El actor devenido en realizador, Brady Corbet, sigue experimentando detrás de las cámaras y esta vez nos trae un relato más que moderno y acertado sobre las complejidades del estrellato, sus irresistibles atractivos, y las trampas que trae aparejada la celebridad. “Vox Lux: El Precio de la Fama” (Vox Lux, 2019) gana desde ciertos enfoques y su cuidadísima estética, pero el conjunto no siempre funciona, más que nada, por la desconexión que existe entre las dos líneas temporales que plantea la película, algunos giros forzados y personajes que no siempre conquistan nuestra empatía.
Celeste (Raffey Cassidy) y Eleanor ‘Ellie’ Montgomery (Stacy Martin) son dos hermanas unidas por su amor a la música. Sus vidas adolescentes se ven sacudidas violentamente en el año 1999, cuando la primera sobrevive a la tragedia: un tiroteo escolar que daña su cuerpo y alma para siempre. Para llevar adelante su propio duelo y sanación, Celeste compone una canción sobre la traumática experiencia, una oda que pronto adquiere notoriedad en los medios, abriéndole las puertas a una carrera profesional.
Todavía recuperándose de sus heridas físicas y psicológicas, la jovencita cae en las manos de un manager apasionado (Jude Law) quien va a guiar su camino hacia el estrellato, dejando de lado a Ellie, la supervisión de los mayores y muchos reparos que tienen que ver con la edad. De repente, Celeste está totalmente expuesta a un mundo diferente, uno de giras por el mundo, coreografías y videos musicales, fiestas, alcohol, sexo y su total pérdida de la inocencia.
La vida y la carrera de Celeste avanzan meteóricamente y el relato hace un salto en el tiempo para mostrarnos a la artista madura (y no tanto), ahora en la piel de Natalie Portman. Su vida vuelve a sacudirse, indirectamente, justo a tiempo para el lanzamiento de su nuevo álbum (Vox Lux) y una nueva gira, cuando un grupo terrorista usa la iconografía de una de sus canciones para llevar a cabo este crimen tan reprobable. De repente, el pasado vuelve a convulsionar un presente ya de por sí recargado de escándalos, abuso de sustancias y la ríspida relación con su hermana y su propia hija adolescente (Cassidy).
Corbet, también guionista, nos presenta su idea a lo largo de diferentes episodios (estructura muy de moda y un tanto gastada por estos días, véase “La Favorita” o “La Vida Misma”) con la ayuda de un narrador omnipresente (Willem Dafoe) que transforma el relato de “Vox Lux” es una fantasía moderna sobre el ascenso a la fama y el precio que se debe pagar. Aún más, en épocas de Internet y redes sociales donde la privacidad es un lujo que los famosos (y los no tanto) pocas veces se pueden dar.
El realizador también bucea en la explotación de la tragedia, la de Celeste y la norteamericana, pero su análisis termina siendo más superficial que otra cosa. Su punto más alto está puesto en cada aspecto visual de la historia (los ángulos y movimientos de cámara, la escenografía, el vestuario, los numeritos musicales, etc.), olvidándose de profundizar sobre ella y la mayoría de los personajes. El salto temporal no ayuda y, en cambio, rompe con cierto ritmo (y coherencia), presentándonos dos películas muy diferentes en una: la de esa nena que creció de golpe y perdió una parte de su esencia; y la de la adulta (tan chiquilina en su accionar y comportamiento), que ya no puede ver más allá del escueto séquito que la rodea.
Mucha forma y poco contenido (o uno bastante confuso por momentos) es lo que nos deja en contra “Vox Lux”. Por el contrario, a favor nos quedan grandes actuaciones por parte de la joven Cassidy y Portman, que encuentra en este papel muchas conexiones (directas e indirectas) con la Nina Sayers de “El Cisne Negro” (Black Swan, 2010). Pero, a diferencia del thriller de Darren Aronofsky, acá no hay misterio que develar, sólo un drama musical que se concentra en los pormenores de la fama, de manera un tanto banal.
Se nota que a Corbet le interesan los efectos de la violencia en la sociedad y su relación con la cultura popular (sus guiños a “Bowling for Columbine” o el ataque a las Torres Gemelas no son muy discretos), pero no sabe cómo encarar estos temas, o conectarlos con la extravagante historia que nos quiere contar. Su forzado comentario social se queda por el camino, de ahí la inconsistencia del relato y un final tan abrupto como extraño. “Vox Lux” termina siendo un híbrido entre narración y experimento cinematográfico donde ninguno de los dos funciona realmente, pero al menos nos quedan las interpretaciones y la cuidadísima puesta en escena para disfrutar. Lástima que esto no es un video clip.