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El terror emocional de Frictional Games

El miedo es subjetivo, así que es difícil a veces definir si un videojuego es capaz de asustar o no. Parece que está bastante estandarizado que los jumpscares son super efectivos para gran parte del público, especialmente si no está acostumbrado al género. Es normal escuchar que un juego resulte aburrido si apuesta por una experiencia más atmosférica o si no plantea amenazas (es decir, si no tiene bichos que nos persigan o ataquen).

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Y desde hace ya una década que el terror en videojuegos volvió para quedarse. Después de varios años de sequía, Amnesia: The Dark Descent y Slender dejaron una huella que sigue hasta nuestros días. Y es curioso que, desde entonces, el terror se ha ido diversificando y sofisticando (un poco como está pasando en el cine, con el terror de autor y el “terror elevado”). El resultado han sido experiencias que impactan no solo desde lo visceral, sino también desde lo emocional.

Amnesia: Rebirth llegó el pasado 20 de octubre y es lo nuevo de Frictional Games, responsables de la primera entrega –The Dark Descent–, y supervisores y publishers de A Machine for Pigs –que fue desarrollada por The Chinese Room (Dear Esther). Esta tercera entrega es también la evolución natural de Soma, el último juego del estudio.

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Si el primer Amnesia supo causarnos pavor con la propia oscuridad y hacernos la psicológica con lo que creíamos ver, cada tanto lanzándonos una monstruosidad a la cara de la que no podíamos defendernos o que incluso no podíamos ver (aunque sí sentir), Soma nos llevó por una montaña rusa de sentimientos desgarradores con dosis de terror existencial que perduraron por mucho tiempo después de su final. Inolvidable, por cierto.

Y si pensamos en Amnesia: A Machine for Pigs, ahí se plantó la semilla de esta búsqueda de Frictional por evocar emociones incómodas. El horror es un sentimiento tan complejo que reducirlo al miedo efímero, al sobresalto, es menospreciarlo. Para muchos, la entrega de The Chinese Room peca de aburrida, o sea, podemos reconocer que la falta de jumpscares le saca intensidad. Pero la maquinaria que teje de fondo, la historia, cuando la terminas de hilar, maneja monstruosidades y terrores más complejos y coherentes que la primera entrega. Más emocionales. Permanentes. La recta final tiene un impacto tal, un efecto como un cuento de Poe, difícil de encontrar en videojuegos. El problema de The Chinese Room es que sus juegos se acercan mucho a la literatura y no todo el mundo está dispuesto a leer tanto.

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A medio camino entre lo visceral y lo existencial tenemos a Amnesia: Rebirth. La trama sigue a Tasi Trianon, que se despierta luego de que el avión en el que viajaba junto a su marido se estrelle contra el desierto argelino. No entiende qué pasó, ni con ella ni con el resto de la tripulación, así que tendrá que recrear los detalles del pasado y encontrar un camino a través del desierto. El problema es que hacerlo la llevarán a enfrentar sus propios terrores, que son casi tangibles en la oscuridad, donde acechan las voces, rebrota el dolor de heridas pasadas y la soledad más pura cobra entidad.

Amnesia: Rebirth consigue que el miedo de la protagonista lo vivamos desde la empatía. No queremos escucharla sufrir, no queremos que la oscuridad se apodere de ella. La historia que vive es sumamente desgarradora y busca un efecto a largo plazo que se queda con nosotros por mucho más tiempo que la visión de un monstruo aterrador. Los efectos en la psiquis de Tasi tienen peso en la trama, en la forma en que la percibimos a ella y hasta afectan a sus seres queridos.

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Es difícil hablar de Rebirth sin spoilers, así que simplemente les diré que si amaron Soma y si pudieron conectar con A Machine for Pigs, no se lo piensen dos veces. Frictional apuesta por una exploración genuina de las emociones humanas más oscuras. Es intenso, porque no todos los días encarnamos a un personaje que llora o ruega de pavor. Toca las mismas fibras sensibles que Hellblade o The Cat Lady o el incomprendido Rule of Rose o los desconocidos Devotion y Detention. El miedo emocional no nos hará saltar de la silla ni revolear el joystick en un arrebato de adrenalina, pero sí nos sacude las tripas y nos deja maquinando al corazón.