ANÁLISIS | The Handmaid’s Tale S03E01: Night

Cuando se trata de calidad (visual, narrativa y actoral), pocas series pueden compararse hoy en día con “The Handmaid’s Tale”. El problema, después de una primera temporada espectacular, es lo narrativo que, al despegarse del material original -la novela homónima de Margaret Atwood-, no siempre encuentra la mejor salida. La segunda entrega del drama distópico creado por Bruce Miller para Hulu amplió la historia de June Osborne (Elisabeth Moss) más allá del libro y nos entregó un arco demasiado (extremadamente) dramático, morboso y repetitivo, cuyo final ya no fue tan satisfactorio para la audiencia y para los críticos.

A uno le gustaría creer que los realizadores aprendieron de estos errores, pero “Night” vuelve a caer en esos vicios, buscando el shock y el estremecimiento de un público que ya aprendió cómo es la vida en Gilead y quiere ver un poquito de luz al final del túnel. Lamentablemente, la realidad de los Estados Unidos (y las leyes anti aborto de Georgia) siguen superando la ficción de Atwood, pero sumando relevancia para cada uno de los temas fundamentales del show.

Mike Barker -habitué de la serie- dirige este episodio con maestría (hay escenas que te quitan el aliento), pero al guión de Miller se lo siente desbalanceado en comparación a los pasados estrenos de temporada. La historia retoma justo dónde nos quedamos, con June ayudando a escapar a Emily (Alexis Bledel) y entregándole a la pequeña Nichole (su hija junto a Nick) para que crezca alejada de esta tiranía. Cómo último esfuerzo, Osborne intenta rescatar a su otra hija Hannah, ahora criada por los Mackenzie, pero las dubitaciones y el tiempo (más bien los caprichos del escritor) vuelven a estar en su contra, y tras ser detenida regresa a la casa de los Waterford.

En estos primeros instantes, tras tener que ceder a sus dos pequeñitas, a June le toca lidiar emocionalmente con la mamá adoptiva de Hannah (que obviamente quiere lo mejor para la nena, pero no escapa al lavado de cerebro de Gilead), y con Serena Joy (Yvonne Strahovski), que renunció a todo para que Nichole tuviera una mejor vida. Ahora, las dos mujeres deben enfrentarse a las autoridades, aunque las mentiras y las influencias de Fred Waterford (Joseph Fiennes) pueden inclinar la balanza a su favor.

La realidad es que la inestabilidad emocional de Serena alcanza su pico máximo, propiciando el regreso de June al Centro Rojo, un poco para pagar sus culpas (no le van a dejar pasar una) y otro tanto para ser reacomodada en la casa de un nuevo comandante. Mientras tanto, a nosotros como espectadores nos queda sufrir un poquito más, ya que la escapada de Emily no es tan fácil y debe hacer un último esfuerzo para llegar a la seguridad de Canadá.

Estos son los pequeños “trucos” que entorpecen la trama y nos sacan de la historia, no porque no podamos sufrir junto a los personajes, sino porque ya no queremos seguir haciéndolo. Al menos, no con los que deberían estar a salvo. Esta manipulación es más evidente cuando los realizadores no tienen una historia fuerte de base. Por ahora, no sabemos qué pasará con el futuro de la señora Waterford, o qué cambio puede impulsar June desde su precario lugar de criada.

Volver a empezar para June

Por ahí va a venir la trama principal de esta tercera entrega, mostrando (suponemos) los comienzos de una revolución interna para sacudir los cimientos de este gobierno totalitario que sigue ganado territorio dentro de los Estados Unidos, donde se sigue llevando a cabo una guerra civil. Ya fuimos atestiguando algunos indicios de cómo funciona Mayday -el grupo de resistencia que se mueve entre las Marthas, las criadas y los agentes de seguridad-, del que June empezará a tomar parte, creando una dinámica muy diferente de la que teníamos hasta ahora. Osborne nunca fue de obedecer las reglas, pero a partir de “Night” da la sensación de que “The Handmaid’s Tale” va a abandonar el drama per se, y a meterse en terreno de suspenso y espionaje, un giro que mantiene los temas principales de Atwood, pero los minimiza en función de cierta espectacularidad y tensión constante.     

Esperemos equivocarnos, pero tampoco sabemos qué más hay para contar en esta historia que no deja de torturar a su protagonista, metiéndola en un ciclo vicioso de escapes que no terminan de concretarse nunca.