Con el reciente lanzamiento de Hitman 3, la serie protagonizada por el Agente 47 finaliza su trilogía más ambiciosa y exitosa. Esta seguidilla de títulos que empezó con el que considero el mejor juego de la generación pasada llevó a Hitman de una serie de nicho a una serie no tan de nicho. No será el juego más grande de la industria, pero al menos la serie ya dejó atrás los días en los que lo más conocido era esa mala película protagonizada por Timothy Olyphant. Este reciente éxito me dejó pensando mucho no solamente en los juegos recientes sino en la serie en su totalidad. ¿Qué es lo que hace de Hitman un juego de sigilo tan único y entretenido?
Aunque cueste creerlo, Hitman es una serie que empezó en el año 2000 con el tosco pero emblemático Hitman: Codename 47. Como muchas otras series, la primera entrega no siempre es la mejor, y este juego sigue esa regla al pie de la letra. Especialmente para aquellos acostumbrados al Hitman moderno, Codename 47 es un juego duro en varios sentidos. No solo es difícil, sino que también se siente muchísimo más primitivo mecánicamente de lo que uno espera, y el tono narrativo que la serie supo encontrar en el futuro casi no existía. Sin embargo, el elemento clave de Hitman que terminó definiendo a la serie sí fue presentado en este juego: el poder disfrazarse con uniformes de otros NPCs.
El primer juego que realmente puso a Hitman en el mapa fue Hitman 2: Silent Assassin. Después de un exclusivo de PC que poca gente había jugado, esta secuela llevó a Hitman a las manos de mucha más gente. Silent Assassin mejoró muchísimos aspectos de su predecesor e introdujo sistemas que los juegos modernos todavía siguen usando 20 años más tarde. Así y todo, lo más importante fue la decisión de lanzar el juego en más plataformas. Silent Assassin llegó no solo a PC, sino también a la Xbox original, Gamecube y Playstation 2, la plataforma donde muchos conocieron la serie.
Después de Silent Assassin y su secuela Contracts, fue Hitman: Blood Money el que se sintió como el salto más grande de 47. Este juego es amado por muchos, y con buena razón. Blood Money se convirtió en el estándar a seguir para Hitman, y en un juego que hizo que gente que ni siquiera disfrutaba el sigilo se enamore de una serie que no conocían. Años más tarde, Hitman: Absolution tuvo el efecto opuesto, y bajó a la serie del pedestal a tal punto que su futuro se había puesto en duda, pero como ya todos sabemos, el juego de 2016 simplemente titulado Hitman volvió a poner a 47 en el podio de los más grandes con estilo y confianza.
Visto así, Hitman es una serie que abarca muchos años, pero con relativamente pocas entregas en comparación con otros grandes del gaming que gozan de una edad similar. Para una industria que ama la serialización y anualización de los juegos, ocho títulos en 21 años suena a muy poco. Sin embargo, con ese número reducido, Hitman supo encontrar su lugar en un género de nicho y convertirse en uno de los máximos exponentes para el mainstream. ¿Cuál es su atractivo? ¿Por qué Hitman y no otros? El sigilo nunca fue el género más popular, pero Hitman igualmente se destaca a tal punto que hoy en día es una serie que muchos juegan solamente para descubrir de qué se están perdiendo.
El secreto no tan secreto que hace a Hitman algo tan único está justamente en su mecánica central de los disfraces. Codename 47 introdujo este concepto novedoso que le daba a los jugadores la opción de encarar el sigilo de una manera diferente. La idea de “infiltrarse” pasaba a ser algo mucho más personal y cara a cara, porque en lugar de tener que cuidar de que nadie nos vea, el asesino ahora estaba escondido a simple vista. Obviamente que por limitaciones técnicas de la época, Codename 47 no le pudo sacar todo el jugo a esa mecánica, pero a medida que la serie fue avanzando estas ideas fueron evolucionando a tal punto que muchos ahora describen a Hitman como algo parecido a un “simulador social”, donde 47 tiene que aparentar ser una persona común y corriente hasta el momento del golpe.
Todas esas mejoras en los sistemas de Hitman dan lugar a lo que verdaderamente se convirtió en el encanto de la serie y lo que realmente atrae hoy en día a tanta gente: la habilidad de crear tus propias historias. Cuando uno puede afectar la inteligencia artificial de numerosos NPCs de tan diversas maneras, ninguna misión nos va a dar el mismo resultado incluso aunque la juguemos dos veces. A la primera pasada podemos dar el golpe de la manera más limpia posible, sin que nadie se de cuenta de lo que pasó, mientras que a la siguiente podemos noquear a todos los NPCs de una misión, apilarlos en un solo lugar y tirar un explosivo. Así, cada una de estas estrategias termina generando varias historias sobre cómo cada jugador llega al resultado final, y todas son tan interesantes como únicas.
Uno de mis recuerdos favoritos con Hitman 2: Silent Assassin, por ejemplo, tiene que ver con la misión “Invitation to a Party”. Al ser uno de los primeros juegos de la serie, la inteligencia artificial no estaba tan desarrollada como ahora, y uno podía hacer cosas un tanto impensables. Después de mucha prueba y error, descubrí una ruta específica que me permitía correr sin ningún disfraz por delante de todos los guardias de la misión sin ser detectado. Así, hice que 47 asesinara a su objetivo en tiempo récord, sin ningún tipo de daño colateral y sin que nadie note su presencia. Ese tipo de desafíos impuestos por uno mismo aportan al encanto de la serie.
Por supuesto que los juegos en sí, a medida que fueron avanzando, dejaron mucho más en claro la clase de desafíos que cada mapa presenta. Al día de hoy, mi desafío favorito sigue siendo uno de los que el Hitman de 2016 ofrece en su mapa de París. Este desafío, llamado “Terminal Velocity”, requiere empujar a un objetivo de un balcón de manera que su caída impacte a un segundo objetivo, asesinándolos a ambos. Estudiar el mapa para descifrar cómo hacer realidad algo tan ridículo fue una de la experiencias más satisfactorias que tuve en Hitman, y cuando recibí la notificación de que el desafío había sido completado con éxito, supe con certeza que estaba ante un juego que iba a recordar por mucho tiempo.
Y es que ese es el encanto de Hitman. En cierto punto, parece una caja de juguetes, donde a nuestro juguete principal lo podemos vestir como nos guste para actuar cualquier escenario que se nos ocurra. Son esos escenarios los que generan las anécdotas que luego invitan a más y más gente a probar estos juegos. Con esas mecánicas tan únicas, Hitman es una serie que sabe entretener incluso a los que le escapan al sigilo. Y es que más que sigilo, Hitman es una comedia actuada. No importa lo que le depare el futuro a la serie, siempre y cuando no olvide ese ingrediente secreto, Hitman va a seguir siendo de lo mejor del gaming.