Después de más de dos años de pandemia, lentamente estamos volviendo a algo que se asemeja a una normalidad. Los eventos presenciales de todo tipo a poco vuelven a tener lugar, lo que implica que nuevamente el gaming puede planear esas convenciones que tanto ama, obviamente que con los cuidados necesarios de por medio. Penny Arcade Expo ya tiene fecha para finales de este mes, Evolution Championship Tournament finalmente volverá a la presencialidad en agosto, y no sería raro que a medida que avance el año eventos como Gamescom y Tokyo Game Show también anuncien fechas presenciales. Sin embargo, hay un gran evento que ya sabemos que estará ausente este año, aunque sorprendentemente tampoco se llevará a cabo de manera online: la E3.
Cuando la semana pasada se dio a conocer la noticia sobre la cancelación de uno del evento que alguna vez supo ser el más grande de todo el gaming, las reacciones fueron bastante mixtas. Por un lado, considerando el peso cultural que tiene la E3 en el gaming, sorprendió que ni siquiera se considere una versión online. Al fin y al cabo, la E3 es la E3. Cualquiera que esté metido en este hobby de manera medianamente profunda sabe lo que significa este evento sin la necesidad de una explicación. A lo largo de los años, simplemente el nombre de la E3 ya despertaba determinadas emociones, a tal punto que algunos la llamaban “la navidad del gaming”. Más allá de los problemas que pudo haber tenido en los últimos años, la E3 seguía siendo la E3.
Sin embargo, es por aquellos problemas justamente que cuando uno se ponía a pensar un poco en la situación actual de la E3, esa sorpresa inicial se desvanecía rápidamente. Los últimos años de la E3, incluso antes de la pandemia, tuvieron muchísimos inconvenientes que le hacían a uno dudar sobre su continuidad. Las últimas versiones presenciales de la E3 tuvieron la necesidad de abrirse al público en general para seguir teniendo relevancia, algo que según a quién le preguntes diluyó el propósito del evento. Aún así, las conferencias de prensa, las cuales son sin dudas el atractivo principal, siguieron manteniéndose relativamente iguales, salvo algunos que otros que decidieron bajarse como EA y luego Sony. Fue en este contexto de una E3 que estaba redescubriéndose y reinventándose que la pandemia golpeó, y ese golpe se sintió fuerte.
El cambio de la presencialidad a lo online sirvió para que muchos de los estudios que asistían a la E3 se dieran cuenta que en realidad este evento no hacía tanta falta cuando ellos mismos podían controlar el mensaje publicitario de sus propios juegos. Si podían simplemente hacer sus propios streams, los días que quisieran, durante el tiempo que quisieran y organizándose de tal manera que no tenían que competir con conferencias de otros grandes estudios, ¿por qué pagar las altísimas sumas de dinero que se necesitaban para formar parte de la E3? Si bien en un principio esto se pensaba que iba a herir más a los estudios indie, como siempre la escena independiente supo demostrar que no necesitan seguir las estrategias de los grandes estudios para conseguir su propio éxito.
No obstante, lo que realmente afectó a la E3 en la era de la pandemia no fue tanto el ambiente online, sino el surgimiento de un competidor directo, que indudablemente apuntaba a llenar ese vacío que venía dejando la E3: el Summer Game Fest. Este festival online es básicamente todo lo que una E3 online debería ser pero no supo ser en un principio. Esto se debe en gran medida a que no cualquiera está a la cabeza del Summer Game Fest, sino que este evento es uno de los ya varios que están bajo la responsabilidad de Geoff Keighley. Después del éxito de The Game Awards es difícil negar lo bien que Keighley organiza estos eventos; por más que ninguno de ellos sean perfectos, el esfuerzo y las ganas de llevar algo que la E3 ya no hacía eran notorios.
Así, es fácil entender por qué la E3 lentamente fue perdiendo relevancia y por qué esta cancelación realmente no debería sorprender. Sinceramente, desde el momento en que EA decidió dejar de lado la E3 en favor de sus EA Play Live, siendo uno de los primeros grandes estudios en hacer una movida de ese estilo, todo se fue cuesta abajo. Si la E3 hubiese seguido este año, sería difícil predecir quiénes formarían parte de ella, considerando que Summer Game Fest tendrá lugar este junio y que, según dicen los reporteros que saben, los estudios consideran que es más fácil trabajar con Keighley que con la organización de la E3. Quizás no sea demasiado bueno que básicamente todos los grandes eventos del gaming estén monopolizados por un único organizador, pero la magia de la internet y los eventos online al menos permiten que cada estudio puede decidir presentar sus juegos como tengan ganas.
Lo que sí no está del todo claro es el futuro de la E3. Según algunos reporteros del portal IGN, los organizadores están planeando una gran vuelta para el 2023, pero en realidad cabe preguntarse: si este año, cuando la gente está más desesperada que nunca por volver a la normalidad, la E3 no se celebra ni siquiera de manera online, ¿qué tan relevante puede llegar a ser una E3 2023 entonces? Al igual que cualquier otro fan de este hermoso hobby que nos compete, me hubiese encantado algún día haber ido a la E3, pero la verdad es que esa E3 a la que quería ir ya no existe más desde hace rato. La cancelación de este año simplemente sirve como recordatorio de algo que quizás es difícil de digerir: todo llega a su fin. Todo parece indicar que, finalmente, es el turno de la E3.