Siempre dije que el modelo Early Access era un arma de doble filo: algunos juegos pueden darse el lujo de ser lanzados cuando aún no han sido terminados e igual convertirse en experiencias fantásticas; no sólo por lo que nos ofrecen en su estado inicial, sino por toda la evolución que el propio jugador va viviendo a medida que el juego es actualizado a lo largo de los meses. Me alegra mucho anunciar que UnderMine entra en esta selecta colección de títulos que solamente han mejorado con el correr del tiempo, arribando a su fecha de lanzamiento oficial con todas las de ganar.
Cuando escribí mis primeras impresiones, allá por el año 2018, el juego ya era bueno. Una aventura Roguelike de Acción, desarrollada por Thorium, en la que una larga fila de mineros descartables iba adentrándose en las profundidades de la mina, a fin de descubrir el origen de los misteriosos temblores que sacudían el sitio. Nuestras únicas armas eran un versátil pico de minero—ideal para atacar o para utilizar de arma arrojadiza—unas bombas, nuestro fiel canario y toda la habilidad que pudiéramos obtener de incontables instancias de prueba y error.
UnderMine es un juego fácil de entender; en especial si ya jugaron otros títulos similares—especialmente el gran clásico The Binding of Isaac: nuestro aventurero mártir debe explorar habitación tras habitación de cada piso de la mina, derrotando enemigos cada vez más poderosos y valiéndose de todo lo que pudiera encontrar en el camino para mejorar sus poderes u obtener algunos nuevos. Si bien algunos presentarán mejoras directas a nuestras habilidades básicas (mayor poder de ataque, mayor velocidad de golpe), otros alterarán notablemente nuestro estilo de juego. Debido al elemento de Suerte que define la naturaleza Roguelike del juego—es decir, los mapas y su contenido son generados de forma procedural—la gran mayoría de las veces tendremos que adaptarnos al vuelo con lo que sea que el juego nos ofrezca… y no siempre serán cosas buenas… pero hablaremos de esto más adelante.
La estructura general del juego es bastante directa: tendremos que atravesar cinco áreas, cada una compuesta por cuatro pisos y un jefe al final de cada grupo temático de niveles. Es interesante notar que el juego nos da la oportunidad de pasar a la siguiente área temática sin derrotar al jefe del área anterior, pero eventualmente tendremos que dar cuenta de estos feroces colosos, ya que cada uno guarda un medallón necesario para abrir la puerta al verdadero desafío final. Consideren la opción “pacifista” para evitar riesgos e intentar acumular tanto oro como sea posible, para luego mejorar nuestras habilidades y entonces sí, atacar de frente.
Hemos mencionado oro y mejorar habilidades. Fiel a los mejores Roguelikes de Acción, UnderMine cuenta con un robusto sistema de mejoras entre sesiones de juego. Durante nuestras incursiones en las minas recolectaremos oro, que servirá tanto para adquirir productos al paso en las tiendas de las profundidades, como también para obtener mejoras permanentes de regreso en la superficie. El hub central del juego nos ofrece acceso a poderes místicos; nuevos ayudantes que reemplazan a nuestro simple pero eficiente canario (que originalmente sólo recolectaba oro por nosotros); pociones; mejoras con el herrero; nuevas Bendiciones y, claro, la entrada a las profundidades. Muchas de estas mejoras adicionales deben ser habilitadas primero, encontrando al NPC o al ítem indicado en algún lugar de las minas; pero el esfuerzo valdrá la pena.
El ciclo de juego es muy directo: descender a las minas, intentar llegar lo más lejos que podamos, morir, adquirir mejoras en la superficie y volver a bajar. Pero si bien es un ciclo directo, también hay que decir que es un ciclo extremadamente largo. Cada incursión en las minas puede tomarnos una sorprendente cantidad de tiempo. Personalmente he llegado a durar casi dos horas en una única incursión.
Llegado cierto punto encontraremos el modo de bajar las áreas inferiores mediante convenientes atajos; lo que nos confiere un puñado de mejoras como para compensar la creciente dificultad que hallaremos en dichas profundidades. Pero si queremos llegar hasta allá abajo con tantas mejoras y oro como podamos (especialmente cuando los precios de las mejoras en el hub llegan a números preocupantemente altos) no nos queda otra que recorrer todo el camino sin atajos. Serán sesiones maratónicas, largas y complejas, pero también sumamente satisfactorias; todo gracias a uno de los puntos más fuertes de UnderMine: su jugabilidad.
