ANÁLISIS: El Perfume S01E01-E02

Netflix tiene la mira puesta en lo internacional desde hace tiempo. Son muchas las ficciones europeas que la pegaron en la plataforma y ahora llega una alemana con mucho potencial: El Perfume, que fascinará a los amantes de los policiales oscuros, como The Killing, y de los thrillers alemanes como Dark y Babylon Berlin.

Algunos de ustedes habrán visto la película americana ‘Perfume: The Story of a Murderer (2006)’, que tiene actores de la talla de Dustin Hoffman y Alan Rickman; dicho film está basado en la novela homónima de Patrick Süskind y ambos cuentan la historia de Jean-Baptiste Grenouille, un joven que comienza una matanza de mujeres en el bajo mundo de la Paris de Siglo XVII, en busca del “perfume perfecto”. La serie de Netflix está inspirada en la misma historia, aunque se sitúa en la actualidad y nos invita a seguirle el rastro a un asesino inspirado en los actos del desquiciado Jean-Baptiste.

El Perfume (2018) comienza con el asesinato de Katharina, una joven cantante que encuentra un final atroz y despiadado mientras nada en su piscina. Roman (Ken Duken), uno de sus grandes amigos de la infancia, es quien la halla sin vida, con la cabeza rapada, y sus axilas y pubis extirpados. El crimen pega especialmente fuerte en la comunidad y sacude a la detective Nadja Simon (Friederike Becht), a quien le asignan el caso, junto a su compañero Mattias Köhler (Jürgen Maurer).

Muy serio todo… tan serio que vimos dos capítulos y no hubo una sola escena de humor. El tono, bien definido

Muchos de los tropos de este tipo de series están presentes en El Perfume. Tenemos a la detective que se obsesiona con el caso; a los “fantasmas del pasado” que se despiertan justo después de la muerte de Katharina. Al final, volvemos a tener un caso de “pueblo chico, infierno grande”. Sin embargo, con clichés y todo, El Perfume tiene su encanto.

El misterio está bien dosificado. El motor de la trama es develar quién mató a Katharina, pero los personajes que forman parte de la red de sospechosos tienen trasfondos muy interesantes. Hay drama y denuncia social detrás del asesinato. Hay personajes secundarios que vale la pena conocer.

La detective Nadja es una mujer en un mundo de hombres y vive siendo desacreditada por sus compañeros, pero eso no la detiene para seguir adelante con la investigación. El mundo que retrata Perfume es muy cruel con las mujeres. El femicidio de Katharina es la muestra más evidente, pero la serie se encarga de retratar y denunciar, hasta en las pequeñas cosas, como la sociedad alemana está plagada de machismo.

Haciendo honor a su nombre, es una serie muy sensorial. Desde lo visual, maneja una fotografía preciosa. El ritmo a veces pisa el freno para darnos un tiempo para admirar la belleza de una escena o simplemente para conocer más íntimamente a los personajes, siendo testigos de sus impulsos. Perfume no tarda mucho en romper la idea de perfección que nos dan inicialmente sus personajes. Todos ellos están rotos. Es difícil empatizar con ellos y eso no está mal. Si algo tiene de interesante el policial europeo es que siempre nos recuerda lo egoísta y vil que es la existencia humana… y, de paso, te resuelve un crimen.

En los dos primeros episodios, la serie teje una gran red de secretos e intrigas. Estamos lejos de saber quién mató a Katharina, pero ya nos engancharon con el misterio y con el drama. El elenco está a la altura y los niveles de producción son sobrios, especialmente desde lo estético. Porque entre tanto crimen atroz y tanta imagen oscura de una sociedad injusta, Perfume, en los colores, en los planos y en la fotografía, también se permite ser delicada.