Cada vez son más los juegos cuya premisa nos engancha por el lado de disfrutar de una buena conversación. La tendencia nació con el simulador de bartender VA-11 Hall-A y, desde entonces, no fueron pocos los títulos que nos ponen a leer conversaciones íntimas y, en cierto sentido, a hacer de psicólogo de quienes charlan con nosotros.
La llegada de Necrobarista hace unas semanas, a fines de julio, a PC y dispositivos iOS, me recordó lo mucho que amo este subgénero. Si en algún momento las novelas visuales solo nacían en Japón y la mayoría eran de citas, hace ya un tiempo que se diversificaron y, particularmente en occidente, terminaron ganándole el gusto a lo existencial y lo emocional.
En Necrobarista, los muertos pasan su último día en una mística cafetería ubicada en un callejón y se les concede una última noche para mezclarse con los vivos. El juego de los australianos de Route 59 sigue a un amplio y bizarro elenco de personajes, inmersos en la cultura del café de Melbourne, que tienen 24 horas para dejarse ir y reflexionar sobre sus temas pendientes.
Además de emotivo, Necrobarista es sorprendentemente adulto en cómo habla de la muerte. Nos propone beber una taza caliente de filosofía, edulcorada con un toque de humor, dando un mensaje cálido sobre la importancia de vivir la vida. Como dice el dicho, si la vida es una taza de café, todo está en cómo te la tomas.
Necrobarista es una sensación entre los adeptos de las novelas visuales por su apartado visual. Los personajes totalmente en 3D, el texto que acompaña la escena y la dirección de cada una de ellas, muy cinematográfica, generan una inmersión más similar a la del cine. Y aunque toque muchos temas tabús y a veces logre generarnos escalofríos, la nota final de Necrobarista es que nos relajemos.
Por eso quiero volver a VA-11 HALL-A. Esta novela visual de los venezolanos de Sukeban Games nos enseñó a escuchar. Nos lleva a jugar como Jill, la bartender de un bar que atrae a los personajes más infames del género cyberpunk para que terminemos siendo testigos de una historia honesta, en la que los tragos que servimos son solo el garnish de un juego que nos llevará a vivir una catarata de emociones.
Necrobarista se desprende de VA-11 HALL-A y el punto en común entre ambos es evocar esa sensación tan humana como cotidiana, de cuando compartir una bebida es la excusa perfecta para que las charlas se den solas. En el mismo tono está Coffee Talk, muy similar al juego de Sukeban, pero de origen indonesio y sin alcohol.
Coffee Talk se ambienta en Seattle, Estados Unidos, y nos pone en la piel de una cafetería muy particular llamada como el juego mismo, que solo abre de noche, como si fuese un bar, y atrae almas perdidas que buscan un oído predispuesto a escucharlas.
Lo que tienen en común los tres títulos es que celebran la estética retro futurista japonesa. En Coffee Talk y Va-11 HALL-A es fácil verlo. Y aunque Necrobarista escapa de las visuales pixelart y de los filtros estilo PC-98, que despiertan tanta nostalgia, su estilo de animación y el diseño de sus personajes parecen sacados de un anime de los 90s, uno que parece especialmente producido por Gainax.
Y aunque pareciera que la nostalgia es necesaria para hacernos sentir cómodos en este tipo de juegos, hay algunos que escapan de la estética anime y resultan igual de efectivos. El caso de la aventura francesa Night Call, desarrollada por Monkey Moon y Blackmuffin Studios, viene por ese lado. Una aventura conversacional en la que escuchamos conversaciones a bordo de un taxi mientras resolvemos un crimen político en pleno París.
Lo que todas estas propuestas parecen tener en común es la capacidad de abstraernos. Las mecánicas son sencillas y pasatistas, al servicio de la narrativa y la ambientación. Esto nos permite relajarnos genuinamente y abrazar su ritmo laxo, que en este tipo de aventuras lo marcamos nosotros. ¿Quién no estuvo en el asiento trasero de un taxi, conversando en un bar o haciendo tiempo en una cafetería al resguardo de la lluvia? Como muchos necesitamos un ambiente cómodo y conocido para relajarnos, estos juegos funcionan: porque terminamos ganándole el gusto a la conversación cotidiana, dejándonos llevar por la capacidad que tienen de transportarnos a la escena.