ANÁLISIS | Doom Patrol S01E02: Donkey Patrol (Spoilers)

Ya lo dijo nuestro hilarante narrador -también conocido como el malvado Mr. Nobody– durante el episodio piloto: “Doom Patrol” no es el típico show de superhéroes, sino la historia de un grupo de “súper-ceros”. En pocas palabras, losers de primera categoría que no podrían ni salvarse a ellos mismos. Una afirmación bastante dura y alejada de la realidad como podemos ver en “Donkey Patrol”, un capítulo cargado de referencias y cohesión con el universo DCniano que ya conocemos, pero que no deja de mantener su estilo y el absurdo a flor de piel que ya es marca registrada de la serie creada por Jeremy Carver. O sea, la flatulencia de un burro se tragó a un pueblo entero. Es obvio que acá no va a haber soliloquios a lo Shakespeare. O sí. Todo puede pasar con estos locos lindos.

La segunda producción original de DC Universe sigue un esquema parecido a la de su hermana titánica, presentando de a poquito a cada uno de sus personajes, los supuestos miembros de esta Patrulla Condenada que todavía no lo es tal, como patrulla, porque condenados ya lo están. Por ahora, son los “hijos” rescatados por el Jefe, individuos que sobrevivieron a los accidentes más nefastos y se ganaron algunas “habilidades” por el camino. Para ellos, estas siguen siendo sus maldiciones, pero aprender a controlarlas es el puntapié inicial hacia ese heroísmo que les es esquivo.

Rita Farr y Larry Trainor llevan demasiado tiempo encerrados entre las paredes de la Mansión Caulder como para atreverse a enfrentar al mundo cara a cara, pero el entusiasmo de Cliff y Crazy Jane por ayudar los terminó contagiando, dando como resultado el arribo de Mr. Nobody, el dichoso burro apocalíptico y un agujero negro que se tragó enterito al pueblo de Covington, Ohio. Así nos dejaron al final del episodio anterior y así arranca “Donkey Patrol”, con este portal interdimensional que lo engulle todo, incluyendo a los habitantes, Niles Caulder, Crazy Jane y hasta una cucaracha parlante consciente del fin del mundo (¿?).

Un burro apocalíptico, lo que nos faltaba

Todo es desolación y remordimiento para la ex actriz y el ex piloto, convencidos de que le hacen un favor a la humanidad si se mantienen al margen de los problemas. Rita decide hacer gala de su negación concentrándose en sus tareas rutinarias de la casa, mientras que Larry pretende huir de su desdicha y sus culpas hacia el pueblo más lejano, sin percatarse que la entidad que comparte su cuerpo tiene planes muy diferentes. Al parecer, ni Trainor sabe cómo funciona su “huésped”, y después del fallido escape (el pobre jamás logra abandonar la estación de autobuses), se va a empezar a replantear esta extraña relación. La secuencia es tan patética como hilarante, demostrando que el director Dermott Downs -habitué del Arrowverse-, sabe cómo equilibrar el humor del momento, con las tragedias personales de este, y los demás personajes.  

Esta es la clave principal de “Doom Patrol”: el constante equilibrio entre la comicidad que raya el absurdo y lo emotivo siempre dando en el clavo, dejándonos bien en claro que debajo de las vendas, el armazón metálico, un sinfín de personalidades o un cuerpo elástico, estos freaks cargan con las mismas angustias, miedos y dudas que cualquier ser humano.  

Por su parte, Cliff sigue decidido y pone manos a la obra para recuperar a Jane, sabiendo que la clave de este asunto es el asno en cuestión. No muy lejos de ahí, en Detroit, un jovencito sigue su propio camino del héroe, combatiendo los pequeños crímenes en las calles con una meta bien fija: poder sumarse a las filas de la Liga de la Justicia. Hablamos de Victor Stone (Joivan Wade), conocido en la calle como Cyborg, justiciero que quiere hacer su diferencia, pero no puede escapar de la mirada (y los cuidados excesivos) de su padre (Phil Morris). Si hablamos de tragedias y culpas, los Stone se llevan el gordo de Navidad, pero Vic parece haberlo superado de momento, y se dirige a Covington para aportar su granito de arena y hacer “algo más” que perseguir ladrones de poca monta y juguetear con los textos de los cajeros automáticos.

Un papá demasiado sobreprotector

Cliff y Vic chocan desde el primer momento, sobre todo porque Robotman quiere ser el héroe de esta historia. Finalmente, el animalito logra escupir a la chica, pero no hay novedades del Jefe ni del resto del pueblo, por lo que es tarea de sus compañeros tratar de interrogarla para entender que está pasando en esa dimensión loca. Las múltiples personalidades de Jane no ayudan en el proceso, aunque el instinto paternal de Steele, y las ganas de enmendar los errores que cometió con su propia familia, lo empujan a tratar de buscar una solución y relacionarse con los diferentes alter egos de la muchachita, a veces infantil y, otras, mortífera.     

Resumiendo la cuestión, el burro resulta ser una puerta de entrada que alguien debe atravesar. Las características físicas de Rita la convierten en la perfecta candidata, pero después de convencerla y honrar su vanidad, el animalito termina tragándola a ella, a Larry y al mismísimo Victor. Del otro lado se encuentra la versión más bizarra de Covington, y un recorrido que tendrán que atravesar siempre guiados por la voz y las maquinaciones de Mr. Nobody.

Alan Tudyk es el candidato ideal para darle forma a este villano con un extraño sentido del humor y una afición contagiosa por romper la cuarta pared y dirigirse a los espectadores -“fanáticos de Grant Morrison, trolls de Reddit con suscripciones a DC Universe, y los tres nuevos seguidores que se quedaron después del pedo del burro”-, aunque sus planes todavía no estén del todo claros. Por ahora, su idea es sumergir a nuestros héroes en sus perores miedos y pesadillas, siempre apelando a ese “monstruo” que creen tener por dentro.

No tiene nada de monstruoso

Por suerte, la entidad que habita en Larry logra salvar el día y rescatarlos de ese infierno. El asno explota, el trío y el pueblo quedan liberados, pero con la amenaza de que no deben insistir en rescatar a Niles Caulder. Sabemos que esto no va a pasar y que la experiencia, aunque grotesca y traumática, va a cambiar la mentalidad de estos personajes para siempre. Ahora, con Cyborg de su lado porque, a pesar de las insistencias de papá, Victor llegó para quedarse y salvar a ese hombre con el que parece tener mucha más afinidad (y cariño) que su progenitor.

Ok, la apariencia de Stone no es la mejor que podríamos pedirle a un show superheroico, pero Wade gana en carisma y su “encanto de ciudad” encaja a la perfección con la falta de experiencia de estos héroes en formación. Cyborg es el último integrante de esta familia disfuncional que va encontrando sus lazos y motivaciones, los menos pensados para “salvar al mundo”, pero los que más entienden mucho de su sufrimiento.

“Donkey Patrol” se recarga de referencias al universo de DC -la fortuna de Bruce Wayne, ARGUS, S.T.A.R. Labs, The Flash y la ya mencionada Justice League-, pero triunfa (al igual que la serie) desde la originalidad estética y narrativa, y sus peculiares protagonistas. La mezcla de géneros y el humor ayudan al entretenimiento, pero es el desarrollo de los personajes, su humanidad y sus desventuras lo que más resuena en la empatía de los espectadores.