¿Y si la serie ya terminó?
Volví a ver “The Long Night” un par de veces después del estreno, y a pesar de las decisiones narrativas insulsas y la constante torpeza con la que la serie trata a Jon y a Dany, la derrota del Rey de la Noche sigue siendo un momento épico, algo que esperamos durante 8 temporadas. Por algo Jon insistió desde el primer momento en que vió a los muertos en acción que las peleas por el Trono no eran tan importantes como la verdadera guerra contra los Caminantes Blancos.
Y voy a escribir algo que nunca creí que iba a pensar.
Jon Snow tenía razón.
Es verdad que lo que nos enganchó de la serie fue la intriga palaciega, pero las últimas tres temporadas habían resultado convincentes a la hora de aumentar la amenaza del Rey. Y por eso (entre muchas, muchas otras cosas) este capítulo se siente como si después de ganar la Copa del Mundo tuviéramos que correr al aeropuerto para alcanzar el avión. Anticlimático, sin nada realmente importante en juego.
Cada temporada tiene un episodio verdaderamente flojo, pero parece increíble que después de dos años de preparación y con sólo seis capítulos en producción Benioff & Weiss se manden un derrape como este, tan malo como cualquiera de la temporada 5 y que da varios pasos atrás en la caracterización de muchos de los personajes.
No empieza mal. La extensa secuencia del tributo a los muertos era necesaria después de las bajas del capítulo anterior, y durante la serie de momentos silenciosos, casi un eco del guión casi mudo del episodio anterior, resuena la idea de que estos personajes por fín pueden rendir tributo a sus propios muertos.
Estos no son los cadáveres profanados de Robb, Cat y Ned. No quedan en las manos de un conquistador o en el fondo del mar. Sansa puede dejar su broche Stark con Theon. Sam sentir un temblor de culpa por Edd. Dany despide a Jorah, su último aliado incondicional. Jon ve en Lyanna la líder que él quizás alguna vez pueda ser. Los cadáveres no están repartidos por tribus o familias: Gusano Gris enciende una fogata en la que vemos salvajes, porque después de la “Larga Noche”, todos somos hermanos.
El homenaje es importante, tanto para los personajes como para sus seguidores. Esta vez no hay nadie que vengar, no hay un villano que maldecir. Solamente el dolor. El dolor y la incómoda pregunta “¿ahora qué pasa?”
Desde el primer momento que un personaje abre la boca, algo se siente como si estuviera mal. Jon es el encargado de dar el discurso, y pone una voz aguda, un acento que nunca le había escuchado. Las palabras son genéricas, chatas. La dirección es (en el peor sentido) televisiva, y es difícil entender si el discurso es motivador o deprimente. Como si ni siquiera se hubiese pensado la función emocional de esa escena. Es un “inserte discurso aquí”, genérico y chato.
La charla del Perro y Gendry marcará el tono de esta celebración casi infinita. Gendry busca a Arya, el Perro le da su aprobación, “los muertos están muertos, vos no’. Aún con 78 minutos en el episodio cada uno de estos momentos será intolerablemente brusco, obvio. GoT funciona mejor cuando los personajes entrelazan entre otras palabras lo que quieren decir. Especialmente el Perro, al que hay que sacarle emociones positivas con un tirabuzón.
Acusar a una serie de caer en “fan service” suele parecerme una crítica facilista. Al fin y al cabo, una historia bien escrita plantea preguntas, dudas y ansiedades en el espectador que se resuelven al final de forma (idealmente) satisfactoria. Pero este episodio trasciende la elegancia de una narrativa bien cerrada y crea escenas sin justificación, peso o sentido con el único objetivo de hacer sentir involucrado al espectador.
Un ejemplo perfecto es el momento en que Dany empieza a hablar con Gendry, y su tono parecería ser el de la Reina Dragón que quemó a los Tarly… para finalmente darle Bastión de Tormentas ¿haría eso Dany? ¿tiene sentido que en su situación precaria, sabiendo que no es querida en el Norte, juegue con su propia imagen?
La demagogia del reconocimiento de Gendry y el brindis por Arya asquean a Sansa. Parece increíble que dos guionistas capaces de percibir la vulgaridad de Daenerys no puedan darse cuenta de que están cayendo en una parecida.
