ANÁLISIS| Polar (2019)

En esta época de adaptaciones infinitas no hay que dejar cómic con cabeza, por eso Netflix se la juega con la serie de novelas gráficas del español Victor Santos, una historia ultra violenta neo noir centrada en Kaiser Black/Duncan Vizla (acá interpretado por Mads Mikkelsen), asesino a sueldo que trabaja para una estrafalaria organización conocida como Damocles.  

Muy alejada, a simple vista, del estilo del material original, la versión cinematográfica (o streamera) a cargo del sueco Jonas Åkerlund -ávido realizador de videos musicales con algunas películas en su haber como “Lords of Chaos” (2018)-, deja muchísimo que desear, sobre todo para aquellos que buscan calidad y entretenimiento en la vena de John Wick.

Las comparaciones no pueden evitarse porque sus contextos son muy parecidos, pero las elecciones “estéticas” de Åkerlund y el guión de Jayson Rothwell hacen de “Polar” una de las peores películas de lo que va de este 2019. ¿Muy pronto?

Los realizadores le apuestan a la súper acción, la violencia exacerbada y el gore, un humor negro que no tiene nada de humorístico, y un nivel de misoginia que empieza a molestar a los cinco minutos con sus eternos planos detallados de colas y tetas femeninas al ritmo de la música de fondo. Algo, totalmente innecesario para una trama sobre asesinos jubilados (¿?).

A Duncan Vizla le quedan exactamente dos semanas para retirarse de manera oficial, cobrar un frondoso cheque de ocho millones de dólares, y dedicarse a descansar y cuidar perritos en su casa de Montana. Claro que su jefe, Blut (Matt Lucas), tiene otros planes, y para mantener las cuentas al día de su organización criminal prefiere liberarse de sus agentes cuando estos cumplen los cincuenta años, en vez de desprenderse de su dinero. Digamos que nunca hicieron los aportes correspondientes, y para evitar quilombos se deshacen de los “abuelitos”.

 

 

Blut y sus asesinos tienen dos semanas para acabar con Vizla que, obvio, no está tan al tanto de esta práctica laboral. Para acelerar las cosas, Vivian (Katheryn Winnick), su contacto dentro de Damocles, le ofrece un último trabajito en Bielorrusia: matar a un narco latinoamericano (cuando no) y sumar dos palitos a su cuenta; una trampa que pone al experimentado asesino en alerta, quien no duda ni un segundo en salirse del radar y retirarse a su casita en medio de la nada esperando a que llegue su cumpleaños número cincuenta.

Se podrán imaginar que las cosas no van a ser tan fáciles. Mientras los agentes de Damocles –un grupete de extravagantes personajes que, aparentemente, logran pasar desapercibidos a pesar de su vestimenta y el reguero de sangre que dejan por el camino- recorren el país matando a diestra y siniestra en busca de su objetivo, Duncan  trata de adaptarse a la vida de civil, haciendo buenas migas con su vecina Camille (Vanessa Hudgens).

Spoiler alert, a la larga lo van a encontrar y se van a llevar a la chica, desatando un raid revanchista donde la sangre nunca deja de correr. Y sí, “Polar” se agarra de fórmulas gastadas, clichés narrativos y unos cuantos arquetipos que ya vimos en varias películas del género de súper acción + contexto comiquero como “Kick-Ass” o “Kingsman”. Perdón Mark Millar por la comparación, pero justo te teníamos a mano para demostrar este punto.

La película de Åkerlund nunca se acerca al nivel de sus compañeras de debido a una trama previsible  que, desde el vamos, intuimos cómo va a terminar, o sospechamos de sus flojos giros narrativos.   

 

Mi pasado me condena

 

Åkerlund filma como si se trata de un videoclip de dos horas de duración, mechando con escenas taciturnas y contemplativas que reflejan el cansancio de este asesino, muchas veces acosado por la culpa de su oficio y su pasado. Así, “Polar” se nos presenta como dos películas en una, sin cohesión (artística o narrativa) entre una y la otra, dejando la mejor parte en manos de Mikkelsen, que hace lo que puede con lo que tiene, y su relación con  Hudgens (aunque esta es un poco forzada y agarrada de los pelos).

En el medio, la irracionalidad toma el control con escenas incoherentes como la de la escuela, o cada vez que nos traslada a la casa de Blut, un personaje demasiado caricaturesco. Tampoco se entienden los constantes cambios de look de Vivian o el hecho de que tengamos que bancar el primer plano de unas pompis en casi todas las secuencias. ¿Really?

El problema no es el absurdo de su trama o sus bizarros protagonistas (nos encantan ese tipo de historias que se van al extremo y no les importa nada), el asunto es que “Polar” no se decide por una cosa o la otra, y pretende encarar estos momentos ultra comiqueros con la misma naturalidad con la que Camille habla de un abuso que sufrió de chica. El resultado tan desprolijo molesta tanto como la incongruencia del personaje de Vizla, tan sagaz y certero por momentos, y tan pavote cuando la amenaza se le viene encima.  

Que acá Villa La Angostura forme parte de Chile (llamó Matthew Vaughn y se cagó de la risa) es un detallito ultra menor, pero demuestra la desidia de Rothwell por su guión y una historia que, posiblemente, pretende ser innovadora y transgresora, pero sólo logra incomodar y enojar al espectador con un mínimo de buen gusto.