ANÁLISIS: La Vida Misma

Primero, a no confundir con “Al Cine con Amor” (Life Itself, 2014), el documental sobre Roger Ebert, el cual termina siendo una obra más auténtica y emotiva que el drama de Dan Fogelman, un realizador mucho más cómodo con su lado televisivo e historias exitosas como la de “This Is Us”.

Este formato manipulativo que salta en el tiempo no funciona con “La Vida Misma” (Life Itself, Dan Fogelman, 2018), una película que con cada fotograma intenta deliberadamente arrancarnos una lágrima y dejarnos un mensaje valioso. Oiga, señor Fogelman, nosotros también transitamos por este mundo al igual que sus creaciones humanas y entendemos que, muchas veces, la vida es una caca.

Hecha la aclaración, este relato dividido en capítulos arranca con la voz en off de Samuel L. Jackson y una joven parejita de nueva York a punto de convertirse en padres. Will (Oscar Isaac) y Abby (Olivia Wilde) se conocen en la universidad, se enamoran, se casan y planean una familia, como tantos otros. Pero esta historia de amor tiene varios giros inesperados que se irán conectando con otros personajes y situaciones, más allá de la Gran Manzana.

Todo es muy spoiler alert, pero Dylan Dempsey (Olivia Cooke), Vincent Saccione (Antonio Banderas), Javier Gonazlez (Sergio Peris-Mencheta), Isabel Diaz (Laia Costa) y Rodrigo Gonzalez (Alex Monner) se van a ir sumando a esta cadena de eventos que atraviesa el tiempo y el espacio. Sí, “La Vida Misma” se mueve a través de varias generaciones y épocas, el problema es que Fogelman no sabe diferenciarlas, o no lo hace, a propósito, para meternos de lleno en este juego narrativo que va agregando tragedia tras tragedia. Ya les dijimos que es el creador de “This Is Us”, ¿no?

La clave acá es el “narrador poco confiable” (unreliable narrator), el mismo que toma Abby para su tesis universitaria; el mismo que utiliza Will para tratar de explicar su propia historia y el mismísimo Samuel Jackson al comienzo de la película. Al final, nosotros también dudamos de que todo eso que nos contaron a lo largo de dos horas sea realmente verdad, o simplemente una obra de ficción dentro de la obra de ficción, convirtiendo a Fogelman en un Keyser Söze cualquiera. En pocas palabras, un manipulador que solo busca el golpe de efecto.

Ahí reside el verdadero problema con “La Vida Misma”, ya que nunca logramos ubicarnos temporalmente. Ojo, no es un error del realizador, sino otro de sus trucos para que cuando caigamos en la cuenta, lloremos un poquito más fuerte.

Fogelman nos presenta su drama romántico desplegado casi en un mismo plano donde las historias parecen moverse horizontalmente, en vez de forma vertical. Muchos personajes se destacan -principalmente Will y Abby-, pero otros tantos sólo son esa excusa para sumar melodrama y darle coherencia a un relato que, en realidad, no lo tiene.

Lo extraño de todo esto es que, al principio, el realizador se permite coquetear con el absurdo y un poquito de humor negro, jugando con los puntos de vista muy al estilo de las obras de Charlie Kaufman. Con un par de escenas se gana nuestro cariño, pero con una vuelta de página, la historia se empapa de monotonía y todos los lugares comunes del género que, como ya dijimos, pueden funcionar para la TV, pero no para el formato cinematográfico.

“La Vida Misma” no es una historia coral y por ese motivo no nos deja disfrutar (suficiente) de los personajes y de los actores que los interpretan, quienes salen de cuadro casi tan rápido como entran, volviendo de tanto en tanto cuando la narración los necesita. Entonces, ¿cómo podemos enamorarnos de esta historia y estos protagonistas? De ahí, otro de los grandes dilemas de la película, que pretende que armemos un todo con cada pequeña pieza, creamos en un sinfín de casualidades y causalidades, y descubramos las maravillas de la vida, la cual te golpea hasta cuando estás en el piso, pero también te define.

Lástima que Fogelman no sigue el camino visual (y el humor) que encarna en esas primeras escenas. Después, el relato se vuelve monótono y poco inspirador, básicamente una de esas películas para TV del montón, con la diferencia de que acá tenemos un gran elenco y no un grupo de actores que brillaron en la década del noventa.

“La Vida Misma” es ese tipo de film que subestima al espectador y lo manipula con sus giros ultra archi dramáticos, muchas veces, carentes de coherencia. Sí, sí, entendemos perfectamente cómo viene la cosa y cómo se conectan estas personas, pero si empezamos a hacer las cuentas, se nos cae el artificio. Justamente, todo termina siendo un artificio y pierde relevancia como narración en sí misma. Si querés llorar, mejor quédate con la historia de los Pearson.  

 

 

LO MEJOR:

– Samuel L. Jackson como narrador, en todas las películas, porfa.

– Un gran elenco que no llegamos a apreciar.

– Sorprende Antonio Banderas.

 

LO PEOR:

– La manipulación emocional que maneja Fogelman.

– No, a nosotros tampoco nos dan las cuentas.