FX le sigue apostando a los eventos televisivos de calidad y, aunque ya no esté Ryan Murphy haciendo tanto el aguante (ahora tiene contrato con Netflix), la cadena igual se la juega con este drama biográfico basado en la relación y las colaboraciones entre Bob Fosse (Sam Rockwell) y Gwen Verdon (Michelle Williams). La pareja no sólo estuvo casada por más de 25 años, juntos reformularon la estética del musical, ya sea sobre las tablas o en la pantalla grande donde el éxito les llegó de la mano de “Cabaret” (1972). “Fosse/Verdon” arranca en un ‘presente’ y nos lleva en cuenta regresiva 19 años atrás cuando el debut cinematográfico del director se convirtió en fracaso rotundo.
“Life is a Cabaret”, dirigido por Thomas Kail -ganador del dos premios Emmy por “Grease Live!” (2016)-, nos lleva al rodaje de “Sweet Charity” (1969), primer film de Fosse y primera decepción de su carrera. El estilo del realizador y coreógrafo choca constantemente con los estándares de Hollywood, pero la presencia (y los consejos) de Verdon ayudan a apaciguar las aguas y seguir adelante con la tarea. La película es un fiasco y los trabajos escasean, hasta que aparece la oportunidad de adaptar el clásico musical de Joe Masteroff, John Kander y Fred Ebb, una tortuga que no va a dejar escapar.
Kail nos mete en la cabeza de Bob y nos pasea por pasado, presente y futuro, desde esos primeros recuerdos del joven bailarín que soñaba con convertirse en Fred Astaire, su paso por la Segunda Guerra Mundial entreteniendo a las tropas y sus aventuras extramatrimoniales, todo visto a través de su punto de vista que no reconoce ningún remordimiento y, sobre todo, su más que reconocible estética, sus poses y sus planos recortados.
Esta es una parte de la vida del artista, la más significativa, porque muchos de sus logros se los debe a la visión de Verdon, actriz y bailarina que llegó a ser mucho más reconocida que su marido. Williams no siempre está en escena, pero es su impronta la que prevalece a cada momento. Como bien dice la canción, la vida de Fosse es como ese cabaret, el escape fantástico de lo mundano y las tragedias de la realidad, una mixtura que brilla durante el episodio, cuando estos dos mundos chocan enfrente de la cámara. Todo muy al estilo de “Empieza el Espectáculo” (All That Jazz, 1979) esa autobiografía que se llevó cuatro premios Oscar a casa.
Kail hace un gran trabajo con la puesta en escena, sobre todo cuando mezcla lo real con el artificio. O mejor dicho, sumerge ese artificio dentro otro artificio, como si la existencia de Fosse pudiera contenerse dentro de una imagen cubista que permite ver todas las aristas y figuras al mismo tiempo. Igual, no puede sostener esta estética a lo largo de todo el episodio, y es ahí donde el drama se vuelve un poco genérico desluciendo el resto de la historia.
Imposible no caer bajo los encantos de la música y esos numeritos tan reconocibles, acá recreados con lujo de detalles. Por ejemplo, “Life is a Cabaret” tiene su propia Liza Minelli en la figura de Kelli Barrett, encargada de interpretar las canciones de la película y de este capítulo, casi tan magistralmente como la hija de Judy. Pero entre el glamour de los escenarios y el destello de las luminarias, “Fosse/Verdon” nos deja ver a un hombre inseguro, mujeriego y demasiado minucioso para la impaciencia de los ejecutivos. Sabemos que, al final, el río último, pero también pagó las consecuencias de todos sus excesos.
La propuesta de FX es sumamente interesante -y muy en la vena de “Feud”-, no sólo por sus formas, sino por lo atrayente de la intrincada vida de Fosse y la seductora relación con Gwen. Por momentos cae en algunos lugares comunes, pero las actuaciones de Rockwell y Williams enseguida la sacan del pozo. Un primer episodio de ocho, que nos invita a meternos de cabeza en la exquisita química de estos dos personajes que cambiaron para siempre el panorama cultural.