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Pluma y Joystick | Juegos y anime: una relación complicada

El anime y los videojuegos son dos formas de entretenimiento que se llevan de la mano. A los creadores japoneses les encanta ver sus series en formato jugable, y a nosotros los fans nos encanta tener en nuestras manos esas experiencias interactivas basadas en nuestros anime favoritos. En teoría, no debería ser demasiado complicado satisfacer a nadie cuando se lleva un anime a un videojuego. Pero entonces, ¿por qué suelen ser tan malos? ¿En qué fallan? ¿Qué es lo que hace que un juego basado en anime sea bueno?

Existen muchísimos ejemplos de anime exitosos que hicieron el paso a la industria del gaming. De hecho, generalmente suelen ser los anime más populares de géneros específicos aquellos que reciben más adaptaciones. Sí, existen juegos basados en algunos anime que quizás no se llevaron al mundo por delante, pero esos suelen ser la excepción y no la norma. Uno no puede comparar el único juego de K-On!, que ni siquiera vio la luz del día en Occidente, con la infinidad de juegos de Dragon Ball, Naruto o One Piece que existen.

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Es una injusticia que de este lado del charco nos hayamos perdido de esta joya.

Es una injusticia que de este lado del charco nos hayamos perdido de esta joya.

Ese es uno de los primeros problemas con los que se topan los juegos de esta índole: siempre persiguen lo mismo. Es entendible; resulta mucho más fácil vender un juego si está basado en anime que todo el mundo conoce, que si el anime que adapta es más de nicho. También es fácil ver que estos juegos, gracias al material que eligen adaptar, se prestan mucho más para los géneros de aventuras o de acción. Alguien podría hacer, por ejemplo, una novela visual basada en Dragon Ball, pero más allá de un muy reducido grupo de fans al que le llamaría la atención (entre los que me incluyo), nunca va a vender lo mismo que un juego que capture la acción y adrenalina propia Dragon Ball.

De ahí surge otro de los inconvenientes de este tipo de videojuegos. Uno de los factores más importantes a la hora de llevar una pieza de arte y entretenimiento de un medio a otro es entender la esencia de lo que se está adaptando. En el momento en el que un videojuego de un anime deja de sentirse como ese anime, entonces la adaptación falló. Volviendo al caso de la mayoría de los juegos de este tipo, los anime que suelen elegirse para adaptar se prestan justamente a esos géneros porque el material que se adapta cuadra perfecto con ellos. En ese sentido, puede ser fácil reflejar en un videojuego parte de lo que hace entretenido al anime. Sword Art Online va de la mano con RPGs de acción, One Piece se presta para los juegos de aventura, Attack on Titan no podría ser otra cosa que un juego de acción.

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Adaptar Sword Art Online como un RPG es la decisión obvia, pero mejor no hablar de la calidad de los juegos.

Adaptar Sword Art Online como un RPG es la decisión obvia, pero mejor no hablar de la calidad de los juegos.

Sin embargo, solamente con hacer este traspaso de anime al videojuego no alcanza. Cuando varios anime se prestan para un mismo estilo de videojuego, es necesario encontrar un giro de tuerca que los haga únicos. Lamentablemente, últimamente esto es algo que muchos juegos basados en anime no terminan de entender y así es como terminamos con un sub-género como el de Arena Fighters, al que casi todo juego de anime va a parar en algún momento y que hoy en día parecen casi indistinguibles. La mala reputación que suele tener este tipo de adaptaciones es muy simple de racionalizar: los juegos de Naruto popularizaron el género con juegos de muy buena calidad, y ahora todos los demás se quieren colgar de esa fama.

Así y todo, a veces tampoco alcanza con ofrecer ese algo que los hace diferentes. Si no hay calidad, entonces no importa qué tan único sea el juego. Nadie quiere jugar un mal título, y esto es tristemente moneda corriente en cuanto a adaptaciones de anime en videojuegos. Jump Force, por ejemplo, intentó que su rasgo característico sea su estilo gráfico pseudo-realista. No solamente esto le terminó jugando en contra, sino que además es un Arena Fighter mediocre. One Punch Man: A Hero Nobody Knows, uno de los peores juegos de anime que jugué este año, te da la posibilidad de crear tu propio personaje para combatir codo a codo con Saitama, pero como Arena Fighter es un insulto al género.

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Jump Force, también conocido como la versión anime de esa imagen que muestra cómo se vería un Homero Simpson de carne y hueso.

Jump Force, también conocido como la versión anime de esa imagen que muestra cómo se vería un Homero Simpson de carne y hueso.

Entonces, ¿existe algún secreto para hacer un buen juego basado en anime? Sí y no. En realidad, el secreto no tan secreto es que si se planea llevar un anime al mundo de los videojuegos se tiene que partir de la base de un buen juego, que pueda sostenerse por sí solo sin la licencia que adapta. Un mal juego basado en anime no termina de satisfacer a nadie; ni a los fans del anime que buscan esa experiencia en un medio diferente, ni a los curiosos que miran a ese videojuego como la oportunidad perfecta para adentrarse en lo que puede llegar a ser uno de sus nuevos favoritos. Es una idea demasiado simple, pero sorprendentemente el mundo de las adaptaciones parece olvidarla bastante seguido.

A mi parecer, el ejemplo que mejor ilustra esta idea, y el que en mi opinión es el mejor juego basado en anime de al menos los últimos años, es Dragon Ball FighterZ. No conozco a ninguna persona que se le haya cruzado por la cabeza la idea de que este es un mal juego, ya sea como juego de peleas o como juego de Dragon Ball. Y es que FighterZ hace bien todo lo que corresponde. Por un lado captura por completo el espíritu de Dragon Ball gracias a su estilo artístico y al tremendo cuidado que se le dio a todas y cada una de las animaciones e interacciones entre personajes. Por el otro lado, es un excelente juego de peleas que además Arc System Works hizo altamente accesible incluso para gente ajena al género.

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Dragon Ball FighterZ es el juego que toda adaptación de anime quisiera ser.

Dragon Ball FighterZ es el juego que toda adaptación de anime quisiera ser.

Gracias a la existencia de este ejemplo, no debería ser tan descabellado exigir calidad en los juegos basados en anime. La realidad es que estos juegos siguen siendo, en su gran mayoría, malos productos porque están atrapados en un círculo vicioso: la gente los sigue comprando, y si un juego de mala calidad vende entonces no hay motivo para mejorar. Es comprensible tratar de justificar ese juego que compramos y decir que no es tan malo, ya sea por el amor que le tenemos al anime o para convencernos de que no desperdiciamos dinero. Sin embargo, si nosotros los fans no somos los que pedimos que estos juegos sean mejores, ¿quién lo va a hacer?

Visto así, no tendría que resultar tan difícil cambiar este paradigma, y uno de los primeros pasos es reconocer qué hace que estos juegos de anime sean buenos o malos, y no dejarnos llevar por el cariño al material que adaptan.