Davos y Tyrion hablan de Melisandre, en lo que será uno de los poquísimos guiños a la experiencia única por la que acaban de pasar. Bran, por su lado, vuelve a ser el personaje que “no quiere” las cosas. Su frase “no quisieras ser como yo, vivo mucho en el pasado”, tiene un eco en Tyrion, que durante todo el episodio tratará de aferrarse a la fe que alguna vez tuvo a Cersei y Dany, de la que hoy ni siquiera se puede convencer.
Tormund celebra a Jon, habla de su capacidad de dominar a un dragón, su liderazgo, su resurrección… a Dany no le gusta nada ¿está dándose cuenta que como hombre tiene un apoyo que ella nunca podría repetir? ¿no es una historia ya superada para la mujer que dominó a los dothraki y quemó vivos a los khals?
A lo largo de toda la serie, y aún en sus peores momentos, Dany no fue un personaje que sufriese de inseguridad – más bien lo contrario. Sin embargo, parece haberse quedado sin armas. Cuando hay dos Targaryen que tienen derecho al trono, por primera vez parece tener peso su género. Daenerys está sola. La muerte de Jorah la ha dejado sin confidentes. Y no importa lo agradable que sea, no importa lo bien que juegue el juego. No es suficiente.
Durante sus primeras temporadas, pero particularmente en la quinta, los showrunners Benioff y Weiss fueron acusados más de una vez de misoginia, que era algo que parecía haber quedado de lado después del ascenso de Sansa y el reinado monstruoso pero imponente de Cersei (no es necesario que los personajes sean positivos para que la representación lo sea). En este episodio los guionistas dieron 20 pasos atrás, con un tratamiento incomprensible dado a Dany, Brienne y Missandei.
La escena de borrachera de Tyrion, Jaime, Brienne, y Podrick hace destacar la infinita superioridad de la secuencia similar del capítulo 2. Esta escena se parece más a los “interludios de taberna”, de las primeras temporadas que se permitían ser un poquito más vulgares, y que servían como contrapunto a las escenas más series. Aquí los guiños al espectador se vuelven a hacer evidentes, y ese triángulo de “shipping” casi inocente que nos gustaba tanto imaginar entre Brienne, Tormund y Jaime, se vuelve obvio, explícito, apresurado. Son como uñas en un pizarrón.
La escena de Sansa y el Perro es un error. Quizás esté más allá de los límites de este análisis meditar sobre un “tropo” insoportable que es parte de la ficción de otra época, ya que la frase de Sansa “sin Ramsay y Meñique hubiese sido un pajarito toda mi vida’ es una lectura desafortunada sobre el efecto del trauma sexual en el carácter. Sansa está diciendo casi literalmente que agradece su propia violación. Sin profundizar, la idea que sugiere es monstruosa. Parte de una cultura que parecía que la serie había abandonado.
Gendry le pide la mano a Arya en una escena dulce, torpe, y dentro de todo tierna. Está claro que le tiene que romper el corazón por una necesidad de historia más que del personaje, y no parece que nadie se hubiese puesto a pensar mucho cómo sigue la historia de Arya cuando termine la guerra.
Más allá de lo que uno piense de la filosofía que yace bajo estas declaraciones, las frases tienen una pesadez, una literalidad que da la sensación de que este guión fue (como el primero) sacado a las apuradas. “Vivo en el pasado”, dice Bran. “Todavía sería un pajarito” dice Sansa. “No soy una lady” dice Arya. Cada frase una definición del personaje ¿dónde está la sutileza, la construcción fina de personaje que hace nomás dos capítulos elogiábamos?
La escena de amor entre Jaime y Brienne… ¿era necesaria? Es efectiva. Pero que él la reconociera como un igual, como lo que ella soñaba proyectar, era mucho más importante para ella que la reconociera como mujer. Se siente que es un paso atrás. Está bien que pase, supongo. Pero a mi entender esta es una de las ocasiones en las que el “shipping” es un poquito más efectivo que la confirmación.
Quizás si el contexto fuera otro, si la puesta en escena no se hubiera sentido tan genérica, tan igual a escenas que vimos mil veces en otras series. Es que nunca Game of Thrones se sintió tanto como una telenovela en este episodio, tanto en lo narrativo como en lo visual.
