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¿Qué buscamos en un videojuego? El concepto del entretenimiento y sus incontables formas de hacerlo propio

Si bien podemos encontrar definiciones académicas de muchas cuestiones, definir qué es un videojuego, qué es una experiencia narrativa o una película interactiva, por ejemplo, puede estar en claro. Pero definir qué es el entretenimiento en sí, es una visión que depende de cada uno y su propia búsqueda.

Hace algún tiempo atrás, e impulsado por una amiga, decidí jugar al Neverending Nightmares, un título que tenía en mi biblioteca de Steam y que, como tantos otros, nunca había jugado. Le quise dar una oportunidad porque siempre me agradó cómo se veía, su estética visual, la búsqueda que tenía esta misma. Ese aspecto tan artístico, hecho a mano alzada, como si fuese parte de un fanzine hecho por un grupo de amigos ilustradores que quieren comunicar mucho más que unas simples viñetas de acciones superheróica. Y claro, también me atrapaba el hecho de que era un juego de terror, o al menos eso prometía.

La premisa fue clara desde un principio, apenas comencé a jugarlo: no entendía nada de lo que estaba pasando, y ese no entender, era parte del propósito del juego. El título, como mecánica única, nos propone utilizar cinco teclas solamente (arriba, abajo, derecha, izquierda, acción), y el resto es puro entretenimiento, o, al menos, entretenimiento a como yo lo entiendo y lo vivo. La historia, entonces, nos mete de lleno en la piel del personaje principal, nos hace vivir lo que él vive, nos llena de locura, de ganas de seguir explorando, nos muestra situaciones perturbadoras y a la vez, atrapantes, que nos permiten disfrutar las tres horas de gameplay, aproximadas, que tiene este bello desarrollo.

Aquí nace, entonces, esa línea tan fina, y muchas veces presa de una mirada despectiva e innecesaria, que se debate entre el ser o el no ser. ¿Es un videojuego un título que carece de ciertos aspectos que debería tener un videojuego según las “reglas” más estrictas? Para muchos, atados a esta mirada, no estamos hablando de un videojuego per se en este caso, sino más bien de una experiencia narrativa, una aventura sin demasiada dificultad (aunque a mí por momentos las cosas se me pusieron complicadas, debo admitirlo), donde lo que realmente importa es la historia, la dinámica narrativa, el halo que envuelve los sentimientos que se pretenden contar. La experiencia emocional. ¿Tener todas esas cualidades lo alejan de ser un videojuego, entonces? El debate es interesante, cuando menos, aunque antes de hacerme la pregunta ya tengo en clara la respuesta.

En ese mundo, hay gustos y colores para repartir. La pregunta que se genera en contraparte, entonces, sería: ¿Qué buscamos en un videojuego? Los videojuegos son entretenimiento, ni más ni menos, pero dependen, siempre, de la mirada de cada uno. Podemos encontrar la definición de “entretenimiento” si la buscamos, pero no podemos escaparnos de que cada uno tiene su propio sentir sobre el cine, los videojuegos, la literatura, la pintura, la música, y decir que algo tiene que ser de tal forma, es ignorar por completo que cada uno ve las cosas como quiere, como puede, y siempre se está atado a experiencia previas, a nuestra cultura, a nuestros gustos y, como siempre, a nuestros sentimientos y emociones. Y ahí está la amplitud, las gamas infinitas de colores, la diversidad de miradas y opiniones. No solo de gustos, sino también de necesidades. De nuevo, vuelve la pregunta: ¿Qué buscamos en un videojuego? La respuesta, por ende, define lo que cada uno siente a la hora de sentarse a jugar.

