En la casi veintena de episodios ya estrenados, hemos visto cómo esta producción no solo analiza, interpela y resignifica conceptos de la propia franquicia que ayudó a resucitar, sino también de cosas que nos pueden pasar a todos nosotros en cualquier día.
“An Obol for Charon”, el episodio de esta semana, fue una clara muestra de esa exploración de la vida cotidiana, al meterse de lleno en un verdadero mal moderno: la falta de comunicación ante el caos de información al que somos sometidos a diario.
Pero arranquemos por la actualización de las “crónicas del ángel rojo”. Number One (Rebecca Romijn), la primera oficial de la Enterprise, hace una brevísima visita a la Discovery para entregar a Pike (Anson Mount) información sobre Spock. Gracias a este aporte, el capitán logra rastrear la ruta del transbordador que el vulcano se llevó de la base estelar 5, luego de su ya mencionada y violenta escapatoria de dicha instalación.
Pike, luego de revelar esta información a Burnham (Sonequa Martin-Green), ordena que la Discovery vaya en búsqueda de la nave de Spock. Por suerte, este fue el único avance importante en la trama del ángel. Ya estaba saturando un poquito y hacía falta un cambio de ritmo argumental, algo que este episodio aprovechó muy bien.
Cuando la nave emprende la ruta de persecución es detenida por un enorme organismo esférico que altera por completo los sistemas de abordo. De un momento a otro, todos en el puente de la Discovery empiezan a hablar en diferentes idiomas. Sucede que el extraño ser invasor está tratando de comunicarse con la nave y, al intentar hacerlo, rompe el comunicador universal que permite que todos los tripulantes se comuniquen en un perfecto inglés.
La escena “torre de Babel” no solo es desopilante por ver cómo los tripulantes se ponen locos tratando de hacerse entender, pero cada uno habla en un idioma distinto. Alemán, español, italiano, hebreo, francés y, obviamente, klingon, entre otros. También funciona porque logra responder un interrogante que muchos trekkies nos preguntábamos desde siempre ¿qué pasaría si se averiara el traductor universal de una nave de la Federación?
El que logra solucionar este problema es Saru (Doug Jones), que conoce diferentes lenguas y logra reactivar el traductor. Al hacer esto también descubre la verdadera intención del organismo esférico. Sucede que este ente invasor está agonizando y busca comunicarse con la Discovery para transmitirle su legado, que abarca cien mil años de vida.
Pero además de haber afectado todos los sistemas de la Discovery, la aparición del ser esférico agonizante también activó un proceso en el organismo de Saru, el cual identifica como una muerte inminente. Sucede que los kelpien, la raza a la pertenece el personaje encarnado por Doug Jones, están educados en la idea de que, una vez que llegan a una determinada edad deben formar parte de un “balance”.
Esta es toda una explicación pomposa para explicar que, en realidad, cuando llegan a su maduración, se tienen que entregar a otra raza, una depredadora y que habita en su mismo planeta de origen para poder “honrar ese balance”. Esto es todo un verso que justifica que los kelpien son una suerte de ganado que, en un momento de sus vidas, van a parar al matadero galáctico.
Saru, como se muestra en el corto “The Brightest Star”, (el tercer envío de los cuatro “Short Trek” que se pueden ver en Netflix) fue el único kelpien que abandonó su planeta. Pero, por más que se haya convertido en oficial de la Flota Estelar, parece que no puede escapar a su destino y su malestar hace que presiente que el velorio está llegando a velocidad Warp 9.
En paralelo a esta trama principal, el episodio tiene una segunda historia, que ahonda un poco más en el drama de Sylvia Tilly (Mary Wiseman) y su “fantasma” invasor. En el episodio anterior, con la ayuda de Paul Stamets (Anthony Rapp), lograron extraer de Tilly una suerte de organismo, proveniente del motor de esporas de la nave, que había generado las visiones de esta amiga suya de la infancia, ya fallecida.
Cuestión que el incidente con el ser esférico políglota genera un problema en la sección de ingeniería de la Discovery. Stamets, Tilly, y Jett Reno (Tig Notaro), la ingeniera que Burnham y Pike rescatan en el primer episodio, se quedan encerrados. No solo eso, sino que el cúmulo de antimateria que le sacaron a Sylvia vuelve a meterse en su cuerpo.
Los ingenieros se chicanean con todo lo que pueden, ya que discrepan en su manera de trabajar – pero lo hacen con una altura soberbia, un duelo verbal memorable. Luego de su “combate” salvan una vez más a Tilly, pero otro nuevo incidente en Ingeniería, en este caso a causa de la red de esporas que se aloja allí, hace la joven alférez vuelva a ser atrapada por el ser hecho de hongos.
¿Qué pasará con Silvita? Lo sabremos en el próximo episodio. Pero más allá de la espectacular charla picantona entre Reno (por favor que la sumen al elenco regular) y Stamets, toda esta trama de los fantasmas champiñón suma muy poco.
Volvamos entonces a la trama principal. Tras poder entablar una conversación con los sistemas de la Discovery, la esfera invasora manda un archivo con lo que serían sus memorias y…muere, dejando a la nave liberada para retomar su búsqueda de Spock. Pero falta resolver el temita de Saru.
El kelpien ya está entregado, sabe o piensa que su hora ya llegó y le pide a Burnham, la persona más cercana que tiene en la nave, que le practique una suerte de sacrificio, cortándole un ganglio que se le forma en la nuca, con el cual presiente que la muerte está cerca. Michael accede, pero cuando está por hacer el corte, el ganglio se desprende solo, e inmediatamente Saru recupera su buen estado de salud.
Con esto, el kelpien entiende que todo este tema del “balance” no era más que una mentira que los de su raza se había creído como para someterse a una muerte no deseada.
“An Obol for Charon” hace muchas cosas bien. En primer lugar, se enfoca solo en dos tramas, lo que permite que el seguimiento del episodio sea tan caótico, como quizás sucedió con el anterior. Además, logra una variante de tonos muy histriónica con momentos humorísticos mínimos pero muy bien colocados. Todo eso le suma mucho a una serie de peso dramático bastante fuerte.
Entre los defectos del episodio podemos mencionar que todo el tema de Saru no estuvo especialmente bien resuelto. Por momentos rozó el melodrama, pero necesitábamos que este personaje tuviera más tiempo en pantalla. Doug Jones es un actorazo y lo hizo notar esta semana tras pasar casi desapercibido en las entregas anteriores.
Lo mejor del capítulo fue lo que giró alrededor del tema de la comunicación (la clave del episodio). La forma más literal fue la escena del problema lingüístico, pero también lo vimos en el contrapunto entre Stamets y Reno, y en el (no) desenlace entre Saru y Burnham. Cada personaje parece enfrascado en sus propios miedos y exigencias, por eso pareciera que cuando quieren manifestar lo que les pasa, todo el mundo le habla en otro idioma.
El episodio sirvió también para mostrar, y mostrarnos, que por más que a veces nuestros problemas parezcan montañas, si tenemos a alguien cerca que nos entienda, podemos encontrar una solución. Claro, el problema está en encontrar ese interlocutor.
Es imposible no estar entusiasmado con esta segunda temporada de “Star Trek: Discovery”. Con cuatro capítulos emitidos, la serie nos paseó por temáticas completamente diferentes, sumó interesantes personajes nuevos y agregó matices a los tripulantes que ya conocíamos. Queda un largo camino por recorrer, muchas preguntas por responder, pero todo, por ahora, parece andar viento en popa.