Es muy difícil explicar con palabras lo bien que se siente jugar UnderMine. Podemos empezar halagando su precioso apartado audiovisual: un conjunto de gráficos pixelart extremadamente bonito, colmados de detalles y efectos que hacen de cada área un sitio único. El control de nuestro protagonista es bastante apropiado, aunque hay un par de detallitos a los que tendremos que acostumbrarnos.
Por ejemplo, podemos saltar para evadir obstáculos y algunos ataques enemigos, pero controlar el salto puede ser un problema en habitaciones con peligros del terreno, como pozos o pinchos. Atacar a distancia es una buena opción, pero debemos recordar que no podemos atacar de forma directa mientras nuestro pico está volando por ahí. El flujo de juego está perfectamente balanceado y el sistema de construcción procedural de cada mapa siempre deja sorpresas por todas partes… de las buenas y de las malas. Y habiendo dicho esto, pasemos entonces al punto más delicado del juego: su extrema dificultad.
UnderMine no da ni pide tregua. UnderMine te va a empujar por las escaleras, lo va a filmar y luego va a subir el video a sus redes sociales para mofarse. UnderMine es un pastizal colmado de rastrillos traicioneros. Nuestras primeras sesiones estarán llenas de muertes rápidas; tal vez a causa de minas terrestres ocultas en el suelo; o quizá por haber entrado en una habitación repleta de enemigos; o por ahí debido a un cofre que decide escupir bombas, o que directamente era un Mimic que ahora se abalanza hacia nosotros. UnderMine está lleno de pequeñas y grandes idiosincrasias de diseño masoquista; a veces bordeando lo injusto; pero siempre dejando suficiente margen como para darnos la oportunidad de reaccionar a tiempo y evitar el daño.
Es aún más interesante cuando nosotros mismos optamos por complicarnos la vida, aceptando severas Maldiciones a cambio de algún ítem especial o alguna otra bendición. Destruir llamas púrpura, abrir cofres embrujados, o simplemente rezar por algún beneficio específico; todas estas acciones compensarán un beneficio con una maldición; y algunas de ellas pueden ser particularmente malévolas: perder salud permanente por cada enemigo abatido, recibir una constante lluvia de fuego, o directamente ser teletransportado a otra parte cada vez que algo nos daña. Hay varias formas de deshacernos de estas maldiciones, pero siempre está el elemento de Riesgo y Recompensa. Si sabemos cómo lidiar con el problema—o si directamente buscamos ese desafío adicional—las Maldiciones hacen del juego algo especial.
Y esa es la mejor descripción de UnderMine: es algo especial. Podría seguir hablando durante horas sobre todas las bondades de este título y de su cuidado diseño, pero basta con decir que éste es uno de esos juegos que salen muy de vez en cuando; que brillan por todos lados y que realmente no tienen problemas mayores, ya que incluso la gran dificultad puede atribuírsele a su filosofía de diseño.
UnderMine está construido para castigar, pero también para recompensar a aquellos que superan el desafío con esfuerzo y habilidad. Es un juego que siempre es un placer volver a jugar, y que puede robarnos horas y horas de nuestras vidas sin esfuerzo aparente. El juego que jugué en 2018 ya era bueno… pero esta versión final es, sencillamente, perfecta. No me extrañará en lo más mínimo que su nombre sea recordado entre los grandes clásicos del género, de aquí a la eternidad. Un título con semejante nivel de pulcritud verdaderamente vale su peso en oro. Todo lo demás son palabras al viento, haciendo eco en las profundidades de la mina.
He estado jugando UnderMine desde su lanzamiento original en Early Access, y desde entonces he acumulado 30 horas a lo largo de sus múltiples versiones; especialmente con su versión final de lanzamiento. He recorrido todas sus áreas y todavía sigo encontrando cosas nuevas por descubrir; y, aunque aún no he podido superar el juego (pero ciertamente enfrenté a todos sus malditos jefes), no puedo dejar de darle a este juego—y a Thorium, los desarrolladores—mi más absoluta y sincera admiración. Títulos así no salen todos los días.