‘Through the valley of the shadows” arranca con la aparición de una nueva señal de esas que indicaban la presencia del ángel rojo, y cuyo origen aún no fue explicado.
La señal está situada sobre Boreth, un planeta perteneciente al imperio klingon y que tiene una particularidad: allí se encuentra situado un monasterio donde Ash Tyler (Shazad Latif) entregó para su crianza en secreto al hijo que tuvo con L’Rell (Mary Chieffo), la canciller klingon, luego que las cosas dentro de la cúpula gobernante del imperio se fueran al cuerno (como viéramos en el tercer episodio de la temporada “Point of Light”)
Tras el arribo de la Discovery a Boreth, la misma L’Rell se apersona en la nave para darle a Pike (Anson Mount) un poco más de información sobre el monasterio. Sucede que es un lugar que no suele recibir visitantes ya que sus habitantes son recelosos guardianes de los cristales del tiempo, un mineral que los klingon no quieren saber nada con entregar a otra raza.
Estos minerales son precisamente la fuente de energía del traje que le permitió a la madre de Burnham viajar en el tiempo. A pesar de que la canciller klingon le dice a Pike que no hay forma que pueda hacerse con uno de estos cristales, el capitán decide voluntariamente ir al monasterio para ver si puede torcer la opinión de los lugareños.
Allí es recibido, en las clásicas formas klingon (con armas en mano) por Tenavik (Kenneth Mitchell), el guardián de los cristales del tiempo, quien le asegura al capitán que está perdiendo su tiempo en el monasterio, a menos que esté dispuesto a hacer un sacrificio que cambie su vida para siempre. Pike, muy enfocado en la misión, accede.
Al ser el monasterio un lugar cubierto de cristales del tiempo, el paso del ídem no es lineal, sino que conviven pasado, presente y futuro. Esto lo demuestra al revelar al capitán que él es, ya entrado en años, el hijo de L’Rell y Tyler.
Tenavik y Pike llegan a donde están alojados los cristales y cuando el capitán está por tomar uno, el guardian le dice que tenga cuidado, porque al hacerlo tendrá una visión de su futuro, una no muy placentera, y si se lleva este objeto su destino quedará fijado – no podrá escapar del mismo.
Pike toca el cristal y al hacerlo es transportado a lo que parece ser una instalación de la Flota Estelar, en donde es víctima de una explosión de radiación que le desfigura la cara por completo. Inmediatamente se lo ve en otro lugar a donde se le acerca una persona postrada en una especie de silla de ruedas a la que solo se le puede ver el rostro arruinado. Es justamente Pike, o una versión futura de él, luego del accidente.
Tras presenciar estas imágenes perturbadoras, el capitán suelta el cristal y, entre gritos y llantos, se debate entre qué hacer. Si deja el mineral en el monasterio, quizá tenga chances de escapar a su destino. Pero, al hacerlo, los planes de Control seguirán en marcha y toda la vida consciente en la galaxia seguirá en peligro. Finalmente decide poner su propio futuro en segundo plano y se lleva el cristal a la Discovery.
Desde que “Star Trek: Discovery” arrancó siempre ha sido víctima de una corriente del fandom, tanto molesta como persistente. Nos referimos a esos queridos autoproclamados “trekkies auténticos”, quienes aseguran que esta serie no tiene nada que ver con “su serie”, que usaba aliens con prótesis de plástico. Para esgrimir este argumento, también afirman que Discovery no respeta el canón. Pues bueno. Este episodio, al darnos una visión nítida sobre el destino de Pike, el mismo que vimos en la serie original, fue una clarísima contestación a ese tipo de fans que ponen la queja por encima de todo.
Además de la aventura reveladora del capitán, el capítulo tuvo otra trama protagonizada por Burnham (Sonequa Martin-Green) y Spock (Ethan Peck).
Los hermanitos van en busca de una nave de la Sección 31 que no reportó su localización, que finalmente encuentran a la deriva en medio del espacio y con toda su tripulación fallecida, con la excepción de Kamran Gant (Ali Momen), ex compañero de Burnham en otra asignación de la Flota Estelar.
Los tres van en busca de respuestas a la nave a la deriva y allí se encuentran con que, cuando no, iban hacia una trampa de Control. La inteligencia artificial se había adueñado del cuerpo de Gant y buscaba hacer lo propio con Burnham, ya que de esa forma podría obtener las memorias de la esfera alienígena, y así convertirse en la forma de conciencia más poderosa de la galaxia.
Los planes de control son desbaratados por los hermanitos, quienes trabajan cada vez mejor juntos, y vuelven a la Discovery. Pero las cosas están a punto de empeorar.
Ya en la nave, reciben la información que están a punto de ser emboscados por la flota de la Sección 31. Sin la posibilidad de transferir o destruir la información de la esfera, Burnham propone una solo solución, destruir la Discovery. Pike accede y le envía un mensaje a la Enterprise, para que reciba a toda la tripulación de la nave que está a punto de evacuar. Continuará.
“Through the valley of the shadows” expuso lo mejor que está teniendo esta temporada de “Star Trek: Discovery”: el desarrollo de personajes.
Nuevamente Anson Mount se lució como el capitán de la Discovery, esta vez mostrando su costado más frágil, al aterrarse por lo que puede ser su destino trágico. El dúo Burnham-Spock también se floreó, con una gran escena de acción que muestra lo bien que trabajan juntos.
Incluso hubo tiempo para una genial mini escena en la que Jett Reno (Tig Notaro) intercedió en el conflicto entre el doctor Hugh Culver (Wilson Cruz) y el ingeniero Paul Stamets (Anthony Rapp) con la intención de que vuelvan a hacer la pareja que una vez fueron. Fue una secuencia muy bien lograda, por cierto.
Nos quedan solo dos episodios para el final de temporada, con la promesa de una gran batalla especial y la reaparición de la nave más reconocida del universo Star Trek. Este capítulo, sin dudas, dejó la vara muy alta para el desenlace. Que así sea.