Steven Knight tiene en su haber cosas maravillosas como “Locke” (2013) o la creación de “Peaky Blinders” y “Taboo”, pero también guiones inconsistentes como el de “La Chica en la Telaraña” (The Girl in the Spider’s Web, 2018) o “El Séptimo Hijo” (Seventh Son, 2014), que más vale perderlos que encontrarlos. A este segundo grupo de trabajos malogrados tenemos que sumarle “Obsesión” (Serenity, 2019), un drama cargado de misterios y las vueltas de tuerca más extrañas que se puedan imaginar.
Todavía está por verse si la tercera película de Knight como director es una “genialidad” o la historia más absurda que haya concebido la mente humana. Acá, el realizador se agarra de todos los elementos del thriller neo noir y de un gran elenco conformado por Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Diane Lane, Jason Clarke, Djimon Hounsou y Jeremy Strong, entregándonos un relato de suspenso que cumple todas las características del género, pero la cantidad de arquetipos que maneja roza un nivel de ridiculez pocas veces visto en la pantalla grande. Lo peor de todo esto (o lo mejor) es que sus elecciones narrativas y estéticas tienen su “justificación”, aunque no podemos profundizar al respecto sin revelar los giros del final.
La acción nos transporta hasta la paradisiaca isla de Plymouth, suponemos, en algún lugar de la Polinesia. Allí, un pescador local, Baker Dill (McConaughey), pasa sus días paseando turistas en busca de un poquito de emoción y pesca a bordo de sus bote, el Serenity, mientras sigue obsesionado con atrapar a un enorme pez (un atún descomunal al que llama “Justice”) al que se la tiene jurada desde hace rato. El negocio no va muy bien, y Baker apenas puede afrontar los gastos, el sueldo de su compañero Duke (Hounsou), o su vicio por la bebida.
Su rutina de alcohol, sueños perturbadores y encuentros casuales con Constance (Lane) pronto se ve interrumpida por la llegada de Karen Zariakas (Hathaway), una mujer demasiado ligada a ese pasado que intenta borrar a toda costa. Resulta que la señora es la ex esposa de Dill, ahora casada con Frank (Clarke), un poderoso empresario de la construcción, adinerado, machista y propenso a la violencia, que no duda en descargarse contra su mujer y su hijastro Patrick (Rafael Sayegh), un jovencito tímido, pero con unas cuantas habilidades.
Sí, Baker tiene un hijo con el que sueña reencontrarse algún día en circunstancias más felices. Con la misma tenacidad también pretende atrapar a Justice, pero todos sus planes inmediatos chocan con los caprichos de Karen, quien llega hasta la isla con una propuesta bastante indecente. Sabiendo que su vida y la de su hijo corren constante peligro, la señora Zariakas le propone a Dill matar a Frank durante una excursión de pesca para que todo parezca un desafortunado accidente. El dinero que ofrece es un gran incentivo, pero hay cuestiones morales que lo refrenan, así como una extraña conexión telepática con su hijo.
A esta ecuación hay que sumar la visita de Reid Miller (Strong), representante de ventas de una compañía de insumos pesqueros, quien persigue a Dill a lo largo y ancho de Plymouth, con la única intención de ofrecerle un nuevo prototipo de rastreador, indispensable para atrapar al elusivo pececito. ¿Esta es la única intención de Miller? Van a tener que descubrirlo por ustedes mismos si se atreven a sentarse en la sala de cine y jugar el jueguito que propone Knight.
A pesar de sus innumerables fallas narrativas y su ridiculez extrema, “Obsesión” no deja de atraparnos, ya que una vez que entramos de lleno en la trama (¿o es en la trampa?) no podemos evitar querer seguir hasta el final para tratar de entender qué es lo que está pasando con estos personajes salidos de un viejo manual de interpretación donde se nos presenta al “(anti)héroe”, la “feme fatale” y el “villano”. Estamos ante un gran grupo de actores, la mayoría oscarizado, pero el nivel de sobreactuación telenovelesca que exponen en cada escena, no hace dudar de sus verdaderos talentos.
Queremos creer que hay más de una intención por parte del realizador, pero en el producto final estas decisiones conscientes no se parecían ya que quedan opacadas por la “peculiaridad” de su relato, y sus muchas, muchísimas incoherencias. Al final, la fantasía decide entrar en escena para explicar la mayoría de los giros narrativos, y es ahí donde Knight y su relato nos pierden por completo.
La isla de Mauricio, en medio del Océano Índico, es el escenario perfecto para esta aventura marítima donde, de entrada (y si prestan la debida atención), nada es lo que parece. El problema es que Knight no sabe cómo encausar su historia, tan oscura y retorcida por momentos, y risible en su mayoría, desperdiciando una idea que, en otras manos más experimentadas, tal vez, hubiera funcionado mucho mejor.
A quien queremos engañar, el concepto es bastante zonzo y rebuscado, y vendernos “Obsesión” como un thriller complejo y lleno de recovecos misteriosos, no ayuda cuando, al final, la verdad nos es revelada y el enojo no se hace esperar. Mejor nos sentamos a esperar la próxima temporada de “Peaky Blinders”, que traerá más satisfacciones para la audiencia y el propio realizador.