Riverdale finalizó su tercera temporada y ya estamos palpitando la cuarta. La serie de The CW vuelve a salirse con la suya, gracias a la mezcla de géneros y a sus personajes, que parecen conscientes de estar viviendo en el pueblo más extraño, donde ocurren crímenes dignos de un policial sobrenatural y siempre hay tiempo para el amorío infantil y los desarrollos de personaje ridículos, más propios de la sitcom. Probablemente estemos ante la temporada más divertida, que no escatima en las referencias pop que tanto nos gustan, y que termina de atar varios cabos que vienen sueltos desde hace tiempo.
La segunda temporada de Riverdale fue floja. Luego de una temporada debut de 13 episodios, el paso a 22 en la segunda parte hicieron que todo el asunto quede estirado, con problemas de ritmo y foco. A pesar de esto, fueron episodios necesarios para llevar a los personajes donde están ahora. Para sorpresa, todos ellos terminan teniendo un trama personal convincente (en términos de Riverdale) en esta temporada.
En términos de sentido común, quizás no haya nada de ello en Riverdale. Pero la serie funciona así, con personajes como Archie (KJ Apa) que en una misma temporada termina en la cárcel, escapa y se convierte en boxeador profesional. Y ni hablar de Veronica (Camila Mendes), que termina siendo la dueña de un casino ilegal. Betty (Lili Reinhart) y Jughead (Cole Sprouse) siguen el camino más detectivesco, aunque cada uno con lo suyo: ella intenta evitar que la madre caiga en una secta y él sigue intentando parar el tráfico de la droga Fizzle Rocks.
Disfrutar Riverdale es también abrazar que estamos en una realidad donde es posible que chicos de secundaria lidien con asesinatos, tráfico de drogas y de órganos, prostitución, fanáticos religiosos, y otras turbiedades. La cuestión termina saliendo bien porque la serie aborda todo con un humor envidiable, con diálogos que intentan a toda costa meter una referencia nerd en cada oración.
De hecho, en esta temporada la serie abraza por completo la cultura pop: además de un episodio musical inspirado en Heathers, tiene otro muy nostálgico basado en The Breakfast Club. 22 capítulos son demasiados para lidiar con el misterio central de la trama y al menos ahora Riverdale encontró la forma de incluir capítulos de relleno que nos dan el fanservice que necesitamos. Pocas series son tan conscientes de los chistes propios del género, tan inteligentes para tocar temáticas oscuras con un tono que hace que no nos la tomemos en serio nunca. Es por esto que podemos disfrutarla, algo que debería aprender su serie hermana, Chilling Adventures of Sabrina.
Ahondando en la trama, es una temporada completa basada en un juego de rol, Gryphons and Gargoyles (G&G). Ese dejo de fantasía oscura constante le sienta muy bien y hasta justifica lo insólito de algunos personajes, como la pelea de Archie contra el oso o a Cheryl Blossom (Madelaine Petsch) paseando con un arco y una caperuza.
El problema principal de la segunda temporada es que no supo conectar todos los arcos. Incluso el villano principal, el enmascarado (The Black Hood) pasa a un segundo plano a la mitad, para volver a resurgir en un final apresurado y poco convincente. En esta nueva tanda de episodios, la presencia de G&G asecha constantemente y da lugar a varios personajes nuevos, incluyendo al antagonista principal el Rey Gárgola, y refuerza a los personajes femeninos, que siempre fueron un gran motor en la trama. También reparte el protagonismo y saca un poco de foco a Archie que, vamos a decirlo, es el más insufrible de todos.
Al final, todos los personajes terminan involucrados en una misma red de problemas y nos dan un episodio de cierre de temporada que tiene al cuarteto completo, Archie, Betty, Jughead y Veronica, unidos con la mejor química posible.
Riverdale a veces es desprolija en producción, a veces el guion derrapa fuerte y pareciera que se lo perdonamos solo porque es Riverdale. La serie de Roberto Aguirre–Sacasa perfila para ser una de esas rarezas de culto. Y es que a veces es tan mala que es buena, pero para ello hay que dejar de lado la incredulidad y abrazar por completo su mundo.