Personalmente, no me atraen los juegos que necesitan muchísimas teclas (botones, como quieran decirle) para poder jugar, o aquellos que tienen una cantidad inmensa de opciones y configuraciones y habilidades, por ejemplo. No me atraen los juegos donde la dificultad es más importante que la historia. Y esto no significa que esos juegos sean malos, para nada. Simplemente, con mi forma de ser, mi experiencia, mi trasfondo, mis gustos y mi propia búsqueda, me atraen otras cosas. Me atraen los juegos cinematográficos, donde la historia me lleva por diferentes lugares y me contagia sus propios sentimientos. Me atraen las visuales que se complementan con la música y generan estadios emocionales que van de la mano con la propuesta de la historia. Me gusta más pensar que accionar por mera repetición, me gusta explorar, me gustan los desafíos que se basan en puzzles. Desgraciadamente, o no, depende de quién lo mire, soy una persona un tanto más compleja. Como muchos de los juegos que suelo apreciar.

Por eso mismo, también me atraen los juegos de acción donde nos tenemos que poner en el papel de alguien rudo, que tiene que eliminar a todo lo que se le cruce, así sean monstruos, alienígenas, demonios, o los villanos políticos de turno. Muchas veces mi entretenimiento pasa por mis emociones, y no tanto por el gameplay en sí. ¿Qué me contagia ese juego? ¿Qué me produce? ¿Desde qué lugar me mueve? Aunque todo tiene que ver con todo, siento que lo que me limita en este mundo de los videojuegos tiene más que ver con las mecánicas que con el juego en sí. Hay mecánicas que me sacan de la historia que quiero vivir.

¿Qué buscamos en un videojuego? Creo que, al menos yo, lo tengo en claro.

Y en claro está, también, que no todos tienen el mismo gusto, o la misma forma de ver las cosas, y esa es la magia de todo esto. ¿Qué nos divierte? ¿Qué nos entretiene? ¿Qué es para nosotros el entretenimiento? ¿Qué significan los videojuegos en nuestra vida?

El entretenimiento, al menos para mí tomando su concepto más puro, refleja el acto de “desviar la atención” de un lugar a otro. Aplicado a los videojuegos, esto puede suponer la necesidad de aislarnos de nuestros problemas o situaciones cotidianas, para sumergirnos en diferentes historias que, al menos por unas horas, nos despejan la mente. También existe esa atracción de “querer ser lo que no somos” y todo lo que eso conlleva, como ya hablamos en esta otra nota hace algún tiempo atrás. Seguramente, a muchos les gustaría ser, por ejemplo, Chris Redfield de la saga Resident Evil. ¿A quién no le gustaría vivir todas las aventuras de Lara Croft? Personificar a quien no somos, como cuando el ñoño Peter Parker se convierte en el habilidoso Spider Man.

Como dice un gran escritor británico, y creo que afirmamos todos los que amamos los videojuegos: “lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido”. No sé cómo serán quizás las cosas ahora, pero cuando yo era adolescente, y cuando empezaron a pasar los años, la gente solía pensar que aquellos que se divertían con los videojuegos a pesar de su edad, eran inmaduros, y tomaban dicha actividad como algo “poco serio”. Miento: todavía sigue pasando. Me ha pasado hace muy poco tiempo, por parte de una amiga que no supera la treintena de edad, cuando subí una imagen a Instagram porque estaba feliz de volver a retomar el DOOM Eternal. “Hacer algo de una persona de tu edad, nunca, ¿no?”, me dijo. Y detrás de la broma hay algo de verdad, de una mirada que gran parte de la sociedad tiene sobre aquellos que seguimos amando los videojuegos y que ya no tenemos ni 10, ni 20, ni siquiera 30 años.

Agradezco, entonces, tener en claro lo que es (al menos para mí) el entretenimiento, tener la edad que tengo y seguir disfrutando de los videojuegos. Porque, humildemente, creo que no hay edad para alejarnos de lo que nos resulta aburrido y, con eso en mente, buscar una distracción que pueda complementar nuestras vidas desde lo positivo. Me resulta completamente sano buscar eso que nos hace feliz, sin molestar a nadie. ¿Qué buscamos en un videojuego? Creo que, a estas alturas, la pregunta se responde sola, y cada uno sabrá cómo responderla cada vez que se siente a disfrutar de una nueva aventura que los trasporte hacia otro mundo.