El género de los battle royale es uno que siempre pruebo y nunca termina de atraparme. El modelo repetitivo que tiene me termina cansando y las partidas largas en las que puede no pasar nada me aburren muchísimo. Spellbreak es todo lo contrario y logró lo que ningún exponente del género pudo hasta ahora: atraparme por completo. Esto se debe principalmente a sus amplias opciones de personalización, como también la cadencia de las partidas que nos ofrece, que a lo sumo duran entre 15 y 20 minutos.
Y es que Spellbreak es muy distinto a la mayoría de los battle royale, ya que no hay ningún arma de fuego. En su lugar disponemos de la magia, a través de un sistema de guantes con una variedad compuesta por seis “elementos”: fuego, hielo, veneno, tierra, viento y rayo. Estos funcionan como las armas de fuego de cualquier otro battle royale y podremos elegir uno de estos como nuestro “guante principal”, lo cual equivale a elegir una clase. Esta decisión es importante porque cambia muchas cosas: primero, durante un partido podremos utilizar dos guantes, uno en cada mano. Pero el principal, que va en la mano izquierda, nunca podremos cambiarlo por otro elemento: solo podremos hacerlo por uno del mismo elemento pero de mejor rareza para aumentar su daño. El de la mano derecha podemos cambiarlo por uno de cualquier elemento durante el transcurso de la partida, pero no por el mismo que nuestro guante principal. Segundo, cada una de estas elecciones nos dará distintas habilidades que conseguimos a medida que el partido va avanzando.
Como en todo battle royale, hay una zona segura que se va haciendo cada vez más chica y si no estamos dentro, un gas nos irá matando. Lo que Spellbreak le agrega a la fórmula es que en este sistema de clases tenemos habilidades de nivel uno a cuatro, y estas se irán desbloqueando a medida que entramos a cada nueva zona segura. En otras palabras, cuanto más avance la partida, más fuerte seremos, independientemente del loot que hayamos conseguido hasta ese momento. Este concepto de por sí es increíble, ya que te garantiza una mínima cantidad de poder para esas últimas peleas incluso si no tuviste mucha suerte con el equipamiento que encontraste a lo largo de la sesión. Además, estas clases van subiendo de nivel desbloqueando nuevos talentos: este es otro sistema que es diferente a la mayoría de los battle royale y, aunque a priori parece complicado, lo cierto es que es bastante simple. Tenemos 3 categorías de talentos y podemos traer uno de cada uno. Estos talentos te dan bonificaciones pasivas como poder pasar más tiempo volando o contar con un escudo cada 60 segundos, sólo por mencionar dos ejemplos. Lo bueno es que estos talentos los podemos mejorar en cada partida con pergaminos que podemos encontrar desperdigados en el mapa, que nos cambian ese escudo cada 60 segundos a cada 45 segundos, entre otras ventajas. Teniendo en cuenta los talentos y las clases, Spellbreak ya tiene muchísima más personalidad que la mayoría de otros juegos de este estilo, gracias a que la personalización resulta clave y se da no sólo desde lo estético, sino también desde sus sistemas de juego.
Hasta acá, son todas las opciones entre las que podemos optar antes de meternos de lleno en sus partidas: una vez dentro, Spellbreak es realmente muy divertido. Primero elegiremos dónde queremos caer y trataremos de conseguir todo el equipamiento que podamos lo más rápido posible. Cinturones que funcionan como un escudo para tener más vida máxima, botas para aumentar nuestra velocidad de movimiento (ya que no podemos esprintar de ninguna manera) y un amuleto que nos aumenta nuestro maná máximo son los ítems más importantes. Los primeros dos son intuitivos pero el maná funciona para poder realizar más ataques o volar más: es el equivalente a la munición. Luego, lo ideal sería encontrar una “runa”. Estas funcionan como una suerte de habilidades especiales que podemos encontrar en cada partida: alguna nos deja ver enemigos resaltados a través de las paredes, otra nos permite hacernos invisible un pequeño tiempo. Son una extensión de nuestros guantes para darnos más versatilidad todavía.