Dany explica a Jon todo lo que uno podía deducir del contexto de la escena anterior que compartieron, con una claridad brusca, al punto. Dany explica que la han visto en otros lados, pero no en Poniente, y de nuevo se siente como la historia reescribiéndose. Como si Daenerys no recordase cómo fue su ascenso. Todos la subestimaron: los khals, los nobles de Qarth y Astapor, los hijos de la arpía… una y otra vez ella se ganó el amor de la gente normal, les dió primero lo que ellos querían y luego la siguieron en la batalla ¿dónde quedaron esas seis temporadas? (¡SEIS!) de evolución de personaje?
Aunque no seas el fan número uno de Daenerys, en esta escena el personaje está irreconocible. Dany pide/exige/ruega que nadie sepa la verdad sobre Jon, que Bran y Sam no lo revelen. Dice explícitamente ‘nunca rogué nada, pero te ruego que no hagas esto’. Amenazas y caprichos que en sí parecen una derrota, al menos con respecto a lo que el personaje representa.
Al día siguiente, Gusano Gris dice la posta: la mitad de su ejército ya no está, y lo mismo pasa con el Norte. Dany no quiere hacer otra cosa que no sea marchar sobre Desembarco del Rey, y acepta el plan de Tyrion: sitiar la ciudad, y matarlos de hambre hasta que la misma gente derroque a la Reina ilegítima.
Sansa por su lado pide que le den tiempo a su gente para recuperarse y choca de frente con Dany, obligando a Jon a doblar una vez más la rodilla. Dany, confiada, da uno de sus discursos. Pero la victoria es breve.
Jon, Sansa y Bran improvisan un concilio Stark frente al arciano que resultó ser la tumba del Rey de la Noche. La razón de Arya para no confiar es extraña: ‘no es una de nosotros’. Sansa no tiene mayor razonamiento. Pero sin embargo, Jon, el eterno conciliador que cree que tiene que satisfacer a sus hermanas como lo hizo con su reina, confiesa todo.
Ese ‘tienen que jurarlo antes de que lo diga’ parece de un juego infantil, pero no es un momento intencionalmente cómico… ¿por qué está tan mal escrito este capítulo? Es como si hubiesen filmado el primer borrador. Aún en un capítulo de 78 minutos las escenas no tienen tiempo para respirar. Creo que era necesario ver la reacción de Sansa y Arya a la noticia de Jon.
El conflicto más interesante que la temporada había planteado en su primer episodio se desinfla en una sola escena. Bronn llega a matar a los Lannister, le ofrecen una recompensa ridículamente alta (¿¿¿Altojardín???) que acepta de inmediato y la amenaza de un asesino perfecto que podía matar a cualquiera de nuestros protagonistas en cualquier momento… desaparece.
Arya marcha sola, se encuentra con el Perro, y los dos marchan a Desembarco del Rey a cumplir sus venganzas personales. Más referencias a viejos capítulos, sin mucha profundidad ¿cómo se siente Arya por esta decisión? ¿por qué deja a su familia? ¿cuál es su rol entre los Stark? Sansa, por su parte, no tarda ni una escena en traicionar la confianza de Jon y revelar la verdad a Tyrion, mientras que Jon se despide de Tormund, Sam, y Ghost – el plano parece indicar que esta será la última vez que los veamos.
Tyrion no pierde tiempo y revela la verdad a Varys… pero la visión de “La Araña” de Jon Snow hace pensar que está viendo otra serie. Es verdad que la gente, por alguna razón, cree en Jon, y que es un héroe de guerra, ¿pero qué les hace pensar que podría ser un buen líder? Es algo que no hemos visto desde la Batalla de los Bastardos.
Daenerys y su gente zarpan a Rocadragón, y en un segundo, la “última guerra” empieza. Euron Greyjoy se sienta en su ametralladora de arpones, y con puntería perfecta baja a Rhaegal en un segundo ¿esta era la gran amenaza de los Siete Reinos? Parece increíble que luego de trataros como indestructibles ahora puedan ser derrotados de una escena a otra.
La emboscada en Rocadragón es otro ataque sorpresa que hace parecer al ejército de Dany aún más improvisado. Literalmente una flota entera los esperaba detrás de una esquina, con armas que ya habíamos visto en acción. Una cantidad x de inmaculados muere, Missandei es secuestrada.
El plan de Cersei de meter a la gente dentro de la fortaleza es brillante, y después de tanto preparativo, el combate se acelera de repente para los últimos quince minutos del capítulo. Varys de nuevo hace evidentes los dilemas que los personajes están viviendo, un golpe maś a la sutileza de los diálogos, muy castigada a lo largo del episodio. Ese ‘sin importar los costos’ de Dany confirma lo que decía Varys solo dos escenas antes, la condena por completo, la convierte en un tirano igual a cualquiera de los otros.
