Las líneas entre los acontecimientos del pasado y el presente empiezan a borronearse dentro de la cabeza de Wayne Hays. El septuagenario sabe que más temprano que tarde su percepción de los hechos le va a jugar una mala pasada, pero hay ciertas cosas sobre el caso de los Purcell que lo siguen persiguiendo y que nuca se van a borrar de su consciencia. No sólo por lo que pasó y atestiguó en 1980 y las nuevas averiguaciones de una década después, sino que esta investigación también está íntimamente conectada con su matrimonio, su propia familia y la relación con su ex compañero Roland West.
La quinta temporada de “True Detective” es metódica. Nos va dejando pequeñas pistas, las resuelve y nos lleva a la siguiente, mostrando poco a poco este amplísimo rompecabezas que se extiende a lo largo de más de tres décadas. Claro que todavía nos faltan una infinidad de piezas, muchas de las cuales se perdieron dentro de la atrofiada memoria de Wayne. Para eso necesita re entablar el contacto con West, una tarea complicada después de 24 años de ausencia.
“The Hour and the Day” dejó la historia colgando de un cliffhanger que no auguraba nada bueno para Brett Woodard ni los vecinos justicieros que decidieron juzgarlo por su cuenta tras encontrarlo culpable de la muerte de William Purcell y la desaparición de Julie Purcell. La resolución de este momento no llega inmediatamente (como nada durante esta entrega), pero cuando lo hace, lo hace con ruido, incluso en el estado emocional del protagonista.
Por unos minutos que parecen eternos, Ozarks se convierte en zona de guerra y en un viaje relámpago a la jungla de Vietnam para el acorralado Woodard, que no ve otra salida que contraatacar. El encuentro termina en violencia desbordada, habitantes y policías muertos, West herido en una de sus piernas, y Wayne tomando una decisión que no le corresponde. A él le toca acabar con la vida de este sospechoso, ahora ante los ojos de todos, convertido en el verdadero culpable. Un hecho que parece remover todos esos traumas que Hays parecía haber superado, pero que lo acercan un poco más hacia Amelia.
La muerte de Woodard y las presiones políticas cerraron el caso de los Purcell en el año 1980, más allá de que nunca se recuperó el cuerpo de Julie. Mamá Lucy murió de una sobredosis en 1988, y muchos sospechosos, como su primo Dan O’Brien (Michael Graziadei), también desaparecieron del mapa antes de que el caso se reabriera una década después a pedido de los hijos del chatarrero, dispuestos a limpiar el nombre de su padre, en cuanto a la muerte de los pequeñines.
Esta segunda instancia de la investigación suma más inconsistencias todavía, como pruebas plantadas en la casa de Woodard después de la explosión, o la desaparición de las huellas en los juguetes que se encontraron en el bosque de Arkansas. La obsesión de Hays por resolver este caso viene aparejada con la culpa de haberle disparado al sospechoso equivocado, sus propios miedos por haber “fallado”, o viejas conductas que repercuten en su matrimonio.
La supuesta reaparición de Julie en el presente de 1990 lo cambia todo: para la investigación, para los hijos de Woodard y para Tom Purcell, el padre afligido que todavía necesita darle un cierre a su tragedia personal. Durante una conferencia de prensa, el mismo Tom trata de contactar con su hija o con cualquiera que tenga información sobre ella, apelando a su solidaridad y ofreciendo una cuantiosa recompensa. Como su amigo, West intenta minimizar su sufrimiento, pero el instinto detectivesco de Hays no piensa detenerse ante nada para encontrar la verdad y reparar sus propios errores. Tropiezos relacionados con su orgullo y pistas que no logró ver a causa de ello, como la conexión de Lucy con la carta de rescate que Amelia cita en su libro, un volumen que Purple nunca se molestó en leer hasta 2015, justamente, por esos celos y creencias de que su esposa, en definitiva, era mucho mejor detective.
Al final, algo surge de toda la parafernalia televisiva. La policía estatal recibe una supuesta llamada de Julie pidiendo que nadie la busque y que dejen en paz a Tom que, en realidad, no es su verdadero padre, pero conoce los pormenores de la muerte de su hermano. A esta altura, los oficiales creen que la chica pasó un largo tiempo en la calle junto a otros jovencitos fugitivos, ya no responde al nombre de Julie Purcell y asegura ser una princesa criada en una habitación rosada. Nada de esto tiene mucho sentido, pero Hays y West empiezan a ver al desolado Tom con ojos más inquisidores y menos compasivos.
¿Qué pasó a partir de ahí? Eso es algo que Nic Pizzolatto y “True Detective” todavía se siguen guardando, pero entendemos que estos compañeros guardan algunos secretos truculentos y un hecho particular que los distanció hace 24 años. “If You Have Ghosts” intenta reparar esa brecha y esa “amistad” quebrada, aunque la memoria fallida de Wayne no le permita recordar todos los pormenores.
Hays sabe que la única persona que puede llenar los baches de su investigación en el presente –además de la directora de TV que sólo quiere sacar provecho- es Roland, ahora un detective retirado al medio de la nada, que pasa sus días en compañía de sus perros. West nunca se casó ni tuvo hijos, y en estos momentos de soledad es cuando más resiente el alejamiento de su compañero y una disculpa que nunca llegó.
Pizzolatto nos entrega un momento único de hermandad entre estos dos hombres recios en su momento más vulnerable, unidos por las experiencias y la violencia del pasado, tratando de encontrar perdón y redención a través del caso de Will y Julie Purcell. Tal vez lo hace de lástima, o para limpiar sus propias culpas, pero West acepta ayudar a su amigo a cerrar esta investigación que, en realidad, se conecta todas las etapas de sus vidas.
Así, una vez más (y por sobre todas las instancias narrativas), el crimen se convierte en excusa para la examinación moral de estos dos hombres que hicieron lo que creyeron necesario y no siempre salieron indemnes. Cada vez son más claras las conductas erráticas (y violentas) de Wayne, que van haciendo mella a lo largo de las décadas, dejando siempre abierto ese interrogante de: ¿Qué pasó realmente?