Ori & the Will of the Wisps | Primeras impresiones de un GOTY en potencia

El miércoles 11 de marzo todos los usuarios de Xbox Game Pass – o quienes lo compren por separado – van a poder deleitarse con la secuela de uno de los títulos más menospreciados de la última década. Al día de hoy, Ori & The Blind Forest es un plataformero sólido y desafiante con un arte que quita el aliento y una historia que podría hacer llorar al asesino de la mamá de Bambi. Cinco años después, los austríacos de Moon Studios colaborando con la gente de Microsoft, nos entregan una secuela que a simple vista parece similar, pero como todo en Ori, no hace falta más que explorar apenas un poquito para encontrar un montón de magia.

Ori & The Will of the Wisps comienza poco después del final del primer juego, con un bosque que acaba de encontrar la paz nuevamente. Ori, este ser de luz que hace las veces de protagonista de la historia, vive tranquilamente con sus amigos hasta que una violenta tormenta los hace perderse en una desconocida parte del bosque. Desorientado pero no por eso menos aventurero, este espíritu decide salir en busca de sus amigos, haciendo varios nuevos en el camino.

Partiendo de la primera impresión, que es la que entra por los ojos, decir que Ori se ve bien es lo mismo que decir que el agua moja. El trabajo artístico de esta secuela supera al de Blind Forest, pero el impacto no es evidente sino que las mejoras son sutilezas que individualmente no se destacan, pero como un todo dan vida a la pantalla. Comparar a Ori con una película de Ghibli sería bastante vago de mi parte, pero si vamos a abusar de las similitudes cinematográficas, los cambios entre la primera parte y esta segunda entrega son tan impactantes como el salto de Toy Story 3 a Toy Story 4. Mientras que para algunos la apariencia de este metroidvania puede parecer algo normal, el nivel de trabajo que tiene encima denota y justifica los 5 años de desarrollo. 

Ta chikito, pero igual puede
Ta chikito, pero igual puede.

Pero lo que dota de vida a Will of the Wisps no es simplemente el apartado artístico – incluyendo a su banda sonora – sino el sistema de físicas, que nos da una respuesta a través de toda la pantalla a cada una de nuestras acciones. El pasto baila bajo los pies al trote de Ori, el aire se corta y ofrece resistencia a nuestros saltos y ataques, las plataformas sucumben bajo nuestro peso cuando caemos sobre ellas y el agua aumenta nuestro peso y modifica levemente nuestra trayectoria si atravesamos su curso. Cada cuadrante de la pantalla tiene vida propia y un sentido a la hora de interactuar con nuestro personaje y sus acciones, logrando que el bosque se transforme en un personaje más. Esto también es, en parte, gracias a las distintas capas hacía atrás y delante de la pantalla que nos sirven tanto para ubicarnos en los niveles, como también para ir dando curso al desarrollo de la historia y hasta pueden anticiparnos lo que puede llegar a pasar a continuación, si estamos atentos a la lectura de la misma. 

Aún así, los cambios más importantes de esta secuela son su sistema de combate y sus ligeras mecánicas de RPG. Por el lado de la acción, Ori ahora va más al frente que nunca, utilizando una espada de luz y diversas habilidades ofensivas que destrabamos en el primer capítulo de la aventura. Sumado a eso, iremos encontrando o directamente comprando a mercaderes, algunas mejoras y modificadores para nuestras habilidades preexistentes, las cuales tendremos que emplear con un pensamiento estratégico. Esto se debe a que solo podemos ir equipando de algunas por vez, logrando que la jugabilidad y la forma de encarar título varíe considerablemente, dependiendo cómo las combinemos. Lo bueno es que no se siente que hay una sola combinación correcta y el resto son accesorias, sino que todo va a depender de cuánto le cueste el combate a cada jugador, ya que mientras que no es imposible, si requiere de un gran sentido del timing y la precisión. 

Lo mismo sucede con la habilidad para las plataformas, tal vez el mejor legado del primer título. Atravesar el escenario es tanto o más desafiante que en Blind Forest, pero con un balance justo que nos hace insultar, pero no llega a frustrarnos. Ori posee algunas nuevas habilidades a la hora de trasladarse por los escenarios con la gracia de una bailarina de ballet, pero tal vez la mejor de todas no esté en nuestro control sino en el diseño mismo del juego: el guardado automático. Sin tener que utilizar nuestra energía para crear checkpoints en esta oportunidad, el hecho de volver a empezar apenas unos metros atrás si perdemos la vida, permite que encaremos todos los desafíos sin el pánico de tener que volver a comenzar casi desde el principio del nivel anterior. 

Una fábula moderna digna de pasar a la historia

Estás primeras impresiones nacen de haber completado tan solo un 25% del juego hasta la fecha, debido a que la entrega suministrada por la distribuidora sufriera algunos problemas que imposibilitaron el correcto acceso al juego. Inclusive al día de hoy, el título cuenta con varios problemas de audio que esperamos sean corregidos con un parche de Día 1. A pesar de todo esto, igual me siento en condiciones de afirmar que Will of the Wisps es uno de esos títulos que hay que recomendar a todo el mundo. Por suerte no hay que haber jugado al primero para poder disfrutar esta secuela, la cual promete ser más larga al contar con un mapa tres veces mayor y distintas misiones secundarias que amplían su vida útil. 

Saliendo Doom Eternal, Half-Life Alyx y Animal Crossing el mismo mes, probablemente esta secuela sufra el mismo destino que su primera parte y sea rápidamente olvidada. Pero que quede bien claro, Ori & the Will of the Wisps es el primer GOTY del 2020