“Gotham” está a sólo un episodio de bajar el telón para siempre (aunque nunca decimos nunca) y en esta anteúltima entrega tira toda la carne sobre el asador, pero también apresura demasiado el cierre de una historia que se viene desarrollando a lo largo de once capítulos y 391 días desde que la ciudad se convirtió en Tierra de Nadie. Un término que en “They Did What?” se amplifica, con la ejecución de la Orden 386 a cargo del general Wade, bajo la influencia de Nyssa Al Ghul.
Queriendo vengar la muerte de papá Ra’s, la chica desata la correa de Bane (A.K.A. Eduardo Dorrance) y suma un poquito más de caos a un escenario que no lo necesita. Además de asesinar a los responsables directos (Bruce y Barbara), Nyssa busca borrar de un plumazo lo que queda de esta decadente ciudad porque, al parecer, es un asunto de familia. Carol Banker, toda una veterana de la TV, tiene a su cargo este episodio explosivo que vuelve a conectar con aquellas primeras escenas de la temporada, cuando los personajes dejan todas las diferencias de lado y se unen por un bien común: Gotham.
Siguiendo los comandos de Wade, la ciudad vuelve a sufrir una nueva ola de bombardeos, y aunque los soldados tienen sus reservas a la hora de arremeter contra los civiles y la Green Zone, Bane les da unas cuantas razones para no desobedecer sus órdenes directas. Cuesta creer que hombres grandes y entrenados caigan tan fácil bajo los influjos de este mercenario, pero vamos a culpar a la anarquía y a la amenazante voz de Shane West, que no para de homenajear a Tom Hardy. La última vez que vimos el forzudo tenía la misión de llevar a Kean ante Nyssa. En el proceso dejó bastante maltrecho a Alfred Pennyworth y sacó de combate a Lee y a Selina.
Con Barbara y la bebé ya en manos de la villana, el único objetivo que queda es el joven Bruce Wayne, quien todavía tiene culpas para asimilar -sabe que es uno de los responsables directos de los odios de Al Ghul-, truquitos bajo la manga gracias a la asistencia de Lucius Fox, y muchas referencias al universo del Hombre Murciélago que ponen tan felices a los fans. Su nueva idea para ayudar a los habitantes y retrasar el avance de Bane y sus fuerzas, es utilizar una de las viejas bombas creadas por Jeremiah para derribar el edificio central de Wayne Enterprises, creando algunos obstáculos para que los militares no puedan embestir el departamento de policía, último bastión de los refugiados dentro de la no tan impenetrable Zona Verde.
A pesar de que Dorrance se atraviesa en su camino, un nuevo dispositivo (que aparentemente atrae a los quirópteros y le da a Bruce unas cuantas ideas para el futuro) lo saca de combare momentáneamente, permitiendo que la dupla lleve adelante la tarea sin muchos problemas, incluida esta idea de destruir el último legado familiar. Claro que, al igual que la Mansión Wayne, uno podría afirmar que se trata sólo de vigas y ladrillos, pero hay un peso emocional que no podemos dejar pasar, y que va a terminar haciendo mella en el jovencito.
Por su parte, Jim Gordon vuelve a jugarla de héroe y se dirige solito al ayuntamiento para rescatar a Barbara y a su bebé (Barbara Lee, awwww) recién nacida. Claro que Nyssa opone resistencia, pero el trabajo en equipo de la ex parejita logra sacarla de combate. Lo que no pueden evitar es la muerte del general (el único capaz de revertir todas las órdenes de ataque), y que la antagonista escape de la ciudad en el abandonado submarino de Oswald y Ed, porque soldado que huye sirve para otra guerra. Una que no veremos en esta serie, seguramente, pero no podemos esquivar todo el caos que dejó en puerta.
Todo lo que nos queda es ese enfrentamiento final, el de los pocos oficiales de policía con el estoico Gordon a la cabeza, contra las fuerzas de Bane y el ejército que, en primera instancia, había llegado desde tierra firme para ayudar. Mientras estos últimos guerreros -entre ellos Cobblepot y Nygma, resignados a permanecer en Gotham para defenderla, cueste lo que cueste- deciden no oponer resistencia para ponerle un freno a la violencia y hacer tiempo para alejar a los civiles, ocurre el milagro: los habitantes se suman a la lucha pacífica, despabilando a los soldados que, obviamente, no van a abrir fuego contra un grupo de inocentes.
Y colorín colorado este cuento se ha terminado… al menos, por ahora. Bane termina en la cárcel, las fuerzas armadas empiezan las tareas de auxilio y reconstrucción de la ciudad, y Gordon se convierte en el famoso comisionado. Por un lado, tiene el cariño de Leslie, por el otro, la responsabilidad de criar a una hija en una metrópoli menos corrupta y caótica. Hay que ver cuánto va a durar este panorama ya que todavía tenemos un episodio por delante que, entre otras cosas, va a dar ese necesario saltito en el tiempo para que atestigüemos el verdadero nacimiento del Caballero Oscuro.
Siguiendo la tradición Nolaniana, y dejando la reconstrucción de la mansión y de la empresa familiar en las capaces manos de Alfred, Bruce decide partir sin mirar atrás, en busca de esas respuestas (y entrenamiento) que anda necesitando para cumplir su destino justiciero. Ya sabemos que “Gotham” no es ni de cerca lo mejor que tiene para ofrecer la TV, pero las resoluciones apuradas de este capítulo y unas cuantas incoherencias deslucen un final de temporada que debería esforzarse por ser un poco más épico.
Ese tenso enfrentamiento anunciado desde el comienzo, termina teniendo gustito a poco, así también como la exagerada alianza entre el Pingüino y The Riddler, dispuestos a recuperar lo que les pertenece y a convertirse en una mejor clase de criminales. Ahora empezará el verdadero reinado de estos villanos que, a la corta o a la larga, propiciaran el regreso de ese vigilante nocturno que tiene como única meta defender a la ciudad que lo vio nacer.