2020 es, sin dudas, el año en que más jugué online en toda mi vida. Nunca disfruté de lo competitivo, así que para mí los Battle Royale o MOBA siempre estuvieron descartados de entrada. Y, en líneas generales, para jugar a algo con amigos, siempre preferimos los party games “de sillón”, compartiendo la misma pantalla.
El contexto de pandemia cambió las cosas y adaptarse al nuevo paradigma es pasar más tiempo en Discord que cara a cara. Hablo en presente porque si bien la cuarentena ya no es cuarentena en nuestro país, para pasar el rato con amigos que están lejos, sigue siendo más factible destapar una birra por llamada que subirse a un colectivo.
Así fue como regresamos a Don’t Starve Together.
La primera vez que juegues Don’t Starve es muy probable que te mueras de hambre. O de alguna forma que no entiendas en la oscuridad porque no entendiste del todo que no te podés quedar a oscuras sin una fuente de luz por mucho tiempo.
Don’t Starve Together es la expansión multijugador de Don’t Starve (2013), ambos juegos desarrollados por Klei Entertainment, y añade la posibilidad de jugar hasta con otros cinco amigos en un mundo compartido. El juego siempre tuvo la fama de ser difícil o complicado de entender. Y la verdad es que, si bien se pone complicado en ciertos momentos, la curva de aprendizaje es amigable y tiene controles tan intuitivos y simples que aprender a jugar es muy simple. El problema es lo que viene después, porque es fácil de aprender, pero difícil de masterear.
Reunir recursos, explorar el mapa, asentarnos en una base y enfrentar monstruos es mucho más divertido en compañía que jugando solos. Don’t Starve Together nos ofrece la alternativa cooperativa, formando un equipo para dividir las tareas y hacer que sobrevivir sea un poco menos duro gracias a la vida en comunidad, o continuar jugando en solitario y haciendo una guerra entre jugadores, para luchar por recursos (el conocido modo PvP).
Don’t Starve es un juego intuitivo en varias cuestiones y muy confuso en otras. Y si bien fue presentado inicialmente como un juego para un solo jugador, la realidad es que la experiencia cooperativa es tan orgánica que parece la forma en la que fue pensado para jugarse. Los juegos de supervivencia en mundo abierto pueden ser intimidantes, pero Klei Entertainment consigue una experiencia lo suficientemente accesible como para que durante las primeras horas nos gane la curiosidad de seguir encontrando cosas nuevas en su mundo sombrío, a pesar de que vamos a morir bastante y que vamos a tener que reiniciar, una y otra vez.
A pesar de que el nombre del juego da a entender que lo más difícil del asunto es aprender a no morirse de hambre, lo cierto es que aprender a proveerse de comida no es tan complicado como enfrentar las hostilidades que prepara el ambiente. Don’t Starve es una carrera constante contra el invierno. Winter’s coming. Y si llega y nos agarra desprevenidos –sin un asentamiento, sin ropa calentita, sin provisiones– nos morimos de frío. Don’t Freeze le calza mejor como nombre, pero es lógico que el título no nos spoilee cuál es el enemigo principal del juego.
Don’t Starve Together es la mejor versión de la experiencia. Jugando acompañados se nos hace más leve el aprendizaje y se pone más interesante (y desafiante) la supervivencia. Con más bocas que alimentar, la lucha del día a día en el mundo sombrío de Klei Entertainment no descansa y aburrirse no es una opción. Los juegos de supervivencia en mundo abierto medio que pasaron de moda. Excepto Don’t Starve, que llegó para quedarse y ser redescubierto una y otra vez.