Y lo mejor de todo, los guantes: finalmente llega el momento de hablar del combate, que es lo mejor que tiene Spellbreak para ofrecernos. Como dije antes, tenemos dos guantes: uno en cada mano y cada uno de estos es de un elemento distinto. Además, cada elemento tiene dos habilidades: una básica que es por lo general, alguna forma rápida de hacer daño y otra que tiene posee cooldown, que suele estar relacionada con algún tipo de utilidad: una pared de fuego, una burbuja de veneno, un remolino de viento son sólo algunas. El chiste de Spellbreak es hacer combinaciones que funcionan tanto en combate como para darnos utilidad. Por ejemplo, combinar un remolino de viento para atraer enemigos y a su vez agregarle fuego para que no sólo los atraiga, sino también los incinere. O arrojar una piedra gigante y en el aire pegarle con nuestro ataque de hielo para que se enfríe y congele todo lo que toque. Combinaciones como estas hay muchísimas y es lo genial de Spellbreak. El combate es frenético y ágil, como el de Apex Legends pero en vez de movilidad por velocidad es movilidad por altura. Apuntar es difícil y la idea es siempre predecir dónde van a moverse los enemigos, en lugar de intentar darles exactamente en el lugar en el que se encuentran en el momento. Y si bien algunas peleas entre 6 o 7 paersonas pueden ser un completo caos, es MUY divertido. Podemos jugar solos y en equipos de tres; al momento de escribir esta review, la opción de dos jugadores aparece pero está deshabilitada. Dicho esto, encuentro particularmente divertido el modo de equipos de a tres ya que los enfrentamientos se vuelven mucho más complicados y por ende, satisfactorios. En 1 vs 1 suele ser una experiencia mucho más competitiva; hubo una partida en particular que eramos 11 personas en una zona diminuta haciéndose cada vez más chica, con pisos de hielo, paredes de fuego y explosiones por todos lados, tratando de tomar altura para no morir en la cadena de explosiones y fue por lejos la mayor diversión que tuve en un battle royale.
Como en cualquier título competitivo, siempre hay algún problema de balance y Spellbreak no es una excepción. Lo que agrava el caso es exactamente lo que lo distingue del resto. Sucede que por cómo funcionan los battle royale en general, el problema de balance pasa más desapercibido porque siempre se parte de una igualdad de condiciones: un arma puede estar rota, pero todos pueden encontrarla y usarla. Spellbreak por el contrario, está concebido como un juego por clases, y el principal problema es que dos de ellas son bastante más fuertes que las otras cuatro. Y si bien la igualdad de condiciones aplica en este caso también, es peor porque la mayoría de los jugadores eligen estos dos guantes como principales. Esto no es nada menor: justamente, lo divertido de Spellbreak es la capacidad de hacer distintos combos y lograr cadenas de elementos, pero al estar la mayoría con los mismos guantes, esto se pierde un poco. Dicho eso, estoy seguro que con el tiempo y parches para llegar a un mejor balance, además de la misma pericia de los jugadores, concentrados en buscar formas de contrarrestar la meta actual. El apartado visual, por otro lado, posee un aspecto cartoon que no sólo se ve bien y hace que el rendimiento del juego sea superlativo, sino que incluso en los momentos más intensos, sea fácil leer entre el caos y diferenciar a los jugadores y distintos elementos entre todas las explosiones y efectos colaterales de la magia.
El mayor logro de Spellbreak es hacer que cada partida se sienta realmente distinta, ya no sólo por la naturaleza del género que aborda, sino porque la profundidad y variedad del combate da lugar a muchas situaciones distintas. No se resuelve todo en tomar cobertura y disparar: en cada segundo de un combate tenemos numerosas opciones y estrategias para adoptar, y cada una llevará la pelea por un lado distinto. En ese potencial de situaciones diversas es donde se encuentra la verdadera diversión: en tratar de aprender qué hacer en cada momento, qué combinaciones podemos hacer y cuáles están a la disposición de nuestro enemigo, a la par de aprender a movernos y apuntar verticalmente y a objetivos que están en el cielo. Todo funciona muy bien. Así y todo, Spellbreak tiene algunos aspectos para mejorar. Las cosas que lo frenan tienen que ver con que todavía no están habilitadas todas las opciones de juego, incluso ya con el título lanzado oficialmente. Además de esto, algunos guantes se sienten mucho más débiles que otros y si bien aporta muchísimos cambios y elementos nuevos al género con su combate y personalización, sigue estando atado a las restricciones propias del género: lo reiterativo y lo azaroso en la obtención del equipamiento.
Spellbreak es totalmente gratis y el modelo económico gira alrededor de elementos cosméticos: no existe absolutamente nada relacionado a la idea del “pay to win”. Tampoco cuenta con un sistema de pase de batalla por ahora, aunque sí podemos subir de nivel en cada una de las clases, consiguiendo recompensas en cada nivel con un máximo de veinte por clase. Al ser un battle royale, la rejugabilidad es uno de sus valores y Spellbreak tiene para regalar en este sentido, sobre todo si sos amante del género. En lo personal, me sorprendí con lo divertido y refrescante que resultó jugarlo, de hecho, es uno de los multijugador con el que más diversión tuve. Resta por ver qué tanta frescura Proletariat Inc. puede imprimirle a su obra y cómo es que la mantendrán vigente o como suele decirse, “viva”: una de las facetas clave en el género. El tiempo dirá, pero por lo pronto, Spellbreak es un battle royale con personalidad, único y más que recomendado.
Jugué Spellbreak durante 30 horas, la mayoría con grupos de tres jugadores. Es un gran juego, completamente free to play que cuenta con cross save y cross play en PC, XBOX, PlayStation 4 y Nintendo Switch. Al ser totalmente gratuito, no hay motivo para no probarlo y honestamente creo que será del agrado de la mayoría de las personas que se animen a probarlo, en especial si juegan con amigos, cosa que su cross play facilita muchísimo.