Análisis | Cuphead – The Delicious Last Course

Un hechizo. Hay algo en la animación clásica de aquellas caricaturas del siglo pasado que simplemente nos hipnotiza. Verlas en pantalla con sus animaciones fluidas y exageradas, esas representaciones de humanos y animales conformados por “mangueras” resultan un deleite visual y humorístico, aunque también un inquietante en su propia evocación tenebrosa por momentos.

Cuphead, el título lanzado en 2017 por Studio MDHR, supo agarrar todas estas antigüas glorias, popularizadas en gran parte por el estudio de los hermanos Fleischer, y darle su propio toque. De hecho, la dedicación a la animación y la atención al detalle no solo se sienten en carne propia al observarlo, sino también al ver sus numerosos “detrás de cámara”. Todos los personajes que vemos están dibujados y entintados a mano, cuadro por cuadro, gran parte de lo que genera esa identidad visual tan característica. Sus fondos están pintados en acuarela, mientras que algunos objetos son maquetas reales. No extraña la cantidad de años y la necesidad de expansión del equipo que se necesitó para poder lanzar el título original.

Claro que esto es solo una parte de la obra, sino estaría escribiendo sobre un videojuego que se ve lindo y no mucho más. Tanto en la superficie como en sus núcleos, encontramos una gran y exquisita labor de mecánicas jugables simples pero sólidas, referencias al mundo de los dibujitos y la cultura pop más actual por doquier, y un trabajo musical a cargo de Kristofer Maddigan que es simplemente alucinante. Por favor, esas ranas boxeadoras que se transforman en una máquina tragamonedas mientras suena esa pista han quedado en la memoria de quienes hemos pasado por ahí. Y como ellas hay varias más. Jugar Cuphead es una experiencia que se ve y juega de maravillas, más allá de que sus directores hayan tenido el atrevimiento de proponer una dificultad un tanto elevada para el público general.

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Entonces, en un juego redondo con una dificultad endemoniada por momentos, pero sólido en el resto de sus apartados, no había mucho más que pedir. Solamente nuevas atracciones en las cuales poder seguir navegando, descubriendo nuevos límites creativos e intentando derribar a los nuevos Goliats. Afortunadamente, The Delicious Last Course hace exactamente eso, modificando poco y nada de la propuesta original, pero llevándola a otras alturas.

Todo lo que escribí sobre el lanzamiento de 2017 aplica también aquí, aunque falta precisión. El DLC presenta una nueva isla con su propio relato independiente con introducción, nudo y desenlace, presentando a un nuevo personaje jugable en el camino. Esta isla equivale más o menos a cualquiera de las islas anteriores, con su buen número de jefes — el cual no spoilearé —, interesantes desafíos secundarios opcionales y algún que otro secreto.

El contenido es concreto y de apariencia simple, pero la labor detrás fue muy compleja. Más allá de los esperables retrasos y problemas debido a la pandemia, los directores de Studio MDHR afirmaron ser muy ambiciosos y sin recurrir a caminos fáciles. Es por eso que, por ejemplo, una sola fase de estos nuevos jefes principales tiene tanto trabajo de animación y presentación como un jefe entero en el juego original. El fondo deja de ser tan estático y muta junto a las fases, mientras nuestros grandes enemigos se transforman de maneras que no esperamos.

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A modo de ejemplo, describiré brevemente una batalla que se ha promocionado exhaustivamente. Un mago de hielo ataca primero con cartas, una ballena naranja y pequeños súbditos que salen de su capa, para luego usar una armadura de un hombre de nieve que puede transformarse en una heladera que arroja cubos tristes y paletas de helado. El enfrentamiento pasa de tierra firme y helada a un pelea en altas alturas, contra un enorme copo de nieve congelado que saca su ojo de lugar para pegarte, emitiendo descargas eléctricas a cada rato. Incluso dejando de lado varios detalles, este es un ejemplo claro y paradigmático que ayuda a ilustrar una parte de todo el delirio y la belleza que experimentaremos durante los pares de horas que dura The Delicious Last Course.

