ANÁLISIS | Supergirl S04E19: American Dreamer

Se sabe que la pluma es más poderosa que la espada y al no poder calzarse la capa como Supergirl, Kara decide combatir al enemigo con el arma de la libre expresión desde las páginas de CatCo. Mientras la heroína mantiene el bajo perfil y se aleja de la ley marcial impuesta por el presidente Baker, Dreamer/Nia Nal toma su lugar como justiciera de National City, a riesgo de caer en las garras de Ben Lockwood y sus secuaces (bah, matones) dentro de la oficina de Asuntos Alienígenas.

Así son las cosas: el miedo se expande entre la comunidad extraterrestre, más allá de que estén involucrados o no en algún tipo de contraataque, una persecución indiscriminada que separa familias e incita a la violencia, no siempre justificada. En este ámbito, Lockwood abusa de su autoridad mientras su hijo George empieza a cuestionar su ideología y sus  métodos, llegando a la conclusión de que, tal vez, el enemigo no es tan fácil de identificar.

El panorama tiene un aire de autoritarismo y discriminación bastante conocido y no podemos dejar de lado las comparaciones con épocas nefastas como el Holocausto, la segregación racial en los Estados Unidos durante la década del sesenta o el clima político que se vive bajo el gobierno de Donald Trump. A los responsables de “Supergirl” ya no les interesan las sutilezas y se agarran de la literalidad para demostrar sus propias ideas, echando mano de las metáforas superheroicas que acarrea la última hija de Krypton.

Las heroínas se le plantan al Agente de la Libertad

Así, Kara pone manos a la obra para encontrar y desenmascarar a Lex Luthor, verdadero responsable del ataque a la Casa Blanca y el odio de los ciudadanos hacia Supergirl. Las pistas la llevan derechito hacia AmerTek, empresa que (sabemos) está detrás del desarrollo de Snowbird y otros tantos chanchullos del criminal, quien utilizó el nombre falso de Sebastian Melmoth -pseudónimo de Oscar Wilde– para mover grandes sumas de dinero y comprar la base militar de Kaznia (A.K.A. Rubniu) donde “nació” la Hija Roja.

Danvers pone a prueba todas sus habilidades periodísticas para descubrir la verdad y limpiar el nombre de la heroína, pero para ello necesita la ayuda de fuentes internas -en este caso Edna, hermana de un empleado de CatCo que no quiere poner en riesgo a su familia-, y eventualmente la de Lena, que ya no puede ocultar la “complicidad” involuntaria con su hermano. Al fin puede decir la verdad y descargar frustraciones con su amiga, siempre dispuesta a perdonar sus acciones y darle el consuelo necesario.

En un punto, Kara entiende que necesita volver a inspirar confianza y esperanza en la población, de la misma manera que Cat Grant (Calista Flockhart) le supo enseñar en el pasado. Pero esta vez no es tarea de Supergirl pararse delante de las cámaras, sino la de Dreamer, quien representa no sólo a ambos mundos (humanos y alienígenas), sino que puede hablar desde su propia experiencia como mujer trans cuando se trata de discriminación e inclusión. El discurso de Nia es tan sincero como emotivo, e inspirador para que aquellos con dudas a la hora de tomar partido (Edna, George, Lena, incluso Brainy) den el paso definitivo en la dirección correcta. Lo que Kara y Nal sólo quieren demostrar es que detrás de nuestras diferencias aparentes, todos tenemos gustos parecidos y perseguimos las mismas metas. Una postura un tanto ingenua para los oscuros tiempos que corren, pero igual de necesaria cuando en la vereda de enfrente sólo hay odio representado por el Agente de la Libertad que no distingue entre culpables e inocentes.

James tiene que enfrentar sus propios traumas 

Su actitud va a terminar siendo contraproducente, por un lado con el alejamiento de su hijo que ya no comparte la ideología de sus padres, y aún peor con el asesinato de su esposa Lydia, a manos de la mujer de uno de sus prisioneros extraterrestres. Esto, sin dudas, va a agitar las aguas en casa de los Lockwood una vez más, desatando la ira de este muchacho que, de por sí, ya tiene convicciones bastante fuertes y extremas.

Mientras esta gota rebalsa el vaso de Ben, Kara y Lena se acercan un poquito más hacia el descubrimiento de Sownbird, lo que suponemos será el encontronazo final de la temporada. Por su parte, James tiene que lidiar con sus propios problemas, que van más allá del atentado de Luthor y su estrés post traumático, cuyos ataques de pánico exacerban los poderes del Harun-El. Para lograr controlar estos desmanes involuntarios, Brainy propone bucear un poco más en la cabecita de Olsen, y al sumergirse en su propio palacio mental (gracias Sherlock por este recurso tan explotado), consigue exorcizar sus propias culpas del pasado en relación a la muerte de su papá.

Una historia conmovedora, pero con muy poco peso (y mucha distracción) para la trama. Al igual que la travesía de J’onn por el desierto de T’ozz en su Marte natal, pequeñas historias que quedaron bastante desconectadas a esta altura de la temporada.

El Detective Marciano debuta detrás de las cámaras

“American Dreamer” -dirigido por el mismísimo David Harewood– tiene buenas intenciones y momentos disfrutables (todo queda mejor con Lenny Kravitz de fondo, ¿no?), pero todavía carga con subtramas poco interesantes que no sabe resolver y personajes que no encuentran su lugar dentro de este gran entramado comiquero. Igual, celebramos el espacio que le brindan a ciertos temas coyunturales y la diversidad e inclusión siempre presentes, todavía más destacables que la fantasía y las historias sobre héroes y villanos. De alguna manera, “Supergirl” toma la posta de los clásicos relatos épicos para destacar las virtudes y hazañas de sus protagonistas dentro de un escenario donde la perfección y la victoria de los buenos no siempre están garantizadas.