El mundo de los videojuegos de deportes es realmente acotado. En la antigüedad, en las generaciones de 8 y 16 bits, prácticamente cualquier deporte tenía su versión digital. Sin embargo, cuando la industria hizo el salto a las tres dimensiones fueron pocos los títulos y deportes precisamente, que pudieron adaptarse de manera correcta. Aún inclusive cuando el fútbol, el basket y el golf nunca dejan de tener una nueva entrega, los representantes del género son pocos y siempre los mismos. Los deportes menos tradicionales suelen quedar relegados a estudios más chicos que tal vez por ver el nicho o simplemente por pasión, intentan darle a los fans o practicantes de dichas actividades, una versión para jugar sin transpirar tanto. Por mi parte, si yo fuera uno de los desarrolladores de Spike Volleyball estaría sudando bastante.
Bigben Interactive, distribuidora del título, tiene ya una tradición de publicar juegos deportivos poco convencionales. Gracias a ellos, los amantes del Handball, Volley y Rugby entre otras disciplinas, pueden comprar juegos que simulan estas actividades. Y si digo comprar y no disfrutar, es porque la mayoría de estos suelen ser de regulares para abajo, siendo la última ofensa del estudio francés, el poco recomendable Tennis World Tour de 2018. Sin embargo, la responsabilidad es compartida en este caso, ya que Spike Volleyball en sí fue desarrollado por otro estudio francés llamado Black Sheep, quienes jamás habían trabajado en un título deportivo con anterioridad. Y esto se nota.
Spike Volleyball plantea una propuesta que se balancea con poco equilibrio entre la experiencia arcade y la simulación. Desde el vamos, propone un modo carrera similar al que podemos encontrar en cualquier juego deportivo, en el cual podemos llevar a la gloria a nuestra selección nacional favorita, siguiendo un calendario de partidos y torneos que avanza sin mucha fanfarria. Para personalizar la experiencia, contamos con la posibilidad de cambiar el color de las camisetas y variar sus diseños entre escasas variantes poco imaginativas, lo cual no suma mucho, pero al menos nos da la opción. Esto es un problema en sí, porque por más que podamos acceder a un par de propuestas de juego o inclusive elegir si queremos participar de una liga masculina o femenina, todas estas opciones solo están para ocupar espacio y disimular que el título está bastante vacío de contenido. Todas estas opciones son espejitos de colores para vendernos de un par de maneras distintas lo único que el juego tiene para ofrecer: los partidos.
La propuesta jugable en sí es tal vez lo único firme del juego. Y hasta ahí. Basándose en un esquema de control similar al de la saga Madden, cada uno de los jugadores que tengamos en la cancha tendrá asignado un botón del pad, el cual seleccionaremos para enviarlo a ejecutar una acción. El receptor del saque contrario siempre recibirá con X en Playstation o A en Xbox y el resto de la botonera servirá para elegir quien arma y quien ejecuta. Dependiendo cuanto mantengamos presionado el botón de remate variará la potencia del mismo y es en esos segundos que tendremos la posibilidad de direccionar también el disparo.Cuando nos toca defender, la situación se complica un poco más, pero en el mejor de los sentidos, ya que acá se encuentra la parte a masterizar del juego. Con los botones de los hombros vamos a mover a nuestra línea de defensa, traduciendo la cantidad de veces que los presionemos a la cantidad de jugadores que queremos enviar hacia la izquierda o derecha del campo de juego. Para bloquear el disparo bastará simplemente con presionar un botón, pero inmediatamente tendremos que estar preparados para qué dirección tomará la pelota, ya sea tanto en caso que la bloqueemos como cuando no. Está última parte requiere una velocidad de reacción en el control que se vuelve interesante, ya que se puede comparar – salvando las distancias – con la maestría que un juego de pelea sugiere a la hora de encadenar combos o ataques especiales, haciendo que haya una destreza a aspirar.
Sin embargo, aún cuando el momento del partido es la parte más disfrutable, la ilusión dura poco debido a lo roto que está el juego. Dejando de lado que los modelos de los personajes son sumamente genéricos, feos y se mueven en simultáneo como si fueran figuras de metegol, las animaciones de movimiento y contacto con la pelota son tan malas que no sólo es difícil concretar el movimiento que planeamos, sino que los ataques de los contrincantes se vuelven completamente impredecibles. Cuando nuestros adversario rematan con todo su cuerpo orientado hacia una dirección y la pelota sale para otra es un tema complicado. Cuando la pelota directamente atraviesa la red o a nuestro receptor aún cuando se ejecuta la animación del movimiento correcto, ahí ya no podemos negar que el producto no funciona.
Spike Volleyball es un título con buenas intenciones, pero una ejecución fatal. En el momento que estamos en la cancha jugando olvidamos momentáneamente todo lo que tiene de malo, hasta que estos errores nos arruinan un tanto. El juego anda tan mal que aún cuando le roban un punto a los equipos contrarios esto genera bronca, ya que uno quiere que funcione con propiedad y no ganar de casualidad. Ni aún jugando con amigos o en línea esto es recomendable, ya que una cosa es no poder medir cómo va a terminar la jugada planteada uno mismo y otra peor es que ninguno de los dos jugadores realmente sepan si lo que planean hacer se va a ejecutar con propiedad. Si en un futuro una docena de parches solucionan estos problemas, el gameplay en sí puede llegar a valer la pena moderadamente, pero más que parches, este juego necesita ser eliminado y desarrollado de cero una vez más.