ANÁLISIS | The Walking Dead S09E14: Scars (Spoilers)

“Scars” es un episodio que viene para llenar unos cuantos baches -se mueve en dos líneas temporales, pasado y presente-, y contestar algunas incógnitas que venimos arrastrando desde el inicio de esta segunda parte de la novena temporada y, más que nada, desde la partida de Rick. Millicent Shelton es la directora encargada de uno de los capítulos más brutales y desgarradores de la serie, de esos que nos recuerdan que para lograr sobrevivir en medio de este apocalipsis, todo se vale y, muchas veces, hay que ver el mal menor (o eso es lo que queremos creer).

En el pasado, todo arranca meses después del “sacrificio” del sheriff, con Michonne atravesando el embarazo de R.J. (Antony Azor), y buscando algún indicio de la muerte de su compañero como para poder darle un cierre al dolor y la tragedia. Obvio que no va a encontrar nada, pero tanto ella como Daryl están determinados a seguir intentando. En el presente, Dixon, Connie, Henry y Lydia arriban a Alexandria -su refugio más cercano después del encontronazo con los Susurradores la semana pasada- para curar las heridas del jovencito y seguir camino hasta The Kingdom.  

Más allá de que Daryl siempre será bienvenido, Michonne no puede permitirse confiar en la hija de Alpha y lo que pueda pasar si los suyos se enteran de la existencia de esta comunidad. Otra vez, vemos a la líder de Alexandria en pie de guerra defendiendo a sus seres queridos, sin posibilidad de darle una oportunidad a otros sobrevivientes. Es ahí donde los flashbacks cobran importancia, así como esa extraña cicatriz en forma de X que comparte con su compañero.

Poniéndose al día con el tío Daryl

Volviendo atrás, un pequeño grupo de personas llega hasta Alexandria buscando un poco de ayuda. Aunque dubitativa, Michonne les abre las puertas tras descubrir que una de ellas es Jocelyn (Rutina Wesley), una vieja amiga de la adolescencia, de la cual no tiene noticias desde hace más de quince años. El encuentro viene a llenar un poquito su vacío y restaurar ese pasado que se fue junto con el fin de la civilización, por eso la chica no está tan alerta como debería estar en otras situaciones.

Tras curar sus heridas, y las de sus compañeros, Jocelyn pide una mano para auxiliar al resto de su grupo refugiado no muy lejos de ahí. Todos resultan ser pequeñines, asustados y gustosos de unirse al resto de los alexandrinos. Súper embarazada y todavía afligida por la pérdida de Rick, Michonne se siente un poco más aliviada de tener una amiga con la cual abrirse y compartir las penas. De ahí la culpa que se le suma cuando, después de pasar varios días bajo su techo y ganarse su confianza, los forasteros deciden huir llevándose consigo todas las provisiones… y a los  nenes de la comunidad, incluyendo a la pequeña Judith.   

Queda bastante claro que Jocelyn no es ninguna carmelita descalza que anda por ahí haciéndose cargo de huerfanitos. Deducimos que la señora los fue separando de sus familias cual flautista de Hamelín, convirtiéndolos en su ejército personal, ya que los niños, a su parecer, se adaptan y soportan mejor estas condiciones extremas. Y ahí van Michonne y Daryl al rescate, por alguna extraña razón los dos solos y sin otros refuerzos, rastreando a los fugitivos hasta una escuela que, de entrada, parece el escenario de una película de terror. Esta es su base de operaciones, un lugar que conocen a la perfección y que pronto se convierte en la prisión del dúo protagonista.

Ni una panza la detiene

Sin poder creer lo que ven sus ojos, Michonne y Daryl son atacados por el grupo de pequeños, bien armados y entrenados, que finalmente logran reducirlos y amordazarlos para lo que será una sesión de extrema tortura. Sí, son los nenes los que los marcaron a fuego (la famosa “X”) y casi acaban con sus vidas, siempre bajo la atenta mirada de su líder. Creepy es poco y acá hay muchas reminiscencias a “Los Niños del Maíz” (Children of the Corn) y hasta con “El Señor de las Moscas” (Lord of the Flies). También hay muchas incongruencias narrativas que molestan, con el único fin de preponderar el gore y la violencia por encima de la coherencia del relato.

De alguna manera un tanto confusa ambos logran desatarse, se separan -porque es mejor así (¿?)-, pero pronto se cruzan con el ejército diminuto. Al menos Michonne, que es atacada y debe decidir si levanta las armas contra los pequeños. La situación no le deja ninguna opción, y después de matar a Jocelyn la carga contra el resto de sus agresores dispuestos a asesinarla a ella, a Judith y al resto de los nenes de Alexandria.

Con todo el dolor del mundo (¿se acuerdan de Carol cuando mató a Lizzie?), Michonne se abre camino entre el grupo de niños poseídos y logra recuperar a su hija pagando el precio más alto. Claro que Daryl aparece cuando el trabajo sucio ya está hecho (¿dónde estabas, amigo?), dejando a su compañera  cargando con todo el dolor y la culpa. Toda la secuencia es horrorosa, obligándonos a ver como golpean y atacan a una mujer embarazada, y como esta debe defenderse rebanando a un montón de menores.

La peor vuelta al cole

¿La excusa? Mostrar ese click que cambió para siempre a la líder de Alexandria, ahora convertida en una mujer recelosa y un tanto amargada que hará lo que sea para proteger a los suyos, aunque implique cerrarle las puertas a aquellos que necesitan ayuda, amigos incluidos. Una actitud que choca de frente con la naturaleza de Judith en el presente, quien escapa detrás de Daryl y el resto del grupo que marcha rumbo a The Kingdom.

Tras encontrarla a medio camino, a mamá Michonne no le queda otra que sentarse y hablar con su pequeña de esos acontecimientos pasados, hechos que la nena sí recuerda. Una conversación que trae a colación todas esas características tan propias de Rick y Carl, siempre dispuestos a sacrificarlo todo para mejorar las cosas. La coraza protectora termina de caer, y Michonne resuelve, como bien dice la nena, que es más importante proteger a todos los que queremos y no sólo a los que se escudan detrás de las paredes de Alexandria.

“Scars” es un capítulo que pone al personaje de Danai Gurira al centro y al frente, obligatorio para entender sus actitudes tan reacias del presente, aunque a expensas de una brutalidad y espectacularidad un tanto innecesarias. Y ni hablar de los errores narrativos que le suman desprolijidad a una serie que, a esta altura, ya debería haber aprendido de todos estos errores. Igual, el episodio cumple su principal función y deja bien en claro que los realizadores no se refrenan ante nada y no tienen miedo de jugar con fuego.

Teniendo esto en cuenta, ahora hay que prepararse para el arribo de los Susurradores en medio de la ferio de The Kingdom.