Varys y Tyrion discutiendo de nuevo los problemas del trono, en una conversación que parece completamente abstracta, en especial después de haber salvado al mundo un capítulo antes. Varys explicita la misoginia de Poniente (que no parece ser un obstáculo para Cersei) y postula que ser un hombre da más opciones a Jon y mejora sus posibilidades de sucesión al trono. A la vez, Varys sabe cómo es el caracter de Jon y que Daenerys lo va a doblegar. Tyrion una vez más reitera que cree en la reina, y que ella va a tomar las elecciones correctas… con la ayuda de sus consejeros.
El pacto que Varys propone a Tyrion es claro: Jon tiene que llegar al poder. Dany nunca va a permitirlo, y para eso Dany tiene que morir. Algo que a Tyrion rompe el corazón. Pero de a poco sabe que es la única opción. Esto a pesar de que sólo una escena antes Daenerys volvió a aceptar sus consejos, y que Jon no es famoso por escuchar la opinión de otros.
En Invernalia, Jaime se da cuenta de que está saliendo todo mal, y que tiene que hacer algo, lo que sea, para que Cersei sea derrotada. Pero la única derrotada acá es Ser Brienne.
Durante siete temporadas la serie exaltó a Brienne como una de sus mujeres más fuertes, que a pesar de haber sido ridiculizada toda su vida logró ser el caballero de códigos más firmes de todo Poniente. La última escena de este capítulo la tiene sin armadura (algo que hemos visto pocas veces, aún en tiempos de paz), llorando en la nieve, rogando a su amor que no la deje sola. Como si perder su virginidad le permitiera ponerse en un lugar estereotípicamente “femenino”, y el espectador tuviera que ver esto como un desarrollo positivo.
Finalmente, Daenerys y un puñado de soldados van a pedir la rendición de Cersei en una escena que desde cualquier perspectiva es inexplicable ¿dónde están físicamente? ¿la puerta de atrás? ¿qué es ese páramo con una pared de cartón? ¿cuál es el plan? ¿cuántas de estas ballestas láser tienen y por qué no acribillan a Dany y su people y se ahorran el problema?
Se abre la puerta. Sale Qyburn a pedir exactamente lo mismo, y sus argumentos parecen tener sentido – otra pregunta ¿por qué Tyrion está tan decidido a salvar a la gente de Desembarco del Rey cuando ni siquiera tienen gente suficiente como para tomar la ciudad por las malas? De qué forma fue una buena decisión todo esto, es imposible saber.
Tyrion despacha a Qyburn y camina hacia las puertas de la ciudad, buscando una vez más razonar con su hermana, que una vez más hace oídos sordos… pero le tiene piedad justo antes de matarlo.
Tyrion invocando a los hijos de Cersei, a sus emociones, la lleva a las lágrimas. Rogándole que le permita no matarla (¿estás viendo la misma serie que nosotros, Tyrion? ¿estás en posición de dar esas opciones?). Pero por supuesto Cersei no va a ceder y ejecuta a Missandei – un personaje femenino interesante, que muere casi como en forma de ofrenda.
¿Y por qué su últimas palabra es ‘Dracarys‘? ¿soy el único que pensó que Drogon iba a hacer algo? ¿Dany la escucha? ¿responde? ¿pierde la fe en Tyrion? ¿Tyrion la pierde en Cersei? Qué rebuscado el plan de las dos, y qué poca cosa se siente este duelo después de la Batalla de Winterfell.
Todavía faltan dos capítulos para llegar al final, pero la sensación de vacío que me dejó este episodio va a ser difícil de superar. La derrota del enemigo grande, inhumano, titánico nos deja un panorama de hombres y mujeres mezquinas y traicioneros peleando por el poder, sin ni siquiera pensar en la gente que gobiernan. No hay lugar para la filosofía, el heroísmo, las sorpresas, y especialmente, no hay lugar para la magia.
El final de Game of Thrones puede ser cualquier cosa: feliz, infeliz, épico, cínico, extendido, abrupto… pero pase lo que pase es el cierre de la que quizás sea la gran historia televisiva de este siglo. La última experiencia comunitaria que nos va a dar la pantalla chica.
No puede (no debe) sentirse como un trámite.