ANÁLISIS| Titans S01E09: Hank and Dawn (Spoilers)

A pocos capítulos del final de su primera temporada, “Titans” hace una pausa en su convulsionada trama (¿qué pasó con Kory y Rachel?) para contarnos los orígenes de Halcón y Palomo (ay, qué mal que suena en castellano). En el segundo episodio conocimos a Dawn Granger y Hank Hall, un dúo justiciero, viejos conocidos de Dick Grayson, que no terminaron muy bien tras el encontronazo con The Nuclear Family.

En el presente, Dawn sigue en coma, Hank firme a su lado y de alguna manera, Roth logra meterse en los pensamientos del superhéroe, y sus recuerdos nos llevan hasta su infancia, al año 1999, cuando asistía a la misma escuela que su hermanastro menor Donny (Elliot Knight). Los chicos, hijos de la misma madre, tienen un gran vínculo, siendo Hank el protector de la familia, tanto que, para salvar a su hermano, se convierte en la víctima de un entrenador abusador.

Los años pasan y está más que claro que Don es el estudiante modelo que nunca se mete en quilombos, y Hank, el jugador estrella de football indisciplinado. Los problemas de conducta del mayor terminan provocando la expulsión de ambos, la excusa perfecta para exorcizar sus demonios -el sistema les falló como a tantos otros chicos- y convertirse en los primeros “Hawk and Dove”, una dupla de vigilantes que salen a cazar a predadores sexuales por el barrio.

 

Primeros pasos justicieros

 

Al parecer, los gritos de auxilio de Rachel no logran llegar a Hank, y es Dawn la que empieza a rememorar su pasado, más precisamente, el último día que compartió con su mamá después de uno de sus conciertos de ballet. El mismo accidente de auto termina matando a la señora y al joven Donny que pasaba por ahí junto a su hermano. Así, ambos quedan unidos por el dolor y la tragedia, aunque les va a llevar un tiempo conectarse, y descargar su ira y frustraciones.

Entre reuniones de apoyo y encuentros fortuitos, Hank y Dawn empiezan una relación de amistad, intercambiando los mejores recuerdos de sus seres queridos. A la larga, la chica descubre las actividades extracurriculares de Hall y su traumático secreto, además del hecho de que nunca buscó y castigó a su agresor. Hacerlo hubiera transformado el abuso en algo real, pero Granger pretende corregir este error, rastreando al abusador y demandándole una confesión inmediata.

Hank no puede evitar intervenir, y la violencia (y la catarsis) que ambos comparten termina cumpliendo un cometido: sellar esta relación y un equipo justiciero que se extiende hasta el presente. Un presente que encuentra a Dawn despertando del coma tras escuchar los pedidos de ayuda de Rachel y la necesidad de encontrar a Jason Todd. ¿Por qué? La parejita ni siquiera sabe quién es este segundo Robin, de ahí que nos preguntemos si este mensaje de Roth tiene algo que ver con el futuro de la trama y el décimo segundo capítulo de la temporada, el que no fue (termina en el décimo primero), ahora convertido en el estreno de la próxima entrega.

 

Un hombre de pocas palabras

 

El mismísimo Akiva Goldsman -creador del show junto a Greg Berlanti y Geoff Johns– se encarga de dirigir este episodio correcto y sin mucha parafernalia, enfocado en dos personajes secundarios que, suponemos, tendrán relevancia más adelante, cuando el mundo y Dick más lo necesiten (no nos adelantemos a los hechos). Johns se despacha con un guión centrado en las motivaciones justicieras de estos dos superhéroes, que buscan hacer el bien y descargar su ira, sabiendo que esta no es una vida muy justa que digamos.

Pensémoslo como un capítulo botella que puede hacer un alto en la vertiginosa narración y concentrarse en sentimientos no muy alejados a los de Batman o Robin, todos influenciados y guiados por la pérdida y el deseo que otros no pasen por su misma situación.

Entre tanta violencia, “Titans” hace una pausa para mostrar el lado más humano de los héroes, una táctica que funciona, aunque no nos vuela la cabeza.