Tres episodios adentro y “Doom Patrol” sigue dejando bien en claro -casi remarcándolo constantemente- que no es la ‘típica’ serie de superhéroes. Tampoco los antihéroes conflictivos que vienen a salvar el día. Estos Condenados son un rejunte de losers con gran corazón, pero muy poca autoestima, que deben aprender a aceptarse a sí mismos, antes de emprender la tarea de ayudar a otros. De ahí que sus primeras intenciones ‘justicieras’ sean tan desprolijas y caóticas aunque, como dicen, la intensión es lo que cuenta, ¿no?
Su incursión dentro de las entrañas del burro (A.K.A. una dimensión paralela pergeñada por Mr. Nobody) logró rescatar a los habitantes de Covington, pero dejó algunas secuelas más profundas en los involucrados. Este villano elusivo consiguió meterse de lleno en la cabecita de Rita y Cyborg, pero más aún en la de Larry Trainor, tan torturado por las mentiras de su pasado, como por el hecho de compartir el cuerpo con esta extraña entidad que no puede controlar.
“Puppet Patrol” explora el trasfondo de este ex piloto de pruebas y aspirante a astronauta, cuya existencia cambió radicalmente en 1961, no sólo por haber colisionado con este espíritu negativo, sino porque tuvo que afrontar el hecho de que, incluso antes de esta experiencia, ya transitaba una doble vida que no podía manejar. En el presente, Larry intenta llegar a buenos términos con su huésped radioactivo y, en lo posible, librarse de él, sin darse cuenta de las ventajas superheroicas que esto puede aparejar, pero el ente tampoco es muy colaborativo que digamos. Los flashbacks nos llevan a los días previos de su accidente, la tensa relación con su esposa Sheryl (Julie McNiven) y un amante, John Bowers (Kyle Clements), que le exige un poco más de compromiso en un mundo y un contexto que, obviamente, no acepta este amorío.
Larry, todo un poster boy de la Fuerza Aérea norteamericana, sólo quiere complacer a todos sin darse cuenta del verdadero daño que está causando, sobre todo a su familia. El accidente que casi lo mata lo cambia todo, y lo empuja a aceptar todos esos errores que venía cometiendo. Desde entonces, carga con las culpas y con su “maldición” como si se tratara de un castigo, que ahora se quiere sacudir para siempre. Estos momentos centrados en los personajes y sus propias historias son las grandes joyitas de un show que balancea el drama más sincero con los momentos más bizarros que se les puedan ocurrir y, hasta el momento, sale muy bien parado. Acá, Matt Bomer tiene la posibilidad de lucirse en estos viajes al pasado, con esa mezcla de encanto, egoísmo y tragedia que caracteriza a su personaje. Además de sumar un orgulloso protagonista LGTB+ al universo superheroico televisivo.
Mientras tanto, Victor se concentra en la misión que todavía tienen por delante -rescatar al Jefe-, y en convertir a estos desacatados en un grupo de justicieros hechos y derechos, algo que va más allá de sus propias limitaciones. Sí, a pesar de su entusiasmo y de su entrenamiento a lo largo de estos cinco años, Cyborg no es Batman (un chiste bastante recurrente) y no puede desconectarse (je) de la constante guía y ayuda de papá Silas. Igual, lo intenta y tras encontrar una vieja foto que linkea al burro, Eric Morden (Mr. Nobody) y Niles Caulder con Paraguay, decide que ese será su próximo destino.
Sin el jet de S.T.A.R. Labs a disposición, a Crazy Jane, Rita Farr, Victor Stone, Larry Trainor y Cliff Steele sólo les queda la ruta por delante, dos semanas compartiendo vehículo y habitaciones en hoteles de mala muerte que podrían fomentar los lazos del grupo… o todo lo contrario. Como era de esperarse, no llegan muy lejos y las relaciones entre ellos se ponen cada vez más tensas. Antes de empezar, la misión se convierte en fracaso, pero Flit -una de las tantas personalidades de Jane, capaz de teletransportarse-, se lleva derechito a Cliff y Larry rumbo al país latinoamericano, dejando a los otros dos atrás.
Así es como el trío aterriza en Paraguay y se cruza con Steve (Alec Mapa), un turista entusiasta que se dirige a Fuchtopia, hogar del científico Strumbanhfuhrer Von Fuchs (Julian Richings), el mismísimo responsable de la creación de Mr. Nobody, ahora dedicado a ofrecer sus servicios a cualquiera que lo desee y tenga el dinero necesario. Cualquiera puede obtener nuevos poderes bajo los cuidados de Fuchs y sus minions, claro, después de una simpática charla introductoria a cargo de un grupo de marionetas nazis (no pregunten). Esto sigue siendo “Doom Patrol”, señores.
Gracias a los títeres, nuestros héroes comienzan a entender la conexión entre el Jefe y Morden, una historia de origen contada de la forma más extravagante que incluye científicos locos que alcanzaron cierto grado de inmortalidad, la intervención de Caulder y el fallido experimento que dio vida a Mr. Nobody, básicamente, una forma abstracta con la habilidad de drenar la cordura de sus víctimas. La fachada de turistas les dura poco y pronto, Jane más sus personalidades más violentas y Steele se deben hacer camino entre un ejército de tiroleses locos que terminan bastante desmembrados.
Paraguay deja un reguero de sangre que termina de convencer a Cliff de no contactarse (por ahora) con su hija; más preguntas que respuestas para Larry en relación con su parte más negativa; cero pistas para encontrar al Jefe, y un posible futuro enemigo en el Hombre Animal-Vegetal-Mineral (Animal-Vegetable-Mineral Man). Finalmente, Victor consigue el jet privado de papá para ir a “rescatar” a sus compañeros de equipo (tarde, obviamente), y vuelven a casa con la cola entre las patas para seguir limando sus asperezas.
Como toda familia disfuncional, Caulder sigue siendo el punto de encuentro para todos estos personajes tan diferentes entre sí. Rachel Talalay, realizadora con un altísimo currículum televisivo -incluyendo “Doctor Who” y varias series de DC– logra mantener el balance entre las disyuntivas y los dramas personales de cada personaje y la locura aventurera por la que atraviesan, manteniéndose dentro de los parámetros que ya marcó la serie de Jeremy Carver, un universo que sólo se disfruta a pleno si abrazamos la extraña realidad que nos ofrece. Esta es su particularidad y, en parte, lo que la distingue de otras series superheroicas, aunque no siempre se deja llevar los truquitos y el artificio y nos conquista con la ternura intrínseca de sus protagonistas.