Después del reciente evento en el que finalmente se reveló la Playstation 5, pensé que iba a tener una respuesta a la pregunta que me viene comiendo la cabeza desde que empezaron los rumores de la next-gen: ¿cuánto van a costar estas consolas? Ya desde el vamos, a mi me resultó un tanto apresurado la idea de una nueva generación considerando que las consolas actuales todavía tenían mucho para dar, especialmente gracias a la Playstation 4 Pro y Xbox One X. Pero evidentemente la industria piensa diferente y acá estamos hoy.
A pesar de saber cómo se ve la consola y que habrá dos versiones, todavía no sabemos con exactitud el precio de la Playstation 5, y mucho menos de la Xbox Series X. Este juego de ver quién arroja la primera piedra es un ida y vuelta cansador, que tapa como una sombra gigante cualquier emoción que pueda sentir al ver tráilers de juegos nuevos y brillantes. Sí, Hitman 3 va a ser un juego maravilloso y el remake de Demon’s Souls es algo que necesito jugar, pero no puedo ponerme contento cuando todavía no sé qué inversión voy a tener que hacer. Esta sensación se resalta más todavía cuando tengo una Playstation 4 Pro perfectamente funcional abajo de mi televisor.
El gaming es un hobby costoso y siempre lo fue, pero en estos últimos años y por estos lares, la cantidad de dinero que pide de uno se está yendo de las manos. Por supuesto que la situación de la economía local no tiene ningún tipo de correlación con el gaming, pero una vez que uno cubre sus necesidades básicas y puede ver lo que le queda en el bolsillo para darse un gusto, comparar ese número con el cada vez mayor precio del gaming en general provoca angustia. Ni que hablar del enorme elefante que llena la habitación que es este 2020.
No hay que olvidarse el contexto en el que estamos: el mundo entero se ve afectado por una pandemia cuyo fin nadie puede predecir. La economía mundial tiene que enfrentar problemáticas causadas por algo que nadie puede controlar y que perjudican a incontables industrias y personas. ¿Cómo voy a emocionarme por la salida de una consola que me va a costar un ojo de la cara, si ni siquiera sé si para fin de año voy a poder juntarme con mi familia? Yo ya consideraba que la next-gen se estaba apurando mucho, pero ahora me parece directamente una mala decisión por cuestiones obvias.
Por el otro lado, la idea de tener una nueva consola con juegos nuevos puede funcionar como escapismo de esta situación. Mi lado optimista quiere creer que para la época de las fiestas, en la que se espera que llegue la next-gen, todo esto va a quedar atrás. Pero así y todo, considero un poco irresponsable el pensar que el mundo entero se va a recuperar de la noche a la mañana y que nos podemos preocupar por qué comprar para las fiestas, cuando estamos en junio y todavía no sabemos cuándo va a ser seguro salir a la calle. Hace unos meses estaba casi convencido que Sony y Microsoft considerarían esto y retrasarían las consolas next-gen para el año que viene, pero es obvio que eso nunca estuvo en sus planes.
Peor todavía es la intensidad con la que esta industria se maneja hoy en día. Existen tantas opciones para entretenernos, tantos juegos que valen la pena, y tantos títulos dignos de experimentar, que pareciera que las conversaciones se dan a la velocidad de la luz. ¿Se acuerdan de Doom Eternal? Es un juego que salió hace unos meses y del que hoy en día nadie habla. ¿El remake de Resident Evil 3? ¿Nioh 2? ¿Gears Tactics? Así como vinieron, se fueron. Nos acostumbramos tanto a agotar las conversaciones lo más rápido posible para mover al siguiente gran lanzamiento que cuesta creer que estos juegos son tan recientes. A The Last of Us Part II inevitablemente le pasará lo mismo; el mes que viene seguro va a ser dejado de lado hasta fin de año cuando todo el mundo quiera hablar de lo mejor que jugó en 2020.
Gracias a esa intensidad, cuando pienso en la pregunta “¿quién va a tener ganas de comprar estas consolas cuando salgan?”, la respuesta es obvia: nosotros. Yo, que estoy escribiendo estas líneas. Vos, que las estás leyendo. La gran cantidad de gente que quiere estar al día con todo lo que tenga que ver con el gaming. Y es que quien no está al día, pierde relevancia. Y quien pierde relevancia en esta industria que se mueve a pasos agigantados, puede llegar a perder su lugar. No por nada el “fear of missing out” o FOMO (temor a perderse de algo) es un aspecto clave del marketing de hoy en día.
Todavía faltan muchísimos aspectos que aclarar en cuando a las consolas next-gen además del precio. Desde cómo va a funcionar la retrocompatibilidad, hasta qué juegos van a estar disponibles al lanzamiento. Todas estas incógnitas se apilan una encima de la otra, y esa negación de ponerle un número a algo que muchos de nosotros vamos a querer comprar hace imposible planificar cualquier tipo de gasto en nuestra economía personal. No sabemos cuánto van a costar estas consolas, pero hasta ahora el costo emocional de no tener esa información es muy alto. Tan alto, que a veces es difícil mirar a la next-gen con una sonrisa en la cara.