ANÁLISIS | Paddleton

Mark Duplass y Alex Lehmann vuelven a hacer equipo después de “Blue Jay” (2016) para esta dramedia que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Sundance, antes de aterrizar en la grilla exclusiva de Netflix. El guión de la dupla se mete de lleno en los rituales masculinos y un bromance muy particular que, de la noche a la mañana, se convierte en un viaje emocional para estos dos amigos y vecinos.

A Michael (Duplass) y Andy (Ray Romano) los divide un piso de distancia, pero los une su pasión por la pizza, las películas de kung fu -especialmentela ficticia “Death Punch”-, y el Paddleton, deporte que ellos mismos inventaron para matar sus horas de ocio. El ritual (comida + DVD) se repite cada semana, alternando con sus trabajos y una vida demasiado rutinaria, hasta que a Michael le diagnostican cáncer terminal, del que poco queda por hacer más que esperar a la muerte.   

Michael y Andy son miembros de esa generación que no comparte mucho sus sentimientos, pero igual se la van a ingeniar para transitar esta etapa, sobre todo cuando Mike decide acabar con su vida (asistido farmacológicamente) antes de llegar a las últimas circunstancias. El miedo al sufrimiento y al dolor es más grande que el miedo a la muerte, así que después de asimilar su destino, el moribundo resuelve compartir esta decisión con su amigo, incluso sin contarle al resto de sus parientes.  

   

La droga en cuestión debe retirarse en un pintoresco pueblito a unas seis horas de viaje, de ahí que estos dos compañeros resuelvan convertir este trayecto en una aventura y un momento de conexión mucho más personal que esas noches de pizza y kung fu. Michael y Andy son dos solitarios, sin pareja ni vida social, que se encontraron en un momento vacío de su existencia y lograron llenar varios de sus huecos. Por eso, la constante negación de Andrew que, a pesar de haber aceptado la tarea, todavía tiene la esperanza de que su compinche cambie de idea.

“Paddleton” (2019) es simplemente esto: dos hombres maduros tratando de lidiar con sus sentimientos, lo efímero de la existencia humana, su propia mortalidad y el fin de la amistad que se avecina, aunque no lo quieran. Todo con un manto súper naturalista y, por algunos momentos, recargado de situaciones (y silencios) incómodos; sí, como la vida misma, pero como esto es arte cinematográfico, no siempre funciona de manera efectiva.

Lehmann y Duplass (también coguionista) se toman su tiempo en cada conversación y acción, muchas veces demasiado banales, tanto que llegan a entorpecer el ritmo de una historia sencilla, pero eficaz desde sus temas y personajes. En Mark y Ray recae el trabajo más pesado para meternos de lleno en cada una de sus dudas y predicamentos, aunque no siempre puedan o tengan esa necesidad de expresarse con palabras.

Apreciando las pequeñas cosas de la vida

“Paddleton” termina siendo una historia intimista y masculina (nunca como algo peyorativo) a la que le sobran varios de sus escuetos 89 minutos. Jamás debido a lo rutinario del accionar de sus protagonistas, pero sí a ciertos momentos y escenas demasiado estiradas que aportan poco y nada a una trama casi redonda. Podríamos saber un poco más sobre estos dos personajes en su día a día, pero más allá de algunos momentos de Andy en la oficina, los realizadores resuelven que todo quede concentrado en sus continuos encuentros y esa relación que forjaron con los años.     

Lehmann y Duplass no necesitan caer en estereotipos gastados ni lugares comunes para delinear a estos dos hombres un tanto quedados en el tiempo -¿tiempos más sencillos y reconocibles?-, pero felices con lo poco que tienen o lo que lograron. Ok, lo suyo es más bien conformismo, pero ahí es donde la amistad que comparten tiñe todo con colores más brillantes y hace que la partida sea mucho más dolorosa para ellos y los que estamos de este lado.