Si hablamos de historia en el género de la estrategia, Total War es una de las franquicias que más puntos de vista nos ofrece. Bajo su paraguas batallamos en los peores momentos del medioevo europeo, fuimos la cabeza y visión de Napoleón Bonaparte y defendimos nuestro clan del Japón feudal sin parar hasta convertirnos en el Shogun, entre muchos otros acontecimientos verídicos.La delicadeza e importancia que esta saga recibe en materia de historia es simplemente impresionante, pero sin dudas una de las decisiones más icónicas que tomó el estudio inglés fue dar un paso adelante y convertir esa historia en narrativa: traspasar el umbral de la realidad y mostrarnos la fantasía del juego de mesa Warhammer Fantasy Battle.
Total War: Warhammer III funciona como el cierre de una trilogía narrativa que inició hace 6 años con Total War: Warhammer (2016) donde posiblemente debamos luchar contras las Fuerzas del Caos y salvar a Ursun, el dios de los osos y los hombres de Kislev que yace malherido y rehén en los dominios enemigos. Y digo posiblemente porque este nuevo título nos presenta ocho ejércitos diferentes, cada uno con intereses distintos a nivel lore ubicados en distintas partes de un extenso mapa y con pequeños agregados en sus mecánicas para hacer que cada campaña sea una experiencia única. Así, la rejugabilidad es uno de los puntos más fuertes: cada campaña puede llegar a durar decenas de horas, sumado a los otros modos de juego y al prólogo narrativo.
Si bien las facciones de Kislev y los Demonios del Caos se presentan como “campañas recomendadas para principiantes”, el prólogo es una campaña que, en sí misma, setea toda la información necesaria de por qué Ursun está dónde está y quién es el enemigo de la historia. Toma unas cinco horas de extensión e incluso siendo un ‘mal jugador’ en este tipo de experiencias, me sirvió más lo aprendido en este preludio que en la campaña de principiante.
Para culminar con el aspecto narrativo, la historia de Total War: Warhammer III no sólo es sumamente inmersiva sino que sus cinemáticas tienen un nivel artístico sorprendente de principio a fin parecidas, por momentos, a las visuales de Arcane (2021), la serie de League of Legends. Después, al ser una mezcla entre batallas en tiempo real y sandbox por turnos, hay mucho espacio entre conflictos para desarrollar los personajes y entablar un storytelling constante. Para dar una idea de lo atrapante e inmersiva que es la ficción, el título recibió un enorme review bombing negativo en Steam de parte de usuarios de China, enojados por haber sufrido spoilers en la campaña de marketing previo a su lanzamiento mediante streamers, que solo mostraba las primeras horas de la campaña.
Volviendo a la propuesta en sí, el trabajo de Ian Roxburgh (Director) y Mark Sinclair (Director principal de campañas) es fácil de reconocer y eleva este producto a un nivel superior. Son tan disfrutables las cinemáticas y el world building diseñado para Total War: Warhammer III que subsanan las gráficas de las batallas que, si bien no están mal, tampoco son destacables. Sumado a esto, el rendimiento general del título es aceptable pero consume muchos recursos y, en mi experiencia, sufrí algunas caídas de frames en momentos masivos con muchas tropas en el escenario. Acompañando las fantásticas visuales de las cinemáticas ya mencionadas, el voice acting es acorde y se nota el gran trabajo detrás, pero después pierde peso en el resto de la experiencia, al igual que la banda sonora, los sonidos de las batallas y casi todo lo relacionado a la dirección de sonido: se lo siente irrelevante, siendo tal vez el punto más flojo de la entrega.
Pasando a la jugabilidad, este nuevo Warhammer se siente completamente continuista con el trabajo realizado en sus dos predecesores e incluso en otros Total War previos. Es lógico: uno no arregla lo que no está roto. Las batallas tienen toda la epicidad necesaria y requieren formar una estrategia sólida para poder obtener la victoria. Hay un montón de opciones que considero añaden accesibilidad a la experiencia: poder pausar las batallas, adelantarlas o incluso que se jueguen en automático. Esta última opción no está disponible para las peleas trascendentales que mueven la historia.
La inteligencia artificial es un aspecto importante y se siente muy trabajada: requiere mucha paciencia e interacción cambiar el rumbo de las tropas, amoldarse ante nuevos ataques o poder resistir y equilibrar emboscadas en medio de un combate que parecía ya ganado. Todas nuestras tropas están agrupadas en unidades de cierta cantidad de soldados y hay un montón de opciones a tener en cuenta: la forma que tienen de atacar, la agresividad con lo que lo hacen, el desgaste al cual deben apostar, la formación adecuada para cada ataque. Total War: Warhammer III requiere mucha precisión (sobre todo en las partes más complicadas) y te castiga por cada acción que decidiste hacer sin pensar, minimizando la posibilidad de improvisación y obligandote a rejugar varias batallas para analizar la mejor estrategia.
Más allá de los espadazos y proyectiles, hay batallas que se pelean en el escritorio y esta nueva entrega tiene un sistema de diplomacia muy completo en el que das y recibis ofertas: sobornar otros ejércitos, ofrecerles alianzas comerciales y estratégicas e incluso ayudarlos a destruir otra facción. El negociado es un factor clave de la experiencia y un complemento muy útil para saber en qué conflictos conviene luchar. También hay todo un mundo detrás de la gestión de recursos y es muy complicado al principio darse cuenta qué es lo más conveniente: comprar más mercados para tener más ingresos, comprar más tropas para tener más ejército, hacer acciones para ganar liderazgo. Las variables son infinitas y no saber a dónde apuntar con los upgrades de habilidades o la compra de nuevos edilicios puede hacerte tener que arrancar la campaña de vuelta.
Como si no fuera suficiente el abundante contenido que hay en campaña, también hay un modo supervivencia muy entretenido que mezcla todo lo aprendido en el la campaña principal base y lo une con otras modalidades como capturar la bandera o defender nuestra base, haciendo que la estrategia tenga que ser necesariamente otra y proponiendo una arista más a una experiencia muy completa. Como en toda la saga, vuelve a estar disponible el multiplayer online hasta 8 jugadores de forma simultánea generando un ambiente tan desafiante a nivel competitivo como divertido si decidís jugar con varios amigos. También hay un modo de campaña cooperativa para disfrutar la experiencia con otra persona. La mayoría de todos estos aspectos, tanto de jugabilidad como modos de juego, ya estaban presentes en las primeras entregas de la saga pero Warhammer III decide tomarse el tiempo para perfeccionar todos estos puntos y generar la mejor experiencia para cerrar la trilogía.
Total War: Warhammer III no sólo es una obra completa sino también una muestra de ambición y perfeccionismo. Posee una cantidad de contenido extraordinaria, cientos de horas, varias formas de jugar y una dirección artística que sorprende. Hay una continuidad respecto a sus entregas anteriores pero al mismo tiempo vale la pena vivir este nuevo episodio. Es probable que sea uno de los exponentes más grandes de su género, pero eso hace también que sea una experiencia dura para las personas que no son afines a estos, y tal vez sea mejor así: lo que los videojuegos proponen no suelen ser para todas las personas, y lo que propone, lo perfecciona y lo cumple con creces.