ANÁLISIS | Trials Rising

Hay que reconocer el valor que tiene la saga Trials dentro de la cultura del gaming. Durante años, cuando aún no me pagaban para jugar a los videos, me pasaba horas en las oficinas del trabajo de turno probando experiencias Flash similares en sitios como minijuegos punto com. Intentar llevar al piloto de motocross del punto A al punto B sorteando los calculados obstáculos con toda la precisión que la flecha hacia la derecha y la izquierda podían ofrecer, era toda una proeza de habilidad que me mantenía en un estado casi hipnótico. Con el tiempo estos pequeños juegos online fueron mejorando, lo que debe haber llamado la atención de estudios con más herramientas que terminaron de evolucionar la idea para que se convierta en lo que hoy conocemos. Aún así, el germen de este tipo de títulos viene de hace mucho tiempo atrás, cuando todos lo disfrutamos bajo el nombre de Excitebike. Moto, rampa y pirueta en el aire siempre fue una trifuerza difícil de superar y por eso hoy la saga Trials cuenta con tantos ejemplare, siendo los últimos los más flojos. En otras palabras, Trials tiene sus alto sus bajos. Perdón, no pude evitarlo.

Dejando los chistes de lado, aún cuando no están fuera de lugar debido al claro tono humorístico del juego, Rising es realmente una de las mejores entregas de este género, gracias a la explotación del recurso que mejor le queda: el ridículo. Una vez más nos encontraremos en el traje ignífugo de un asírante a estrella de este deporte extremo, pero para ganar reconocimiento tendremos que participar en múltiples eventos alrededor del mundo, conquistando sponsors para que financien los escalones de nuestra escalera a la fama, permitiéndonos enfrentar diferentes desafíos.

Esta mecánica similar a la de juegos de carreras arcade como Forza Horizon o Need for Speed Payback está calcada con un poco de pereza, ya que a diferencia de estos últimos, no podemos conducir nuestra moto de evento a evento, sino que los elegiremos de un mapa sin división política que por momentos puede volverse confuso cuando vemos que la iconografía de cada punto geográfico cambia constantemente para denotar que tenemos diferentes desafíos en una misma locación. Con posicionarse encima podremos chequear cuales tenemos pendientes, pero a simple vista a veces el mapa es un tablero de TEG donde accidentalmente superpusimos todas las piezas.

Por suerte en la foto los marcadores se quedan quietos

Cada vez que ganemos una carrera seremos recompensados con puntos de experiencia que nos calificatán como competidores a nivel global y además nos ayudarán a subir de nivel. Gracias a esto, recibiremos varias lootboxes que, luego de tolerar la innecesariamente larga animación de apertura, entregarán las mismas dos camisas, los mismos tres pares de zapatillas y el eventual accesorio payasesco para la moto. Existen ítems de personalización superiores, pero se esconden detrás de una barrera de microtransacciones con dinero real que no estoy dispuesto a pagar. Aún así, estas pequeñas desprolijidades que se repiten en todos los menús, haciendo que la navegación de entre los miles de calcos que destrabamos por apenas encender la moto sea sumamente confusa, no quitan la diversión a la experiencia en sí, ya que una vez que estemos en caída libre sobre una de las rampas la adrenalina reemplaza a toda lógica.

Más allá del divertido diseño de pistas y el imaginario aplicado a las mismas, si hay algo que Trials hace bien es la simulación de estar en algún tipo de peligro. Cada vez que estamos cayendo hacía el vacío por un precipicio para aterrizar en un árbol caído en el bosque con una de las cinco motos disponibles, las cuales pesan unos setenta y dos kilos – lo google – algo se activa dentro nuestro haciéndonos creer que podemos llegar a errarle, por más que esto sea imposible debido a la estructura bidimensional de la experiencia.  Esto conforma uno de los tres puntos a destacar del juego. El suplemento placebo de adrenalina digital funciona a la perfección.

Puede fallar.

El segundo pilar es el abandono de toda lógica, lo que permite que los escenarios sean tan desproporcionadamente ridículos al punto que todo el tiempo parece que estamos jugando la apertura de El Mundo de Bobby. Las pruebas de Trials Rising nos van a llevar de arenas preparadas como si fueran el escenario de American Ninja Warrior a construcciones improvisadas sobre las refacciones de la Torre Eiffel o a un estudio croma donde se está filmando algo que parece ser una nueva secuela de Starship Troopers. De saltar sobre globos aerostáticos a quedar colgados de un cohete rumbo al espacio, cualquier cosa puede pasar y este concepto se adapta muy bien a una estructura que funciona a base del ensayo y el error.

