realidad es que mi inversión en estos personajes, estas historias y este universo cinematográfico no es emocional, sino más bien un objeto de análisis que no siempre toca las mismas fibras que las del espectador. Acá me siento un tanto distante y la subjetividad puede jugarme en contra (porque juega mal en ambos sentidos, eh), nublando ese juicio final que no me permite considerarla LA mejor película de superhéroes de todos los tiempos, sino UNA de las mejorcitas, más aún si la tomamos como “cierre de franquicia”.
Un cierre redondo que no deja muchos cabos sueltos ni tampoco muchos indicios de lo que nos depara el futuro del MCU, y tiene como prioridad rendirles el debido homenaje a cada uno de estos protagonistas, aunque no se esfuerza con otros tantos personajes. Si “Avengers: Infinity War” se centraba en Thanos y su propio recorrido, acá los Russo dan vuelta la tortilla y cambian el foco hacía el lado de los buenos, logrando una conclusión balanceada que se hace eco de este enorme universo compartido recargado de guiños, referencias a montones, fantasía, ciencia ficción y héroes tan estoicos como vulnerables.