El juego nos pone en el rol de un grupo de mercenarios sin personalidad que Contra: Rogue Corps realmente quiere que penses que son interesantes: Kaiser, que parece un diseño rechazado de Duke Nukem; Harakiri, una mujer con un alien muy boca sucia en su estómago que solamente lo puede hacer callar clavándose una espada; Hungry Beast, un panda con un cerebro de humano; y The Gentleman, un alien que, como su nombre lo indica, actúa como todo un caballero. Estos mercenarios toman misiones en The Damned City, una ciudad invadida por aliens, y solamente hay cortas cinemáticas hechas con ilustraciones para darle algo de contexto a la historia.
Las misiones son niveles que duran entre 15 y 45 minutos cada uno (y si se te acaba el tiempo tenés que reintentarlas y encima no podés pausar) con un pésimo combate que deja de lado las raíces de Contra en favor de un twin-stick shooter. De por sí, no es una idea mala. Probar algo nuevo siempre puede sorprender. El problema es que Contra: Rogue Corps es aburrido y hasta frustrante, lo que lo hace imposible de disfrutar incluso si sos un fan de este subgénero de shooters.