ANÁLISIS | Velvet Buzzsaw (2019)

Con “Velvet Buzzsaw” (2019) nos queda bien en claro que el cine de Dan Gilroy -hermano de Tony Gilroy– busca cierta reflexión y análisis crítico sobre la cultura y nuestra forma de consumirla. Con su debut cinematográfico, “Primicia Mortal” (Nightcrawler, 2014), nos paseó por el mundo del morbo noticioso y las ambiciones desmedidas, que se vuelven a repetir en este thriller terrorífico cuyo aspecto sobrenatural es una mera excusa para indagar de forma satírica en nuestra relación con el arte, en este caso pictórico, aunque bien podría estar refiriéndose a cualquier otra forma artística, sobre todo la cinematográfica y su estrecha relación con la crítica.

Todo arranca en una exhibición de Miami Beach donde se cruzan el crítico de arte Morf Vandewalt (Jake Gyllenhaal), su amiga Josephina (Zawe Ashton) y Rhodora Haze (Rene Russo), dueña de una de las más destacadas galerías de Los Ángeles que está por perder a su mejor artista, Piers (John Malkovich). Ahí, en medio de copas de champagne, mucho snobismo y banalidad, surge el talento de Damrish (Daveed Diggs), un joven virtuoso proveniente de un lugar más humilde que atrae a críticos y negociadores por igual, dejando bien en claro que el arte moderno es un negocio millonario, pero también una moda efímera para los ricos dispuestos a pagar fortunas por la “novedad”.

De vuelta en LA, el trabajo de Josephina junto a Rhodora empieza a correr peligro, más que nada porque sus ambiciones personales son demasiado altas. Sus posibilidades cambian radicalmente cuando Ventril Dease, uno de sus vecinos, fallece de forma repentina, y la chica descubre que era un artista plagado de talento y una visión muy particular, que deja tras de sí una extensa y desconocida obra que ningún pariente va a venir a reclamar.

Resulta que el viejo Dease quería destruir todo al momento de su muerte, aunque ahora hasta el más mínimo boceto cae manos de la galería Haze y sus adinerados clientes. Todos –Morf, Rhodora, Josephina y hasta Jon Dondon (Tom Sturridge), el principal competidor- caen rendidos ante los vívidos y truculentos trabajos de este artista del que poco y nada se sabe, pero que de la noche a la mañana termina en boca de todo el mundillo del arte y su comercio. Hay algo macabro con las pinturas de Ventril y, poco a poco, su influencia va a alcanzar a todos los involucrados, empezando por Bryson (Billy Magnussen), empleado de Haze que intenta robarse una buena parte del lote y desaparece misteriosamente.

Mientras Gilroy suma un poco de tensión, una trama detectivesca donde varios protagonistas intentan descubrir algo sobre el pasado de Dease –incluido Morf, decidido a escribir un libro sobre el artista- y los cuerpos se acumulan, también nos entrega la versión más sarcástica de este microcosmos, plagada de personajes superficiales que poco tienen que ver con la expresión “sensibilidad artística”. El realizador (también guionista) nos muestra que, por sobretodo, esto es un negocio donde los verdaderos artistas quedan reducidos a números, reseñas (negativas y positivas) y exhibiciones que poco los representan.  

En esta reflexión reside el principal atractivo de “Velvet Buzzsaw”, aunque lamentablemente se pierde en medio de un relato de terror bastante genérico y muchas trivialidades narrativas, como los problemas de alcoba de sus protagonistas. La tensión nunca llega, y a pesar de las destrezas del director y un gran elenco, el efecto que quiere lograr no es contundente en ninguna de sus formas.  

Arte, arte, arte

La tercera película de Dan Girloy tiene buenas intenciones y puntos de partida, una gran puesta en escena –suponemos que su presupuesto es relativamente bajo-, pero termina absorbida por la parodia y sus muchos personajes caricaturescos, desaprovechando la oportunidad de volver a sumergirse en los rincones más oscuros del thriller como en “Primicia Mortal”. Obviamente, estas no son las intenciones del director que, de esta forma, concibe dos películas en una, sin mucha cohesión entre ellas.