El cine escandinavo viene pegando fuerte y no se priva de ningún género. Desde la trilogía “Millennium”, pasando por el terror de “Criatura de la Noche” (Låt den rätte komma in, 2008), las historias que nos llegan del Norte de Europa tienen mucho para ofrecer, ya sean su conflictivos personajes o sus ambientaciones oscuras y frías, tan representativas de la región.
“Terremoto” (Skjelvet, 2018) no es el único exponente del cine catástrofe noruego, más bien es el más reciente, ya que la película dirigida por John Andreas Andersen funciona como ‘secuela’ de “La Última Ola” (Bølgen, 2015), otra historia de desastres ambientales que tiene como protagonista al heroico geólogo Kristian Eikjord (Kristoffer Joner).
Tres años atrás, el pacifico fiordo de Geiranger se vio sacudido por la embestida de un violento tsunami. Eikjord y su familia quedaron atrapados en medio de este desmadre, pero vivieron para contarla. Eso sí, el trauma de Kristian no desapareció tan fácilmente, y todavía sigue obsesionado con encontrar a aquellos que no pudo rescatar en su momento. Para el mundo y sus seres queridos es un héroe, pero él decide apartarse de todo y refugiarse en sus propias miserias y estrés post traumático.
Acá estamos, tres años después, donde a Eikjord le cuesta mantener, incluso, una relación con su pequeña hija Julia que llega desde Oslo para pasar tiempo con papá. La visita es un fracaso, pero la muerte de un viejo colega va a poner al ex geólogo en alerta, obligándolo a viajar a la ciudad para entender qué está pasando con el suelo noruego.
Resulta que en 1904, un terremoto de magnitud 5.4 en la escala de Richter sacudió a todo Oslo, resultado de la falla homónima que corre por debajo de la capital. Desde entonces, algunos científicos aseguran que el fenómeno se puede volver a repetir, pero pasados los cien años sin atisbos de movimientos, muchos dejaron de preocuparse, dejando que los instrumentos más avanzados se ocupen de dar la alerta.
Como dijo Tusam, puede fallar, y obvio que esta vez el golpe va a ser contundente. Mientras Eikjord se contacta con la hija del fallecido y rebusca en sus papeles para encontrar las verdaderas causas de su muerte, la ciudad empieza a experimentar extraños apagones y otras anomalías que pocos tienen en cuenta. Al mismo tiempo, intenta reconstruir los lazos con su esposa Idun (Ane Dahl Torp) y sus hijos, sin percatarse que la verdadera catástrofe está a la vuelta de la esquina. Cuando lo advierte, ya es demasiado tarde y no logra convencer a las autoridades para que tomen cartas en el asunto. Lo único que le queda es poner a salvo a los suyos, una tarea que no será nada fácil.
“Terremoto”, como muchos exponentes de este subgénero, lidia con el desastre, mucha acción y el drama particular de los protagonistas, en este caso, agravado por las experiencias del pasado. Igual, y aunque Andersen se esfuerce en este aspecto, y sume un despliegue sideral de efectos generados por computadora, la película no logra escapar de los clichés y situaciones más explotadas del séptimo arte, y más precisamente, por Hollywood.
Lo mejor de la historia sigue siendo la primera mitad antes de la catástrofe, cuando logramos meternos de lleno en la psique de Kristian y su “culpa de sobreviviente”. Esta actitud lo transformó en otra persona, y también lo paraliza cada vez que quiere hacérselas de héroe. No, acá no tenemos un musculoso Dwayne Johnson que venga a salvar el día con proezas inverosímiles. Los personajes de Andersen resultan más realistas y “creíbles”, aunque de vez en cuando se le escapa una de esas tomas imposibles para un ser humano común y corriente. Ponele que sea producto de la adrenalina, ponele.
Está bien, la película tiene que encontrar el equilibrio entre el melodrama familiar y la destrucción ominosa que, en un momento, lo cubre todo con escenas mega espectaculares y rascacielos en riesgo. La prioridad del realizador y el guión de John Kåre Raake y Harald Rosenløw-Eeg, sigue siendo rescatar la humanidad de las personas en momentos de crisis, pero más aún, la unidad de esta familia que debe volver a encontrar su centro.
“Terremoto” tiene muy buenas intenciones y es una gran alternativa para escaparle al cine hollywoodense y explorar otros puntos de vista, pero al final apura demasiado las cosas y toda esa tensión y dramatismo que logra construir, quedan opacados por el desastre y algunos actos heroicos de manual.
Andersen no nos entrega soluciones mágicas, sino que muestra como una ciudad y una familia se recuperan del desastre, volviendo a la naturalidad del principio, que sigue siendo lo más atrayente de su historia. Lo que sacamos en claro: los científicos a cargo siempre hacen oídos sordos, los que encuentran las fallas mueres trágicamente, y los niños siempre son un obstáculo en este tipo de historias. ¿Los podemos cancelar para siempre?