ANÁLISIS | Dead to Me S01E01: Pilot

¿Se puede juzgar una serie por su episodio piloto? En realidad, deberíamos poder y no caer en la alternativa (tan tentadora) que nos propone Netflix de pasar inmediatamente al siguiente capítulo para darnos una idea más redonda y general de lo que nos plantea la serie en cuestión. El “en el cuarto se pone buena” o “la segunda temporada mejora un montón” ya no es tan viable en un marco donde la oferta televisiva es tan grande pero, a la vez, no podemos escapar (del todo) de la inmediatez y comodidad de la plataforma que nos ofrece una entrega completa para ver de corrido durante un ocioso fin de semana.

Y ahí es donde se borran los límites, donde ya no distinguimos el episodio de presentación de un nuevo show y el serial se convierte en una historia en continuado, apenas pausada por unos títulos que, además, podemos esquivar para que el visionado sea mucho más “orgánico”. Las series de la Gran N están cayendo en este “pecado narrativo” con más frecuencia de la que quisiéramos admitir, obligándonos a darle play al siguiente capítulo sólo para terminar de convencernos de si darle una oportunidad o no.   

El piloto de “Dead to Me” cae en esta bolsa, dejándonos con gusto a poco cuando se trata de delinear la idea central y la relación entre sus dos protagonistas. Liz Feldman (“2 Broke Girls”) es la responsable de esta ¿comedia? dramática que lidia con el duelo, el dolor y la amistad entre dos mujeres muy diferentes que encuentran en la pérdida su punto de contacto y de catarsis. Christina Applegate (Jen Harding) y Linda Cardellini (Judy Hale) son por lejos lo mejor de esta propuesta que tiene, entre otros, a Will Ferrell y Adam McKay como productores ejecutivos, un tándem que nos dio genialidades humorísticas como “El Reportero: La Leyenda de Ron Burgundy” (Anchorman: The Legend of Ron Burgundy, 2004), y dramedias oscarizables como “La Gran Apuesta” (The Big Short, 2015) y “El Vicepresidente” (Vice, 2018). O sea, gente que lidia muy bien con el humor un tanto oscuro bien balanceado con el drama contundente, algo que nuca pasa en este primer vistazo de la sitcom.

Jen perdió a su marido hace unos tres meses en un accidente de auto, un atropellamiento y huida que no tiene responsables, y que la dejó sola con dos hijos, lidiando con un dolor y una bronca difíciles de manejar. Para mitigar estos sentimientos desbordados decide asistir a un grupo de apoyo donde, inmediatamente, conoce a Judy, cuyo prometido murió ocho semanas atrás de un ataque al corazón. Las mujeres no parecen tener mucho en común, y la avasallante personalidad de Hale por momentos incomoda a su compañera, pero pronto van descubriendo que su forma de afrontar la pena es poco convencional, importante para su mutuo consuelo.

La relación casual pronto se convierte en amistad necesaria para estas dos mujeres maduras, hasta que algunas mentiritas salen a la luz, dándole el primer giro a esta historia que, al parecer, tiene muchos más para ofrecer a lo largo de sus diez episodios. Hasta ahí todo bien, o más o menos, porque la previsibilidad del relato y su falta de atractivo hacen mella en nuestro interés mucho antes de que se acaben estos primeros treinta minutos.

Puede ser que parte de la culpa venga por la sobreexplotación del tema del “duelo” que ya lo venimos viendo en otras comedias oscuras como “After Life: Más Allá de mi Mujer” (After Life) de Ricky Gervais, o dramas más redonditos como “Sorry for Your Loss” o la reciente “The Red Line”, que supieron darle su vuelta de tuerca a la cuestión con mejores o peores resultados. A “Dead to Me” le falta algo, o mejor dicho le sobra, porque no siempre sabe con certeza qué quiere contar y con qué tono.

Cada uno afronta el duelo como quiere y puede

El humor que plantea rara vez funciona y no por culpa de las destrezas actorales de sus protagonistas, un dúo dinámico que nos muestra las dos caras de una misma moneda cuando se trata de hacerle frente a la pérdida de un ser querido. Hay una naturalidad y honestidad muy palpables en estos momentos, que no encuentran coherencia cuando se trata del resto de los elementos que plantea el guión de Feldman o la aséptica dirección de Amy York Rubin, correcta, pero poco destacable para este tipo de producto de alto perfil.

Lamentablemente, cada vez que hablamos de una nueva serie de Netflix terminamos cayendo en las mismas críticas, dejando entrever un sistema de producción bastante evidente que refuerza el formato “maratónico”, en vez de destacar los atributos individuales de la historia, ir construyendo la trama y desarrollando sus personajes episodio tras episodio. A algunos les funciona, a otros no, pero sin dudas afecta al producto en su conjunto, exigiéndonos a pensarlo como un todo y no un producto separado en episodios, acá, de manera un tanto caprichosa.