ANÁLISIS | Anima

En un mundo híperconectado y una industria del entretenimiento que se retroalimenta constantemente, no resulta ninguna sorpresa la avanzada promocional de “Anima” (2019), tercer álbum solista de Thom Yorke -cantante de Radiohead-, que sale al mercado acompañado de un cortometraje dirigido por Paul Thomas Anderson. PTA no es ajeno a estas aventuras musicales, ni mucho menos a las colaboraciones junto al artista inglés, con el cual ya trabajó en “The Numbers”, “Present Tense” y “Daydreaming”, tres videos del álbum “A Moon Shaped Pool” (2016).

“Anima”, el corto, llega conjuntamente a las pantallas de Netflix y salas IMAX seleccionadas por el mundo, una apuesta más que experimental y arriesgada para el director, el músico y la plataforma de streaming. El video engloba tres de las nuevas canciones de Yorke –“Not the News”, “Traffic” y “Daw Chorus”– a lo largo de una pequeña historia de quince minutos -o a un rollo de película- protagonizada por el mismo Thom, la actriz italiana Dajana Roncione (su pareja actual, para la sección de chimentos), y un conjunto de bailarines que acompañan esta extraña relación en constante búsqueda de conexión.

Anderson y su cámara prodigiosa -con la fotografía de Darius Khondji (‘Pecados Capitales’)- nos pasean por diferentes escenarios de Francia y Praga en un verdadero viaje (literal y metafórico) para este personaje que, de entrada, no parece encajar con su entorno. Todo comienza en el vagón de un subterráneo, donde los pasajeros/trabajadores luchan por no caer en el letargo de la monotonía. La coreografía de Damien Jalet -con el que Yorke colaboró durante la remake de “Suspiria” (2018)- nos muestra una masa uniforme de individuos de la que el protagonista trata de distanciarse/diferenciarse, sobre todo cuando intenta conectar con Roncione, otra pasajera que olvidó una pequeña caja.

Lo que sigue es la parte más surrealista de este “relato”, un personaje marginado que luchar contra la marea y sus propias “pesadillas”, mientras intenta escapar y conectar con esa mujer que también se apartó de la multitud para devolverle la mirada. Una danza dentro de la danza que casi no necesita de las letras de Yorke, sólo del ritmo de sus melodías, la coreografía de Jalet y el acompañamiento de los planos y movimientos de cámara de PTA.   

Thom es nosotros en la línea B, a las ocho de la mañana

Músico y cineasta aprovechan esta colaboración para llevar su arte a la máxima expresión sin ataduras ni convenciones de por medio. Una experiencia que se disfruta por lo que es: un ensayo visual y sonoro ligado a muchos de los sentimientos y tópicos que ambos comparten desde la música y arte cinematográfico. El existencialismo está presente en cada fotograma sin ser abrumador, justamente, porque se permite constantes cambios de tono y esa unión que tarda, pero llega.

¿Es este el puntapié para una nueva forma de promoción o sólo un experimento aislado? El tiempo (y los números de Netflix) dirá si el espectador está abierto a estas nuevas/viejas prácticas artísticas que ahora parecen tener más plataformas de difusión a su alcance. Se aplaude la iniciativa y esta nueva colaboración que podríamos ver, también, reflejada en la próxima película del director de “El Hilo Fantasma” (Phantom Thread, 2017).