Antes que nada, recordemos que Kusama hizo su gran debut cinematográfico con la genial ‘Girlfight, Golpes de Mujer’ (2000), intentó una aproximación más superheroica de la mano de ‘Æon Flux’ (2005), y es la responsable de nuevos clásicos de culto del terror como ‘Diabólica Tentación’ (Jennifer’s Body, 2009) donde hace yunta con Diablo Cody. Sin dudas, una realizadora que entiende muy bien a sus protagonistas y, a pesar de los resultados, logra que sus historias personales se destaquen en cualquier pantalla.
‘Destrucción’ también tiene el aliciente del thriller criminal y una trama que, en muchos aspectos, nos recuerda (je) al camino de Leonard Shelby en ‘Memento, Recuerdos de un Crimen’ (Memento, 2000). Claro que acá no hay problemitas de memoria a corto plazo, ni narraciones que van de atrás para adelante, pero sí la moralidad ambigua de Bell y sus discutibles métodos justicieros, más si tenemos en cuenta que juega de este lado de la ley.
Todo arranca cuando Erin llega a la escena de un crimen y cree saber la verdadera identidad del cadáver de este hombre. Su aspecto desalineado deja bien en claro que la detective tuvo una de ‘esas noches’ que no le ganan el afecto ni el respeto de sus compañeros, pero las primeras pistas que vislumbra del asesinato, y otras tantas que recibe directo en su escritorio de la jefatura, la guían derechito hacia un caso que tuvo lugar 17 años atrás y que la dejó marcada para siempre.
Un billete manchado es la conexión con un violento robo bancario y la banda de ladrones que lo llevó a cabo casi dos décadas atrás. Un caso que la joven Bell y su compañero Chris (SebastianStan) vivieron de primera mano, ya que actuaron como agentes infiltrados para el FBI. El arresto tuvo más de un inconveniente y el líder de la pandilla, Silas (Toby Kebbell), logró huir con algunos de sus cómplices y gran parte del botín, sin tener novedades desde entonces.
El dinero y el cuerpo encontrado parecen indicar que Silas está de regreso en la ciudad y Erin hará todo lo necesario para que el delincuente pague por lo sucedido, aunque esto implique dejar la ley a un costado y hacer justicia por mano propia. La única forma de hallarlo es contactar a los viejos miembros de la banda que sí fueron encarcelados, y otros tantos que se ocultaron a simple vista. De esta manera, ‘Destrucción’ se convierte en una cruzada para esta mujer que no tiene mucho que perder, pero intenta recuperar un poco de su alma.
¿Por qué? Poco y nada se puede develar de la historia pergeñada por Hay y Manfredi que nos pasean del presente al pasado con el único objetivo de entender las acciones de Erin, una mujer que no logró superar lo ocurrido y, desde entonces, recorre su propio camino de autodestrucción, muchas veces, arrastrando a sus seres queridos, ya sea su hija adolescente (Jade Pettyjohn) o una ex pareja (Scoot McNairy) que ya se cansó de intentarlo.
Esta espiral de remordimiento y autoflagelación emocional que ya lleva 17 años, se acentúa con el supuesto regreso de Silas, una figura que se mantiene en las sombras hasta que necesita dinero para seguir subsistiendo y planea un nuevo atraco. Kusama hace un gran trabajo desmenuzando los hechos del pasado y su repercusión en el presente siempre desde el punto de vista de su protagonista, una Nicole Kidman irreconocible, sólo impulsada por sus ansias de saldar cuentas y cerrar esta oscura página de su vida. Por algo el título original de la película es ‘Destroyer’, haciendo alusión a ese destructor o destructora al cual achacarle toda la culpa.
Los realizadores nos entregan una estructura narrativa que va revelando sus pormenores a medida que ellos quieren. Ahí reside gran parte del impacto de esta historia que, la mayoría de las veces, recae sobre los hombros de su personaje principal, teniendo al resto de un gran elenco orbitando alrededor de ella.
‘Destrucción’ es un drama policial crudo desde su temática y sus imágenes. Kusama no tiene ningún apuro para meternos de lleno en la acción y se toma su tiempo (algo que puede molestar a los espectadores más impacientes) para dejarnos entrar en la historia y en la cabecita de Erin Bell, describiendo las relaciones más importantes de su vida, ya sea con su ex compañero o con su hija. La fotografía de Julie Kirkwood y el montaje de Plummy Tucker también son decisivos a la hora de darle forma a un relato que no necesariamente le debe el éxito a sus giros narrativos.
El film, como buen noir moderno, explora la venganza como exhortación de la culpa. Lo novedoso es la visión femenina y oscura que suma el guión y, sobre todo, una de las mejores actuaciones de Kidman, cuya ‘valentía’ no está en lucir desmejorada y sin maquillaje ante las cámaras, sino lograr nuestra empatía hacia un personaje que no siempre se la merece.