La mayoría del tiempo nuestra cara va a tocar el suelo antes que las ruedas. Al principio por la falta de experiencia y luego por lo empinada aunque progresiva que se vuelve la curva de dificultad. Cuando vamos a pasar más tiempo “perdiendo” que “ganando”, el título tiene que compensar al jugador de alguna manera y esto sucede con cientos de pequeñas situaciones que se anticipan a distintos tipos de resultados, logrando que quizá fallar un salto se traduzca en una animación extraña sobre el escenario que, de haber ganado, no hubiéramos visto. Sumado a esto, la posibilidad de reiniciar el nivel en cualquier momento de manera instantánea evita que nos sintamos frustrados, ya que hasta cuando fallamos nos divertimos.

La inercia y la gravedad, los peores amigos del motoquero.

Finalmente, el tercer ingrediente de esta receta tan satisfactoria es la constante noción de estar compitiendo contra jugadores de todo el mundo. En cada desafió – los cuales no siempre son cursos de obstáculos sino que a veces tendremos que destruir estructuras o hacer volcadas a lo Jordan sobre dos ruedas – nos mediremos contra versiones traslucidas de la máquina y otros jugadores, lo que siempre alimenta al animal de competición que hay dentro nuestro, nos motiva a mejorar y nos enseña cómo encarar ciertos obstáculos mejor que el propio tutorial, el cual creando escenarios que repiten cada técnica a aprender de corrido, nunca se traducen del todo a cómo las vamos a encontrar en los piscircuitos reales. Esto también resulta satisfactorio porque de alguna manera siempre estamos jugando en línea, a diferencia de cuando intenté hacerlo en el modo competitivo y el modo fiesta, ya que nunca logre que nadie se una a una partida, inclusive una semana larga luego del lanzamiento del título.

Al final del día, donde Trials Rising falla el aterrizaje es en la barrera de progreso, la cual nos invita en un punto determinado a grindear como si fuera un juego de rol japonés de los ochenta. Y el problema de la misma no es que exista, sino lo tarde que cae en el juego. Hasta el nivel 40 vamos a poder avanzar con total fluidez, tardando más o menos dependiendo nuestro nivel de habilidad, pero aún así es un tiempo de juego bastante extenso. Al llegar a ese momento y destrabar la tercera moto que nos ofrece el juego – quedan dos más, pero hay que pagarla$ – de repente tenemos que repetir los desafíos que nos quedaron con bajas calificaciones para poder avanzar. Llegado un punto, ya no va a servir tener todas las pistas con medalla de oro, sino que también tendremos que completar varios desafíos de habilidad, que a veces piden terminar una pista con una moto de menor categoría y concretar diez mortales para atras y diez para adelante (real) si queremos progresar en el juego. Este tipo de desafíos pueden sonar atractivos para quienes busquen el Dark Souls de las motos como parte del post-game, pero que aparezcan una vez que ya nos adaptamos a un ritmo de juego bastante ligero, quitan todas las ganas de continuar.

Romperse huesos es más divertido de a muchos.

El valor del resto de los detalles dependerán de los gustos de cada jugador. El Dubstep de los menús contrasta de una manera extraña con el Trash Metal de los desafíos, pero aún así crean una banda sonora bastante destacable con buenos temas licenciados, que resisten la repetición ya que por más que no son pocos, cuando el juego nos obliga a revisitar pistas una y otra vez, no tardamos mucho en escucharlos todos. La posibilidad de conducir una moto en tándem es un detalle gracioso, pero no termina de ser un modo cooperativo formal que se pueda tener en cuenta como un valor agregado. Y finalmente, poder subir nuestros diseños de motos para que otros jugadores las descarguen siempre da una sobrevida al título, pero hoy por hoy un editor completo en un juego con vehículos es más un estándar de la industria que algo para celebrar.

Y las cajas. Las benditas cajas que no tienen nada que ver…

Generalmente va contra todos mis principios puntuar a un juego con un decimal, pero redondear el valor para arriba sería regalarle nota. Sin embargo, este punto cinco que se me escapa entre los dedos está justificado. Ese punto cinco es el nombre que lleva ese “no se que” que se esconde entre todo lo bueno y todo lo malo del juego. Es el lugar donde a pesar de tomar algunas malas decisiones, nos damos cuenta que cada pista es un deleite y repetirlas tanto para masterizarlas como para descubrir todos sus secretos aterrizando con la pera es tan divertido como siempre. En un género donde no es difícil hacer el mismo juego una y otra vez, Trials Rising se esfuerza positivamente en presentar un producto con suficiente originalidad para diluir los agregados obligatorios de la industria actual. Ya en el aire, seguramente caiga bastante lejos de la colchoneta de GOTYs, pero aún así es un gran título tanto para seguidores de la franquicia como para los nuevos aspirantes a Evel Knievel digitales.

TRIALS RISING

26/2/2019 (PC, PS4, XBOX ONE, SWITCH)
7.5