Por suerte, todas las peleas tienen esta dedicación, la cual también se traduce en cambiar constantemente nuestro encare al desafío y los obstáculos a sortear. Si primero intentaba derribar rápido a los minions de hielo para poder esquivar tranquilo ese mazaso de ballena mientras disparo hacia arriba, luego pasé a predecir esos rolls inmensos con bolas de nieve, como también la aparición de las paletas que arruinaban mi libre circulación. Ni hablar del cambio al final, con pequeñas plataformas en el aire que castigaban cada salto erróneo y apresurado.

En este sentido, The Delicious Last Course es excelente. Nuevamente las composiciones, esta vez elaboradas por más de cien músicos y con expansiones a otros géneros, vuelven a pegarse en la cabeza, generando que te encuentres silbándolas sin querer mientras te preparás el café al día siguiente.

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Ni siquiera se pueden hacer muchas observaciones acerca del tinte estereotipado y racista que Cuphead originalmente arrastró, probablemente sin quererlo, de sus propias raíces e influencias. No es difícil imaginar que existía un racismo galopante en caricaturas de hace noventa años, pero apena un poco que se haya caído en ciertos tropes con el título original en un inocente afán de intentar imitar un estilo lo mejor posible, sin frenar a pensar sobre el entramado político y social de dicho estilo. En el nuevo contenido, afortunadamente, todos los posibles nuevos arrastres me resultaron imperceptibles. Incluso hubo alguna que otra sorpresa pintoresca en este sentido que no quiero arruinar.

Hablando de arruinar, lo único que me extrañó de The Delicious Last Course fue su inesperada falta de dificultad creciente. De hecho, diría que la curva de dificultad no existe. El primer jefe con el que me enfrenté, el cual puede no ser el primero tuyo ya que hay dos caminos posibles, me costó su buena cantidad de intentos e insultos hacia la pantalla. Más de los que me gustaría admitir. El deleite audiovisual casi era una provoación más que un espectáculo a contemplar.

Conste que no me estoy quejando de lo anterior, al contrario. Me encantan estos desafíos. El problema aparece cuando solo lo volví a sentir con algo opcional y con el jefe final. Ojo, esto de ningún modo quiere expresar que estamos en frente de un contenido fácil. Cada enemigo tiene su parte compleja, y desde ya que a ninguno lo he vencido a la primera. Siempre hicieron falta múltiples repeticiones para aprender patrones y cómo actuar frente a ellos. Pero la cantidad de repeticiones varió de manera muy significativa entre el principio y casi la totalidad del contenido, volviéndolo una experiencia no tan satisfactoria y hasta frustrante en un sentido inverso. Hablo de diferencias de casi un dígito, como para ser claro.

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Quizás se podría pensar que ya había “entrado en calor” luego de ese primer enfrentamiento, moldeando las mínimas habilidades que tengo, y luego fue un ejercicio de repetición y adaptación en cada nuevo desafio. Es posible. Sin embargo, vale aclarar que había empezado un nuevo save, pasando por varios del contenido original, como para ir acostumbrándome nuevamente a la velocidad del título.

Como si fuera poco, el nuevo personaje Ms. Chalice presenta una movilidad mucho más libre que la de los hermanos principales, provocando que todo sea un poco más trivial. Por supuesto, tiene ciertas contrapartes para balancear su doble salto o vida extra, como la imposibilidad de equipar amuletos útiles, o que su roll con frame de invencibilidad tenga que hacerse sí o sí agachada mientras está sobre una superficie sólida — algo a lo que recién me pude adaptar al final del recorrido. Pero me siguió pareciendo un personaje que aliviana mucho más el panorama, al menos en una nueva partida sin ítems. Por otra parte, es un recurso ideal para quienes sufrían mucho la dificultad clásica, arruinando el disfrute y generando quizás abandonos, sin agregar modos extra de dificultad (están los de siempre) ni volver más simples, al menos estructuralmente, a los platos fuertes del paquete.

Quizás suene extraño decir que no haber impactado mi cabeza contra la pared tantas veces haya resultado en una experiencia que siento que pudo haber sido considerablemente mejor. Al mismo tiempo, siento que esto era un elemento relevante en la filosofía detrás de Cuphead y que el equipo detrás tenía intenciones de seguir manteniendo. Aún así, quitando este “detalle” de lugar, The Delicious Last Course es de lo más bello y entretenido que he jugado este 2022.

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CUPHEAD – THE DELICIOUS

LAST COURSE (30/6/2022, PC, PS4, XONE, SWITCH)
8.0