Dependiendo del background que uno tenga en el gaming, el concepto de “raids” es algo con lo que puede o no estar familiarizado. Estas misiones usualmente se encuentran en juegos con componente multijugador y por lo general requieren coordinación entre los participantes debido a mecánicas únicas, convirtiéndolas en un estilo de misión que suele considerarse de dificultad más alta de lo normal. Como alguien que no viene del gaming de PC, mi experiencia con los raids fue poca y mala, pero en estos últimos días por fin pude superar ese miedo al fracaso que la idea de un raid me provocaba desde hacía tiempo.
Para poner en contexto la situación, primero tengo que mencionar por qué mi relación con los raids era tan complicada. Mientras que los jugadores de PC conocían más sobre raids gracias a MMOs como World of Warcraft, mi condición como jugador de consola limitó muchísimo mis experiencias con este tipo de misiones. Recién con el lanzamiento de Destiny 2, allá por el 2017, fue cuando me propuse probar un raid. Destiny es una serie que toma prestados varios conceptos del género de MMOs, pero para cuando jugué el Destiny original ya no había nadie como para ayudarme a probar un raid. Destiny 2, recién lanzado, era mi oportunidad perfecta.
Lamentablemente, esa experiencia que tantas ganas tenía de jugar salió estrepitosamente mal. Con la idea de prepararme para el raid, que en Destiny 2 no ofrece matchmaking alguno, me uní a un clan argentino. Ya con el equipamiento necesario y con la mitad del grupo de jugadores habiendo superado el raid, decidimos apartar una noche para que los más nuevos como yo podamos jugar esta misión. Empezamos alrededor de las 9 de la noche, y entrada la madrugada, casi llegando a las 3, habíamos terminado recién un tercio del raid. Los que ya habían hecho el raid lo completaron en su momento en menos de 4 horas.
Esa experiencia fue una pesadilla. La tensión se sentía incluso a través del chat. Cada error nos hacía reintentar ese segmento desde el principio, y con cada reintento el tono de los jugadores que nos guiaban a los nuevos se tornaba más y más irritado. Eventualmente, dejamos el raid sin completar, y yo nunca más volví a tocar un raid en Destiny, ni tampoco quería hacerlo en juegos similares. Ya de por sí no suelo ser una persona que se sienta cómoda hablando por voice chat con desconocidos, pero aquella experiencia terminó de convencerme de que la idea de este tipo de misiones simplemente no era lo mío.
Con el paso de los años, cada juego que me gustaba pero que ofrecía raids o contenido similar terminaba siendo un juego que no experimentaba por completo. Incluso cuando juegos como Monster Hunter World empezaron a añadir misiones más complicadas mi deseo más fuerte era que no me fuercen a comunicarme con otra gente. Sin embargo, hubo un juego que rompió la maldición y finalmente me convenció a darle una nueva oportunidad al concepto de raids.
Granblue Fantasy, juego del cual nunca me voy a cansar de hablar, usa raids como la base de su contenido. La gran mayoría de las misiones que importan para grindear recursos pueden jugarse entre 6, 18 o hasta 30 personas. La naturaleza del juego, sin embargo, hace que si 30 personas juegan ese raid, lo más probable es que la misión se termine en cuestión de segundos. Esa idea de misión difícil que requiere coordinación y comunicación no aplica tanto para este contenido, y se asemeja más a simplemente una misión multijugador común y corriente. Así y todo, el juego cuenta con raids que tienen mucho en común con el concepto clásico de estas misiones, pero siempre me negué a jugarlos. Para mi pesar, al haber llegado a lo que se podría clasificar como el “endgame” de Granblue Fantasy, el único contenido que me quedaba por conquistar eran estos raids.
Después de más de un año y medio de juego, finalmente me animé a enfrentar uno de estos raids del endgame. El jefe del raid, Lucilius, da ítems que a estas alturas del juego necesito para seguir aumentando mi fuerza, por lo que pasé buena parte del último mes preparándome para ese raid. Ya habiéndonos organizado con la Crew a la que pertenezco, el equivalente en Granblue Fantasy a los clanes, decidimos día y horario. Más de la mitad de los que íbamos a enfrentar el raid nunca habíamos jugado esa misión. Inevitablemente, el raid falló en el primer intento.
Sin embargo, y a diferencia de el raid de Destiny 2, no me sentí derrotado, sino todo lo contrario. A pesar de haber fallado, sentí como si me hubiese sacado de encima un enorme peso. Eso a lo que le tenía tanto rechazo y temor resultó no ser ni la mitad de espantoso de lo que esperaba. Al final, la batalla más grande contra el raid era la psicológica. Lo que más me sorprendió, para bien, fue que la enorme lista de acciones y coordinación que requiere el raid terminó siendo más peligrosa que los ataques de Lucilius en sí. Y además, el haber fracasado en el primer intento me dejó en claro que fallar es completamente normal.
Ahora siento que finalmente superé los miedos que aquella experiencia en Destiny 2 me instaló. De hecho, después de aquel intento fallido en Granblue Fantasy volví a jugar aquel raid, pero esta vez con un amigo que tiene más experiencia en esa misión. Puedo decir con mucha alegría que ya van varias veces que pude completar ese raid, y que incluso las veces que fallamos me resultan divertidas. Quizás sea porque tengo gente con la que me siento cómodo, o porque Granblue Fantasy es un juego que adoro. Lo cierto es que de ahora en más la idea de jugar un raid no me va a parecer algo tan terrorífico. No es que vaya a volver a Destiny 2, pero al menos mi futuro en juegos online se ve más brillante que en aquel entonces.